Como
no podía ser de otra forma, las cadenas de radio y televisión subvencionadas, patrocinadas y sostenidas por
la Conferencia Episcopal han desplegado toda su artillería con la finalidad de
hacer suficiente ruido con tal de tapar las inmundicias que diariamente van
saliendo y salpicando la vida política y social españolas.
¿Cuáles
son esos medios informativos? Pues todos aquellos que directa o indirectamente
reciben dinero de la Iglesia Católica española, ya sea como propietario, importante
accionista o como reputado cliente que gasta un pastizal en publicidad
institucional. Es decir, son poquitas las cadenas que escapan a la influencia
del largo brazo eclesiástico.
Ahora
bien, como quiera que la institución religiosa recibe (vía impuestos) la mayor
parte de sus ingresos, o está exenta de sus cargas tributarias, resulta que al
final entre todos estamos pagando los dispendios de medios de comunicación que
se ocultan tras una supuesta privacidad de su capital social. La Iglesia
Católica en tanto y cuanto no se autofinancie en su totalidad no es una
institución al margen del control ciudadano, o no debería serlo.
Con estos
antecedentes nos encontramos a varias asociaciones – que tienen el apellido de
cristianos o similares – las cuales han emprendido una ardua campaña contra
todo aquello que ellos opinan se sale de la norma y moral que practican. Lo decepcionante
del caso es que tienen eco en los tribunales y las querellas son admitidas a
trámite. Se forman los tribunales, se llevan a cabo las vistas, se utilizan las
salas, en definitiva se usan unos medios públicos de la Judicatura para restablecer
el supuesto sentimiento ofendido de estos individuos.
Amparados
en un caduco artículo del código penal (Art. 525) argumentan haber sido
ofendidos en su sentimiento religioso por personas o hechos que no reconocen ni
a su dios ni la supremacía de su creencia.
Para
armar su demanda utilizan las declaraciones de testigos tan sectarios y
visionarios como ellos mismos. En el juicio contra Rita Maestre declaró un
testigo: “Como católico creyente, eso ofende a mi Dios”.
Y el
señor católico creyente ¿cómo lo sabe? El testigo atribuye a dios la calidad de
ofendido por el torso desnudo de Rita cuando, seguramente, el que se perturba es
él ante la visión de una jovencita.
Naturalmente
el ruido del juicio ocupó buena parte de la mañana radiofónica y televisiva. Siempre
enfocando la falta de respeto de la
acusada hacia las personas creyentes. En ningún caso se hizo mención a la falta de respeto de la
iglesia hacia los ciudadanos que tienen que soportar ver a una institución
privada sustraer espacios públicos - levantados con el sudor de todos y en
teoría dedicados a la ciencia - para confortar a sus acólitos por si entre
clase y clase les entra un apretón de misticismo.
No les
llega con la infinidad de iglesias, parroquias, ermitas, catedrales…, de las
que se han apropiado vía ley hipotecaria franquista revisada por el mentecato
Aznar, que necesitan invadir espacios con
la finalidad de poder impartir en ellos sus supersticiones, creencias y majaderías
varias, en lugar de ser dedicados al objetivo
universitario previsto: la docencia.
Las reacciones
que ha suscitado la protesta de Rita Maestre y de todos los que la acompañaban únicamente
escenifica la falta de respeto que los radicales ultra católicos tienen por las
formas de vida que cuestionan la manera
de pensar y vivir como “su dios” manda.
El verdadero
drama y lo que provoca nauseas es que una institución (La Iglesia Católica), paradigma
de la persecución a los avances científicos, al libre pensamiento y a la
dignidad de la mujer, sea la que imponga en el Código Penal un artículo para la
defensa de su catecismo por la vía jurídica
civil.
Ese
camino sus prebostes obispales lo desprecian a diario llamando enfermos a los
homosexuales, negando la condición de ser humano a las personas de color por
carecer de alma (Teoría de las iglesias cristianas hasta hace cuatro días), no concediendo derechos a las mujeres hasta
que fueron ellas las lo que los conquistaron… etc. (Por cierto, la iglesia
Católica tampoco les concedía la posesión de alma). Mientras los infinitos
casos de pederastia que acosan a los sacerdotes
- célibes voluntarios - han sido ocultados por los mandamases purpurados
rayando estos actos en claros encubrimientos
de delito.
En esos
casos tiran de la ley divina que se han inventado para purgar sus penas, un par
de avemarías de penitencia y ya está. A los demás nos obsequian con leyes
mundanas para darnos en el cogote. Torquemada sigue vivo y la Inquisición bien vigente encarnados ambos en un asqueroso artículo
del Código Penal.
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