jueves, 13 de febrero de 2020

El poder



Hemos conocido una serie de medidas legislativas que el nuevo Gobierno quiere llevar al Congreso  para aprobarlas con la mayor celeridad. Todas ellas están impregnadas de un destacado componente reivindicativo de avances sociales.
Hace tiempo que los partidos de progreso se vienen planteando la necesidad de introducir una reforma en el Código Penal para penalizar la apología del franquismo. Sería un paso ineludible para cerrar una de las muchas deficiencias que quedaron inconclusas tras la “modélica” Transición.
Calificar como delito la exaltación del franquismo es una deuda  que debe de ser saldada de una vez por todas. La medida llega con varias décadas de retraso y con toda seguridad contará con la dura oposición de los residuos fascistas que ensombrecen nuestra convivencia. Sin olvidar a los militares franquistas que aún pululan por las fuerzas armadas. A estos gérmenes purulentos del pasado dictatorial les pondrá voz el grupo político de “homínidos nostálgicos en vías de desarrollo”; el PPOX. En sus dos vertientes, la que trata de reclutar simpatizantes visitando acuartelamientos e instalaciones militares y la que destila soberbia mirando con desdén a los plebeyos.
Se rumorea que el simulacro de “Rambo” de la ultra-ultra derecha está realizando una turné para conseguir el favor y la simpatía del gremio uniformado y de paso aprovecha para pegar unos tiritos.  Si no consigue grandes resultados, siempre podrá consolarse con el olor a rancio que respirará en algunos despachos de la milicia. Aunque parezca mentira, muchos de ellos todavía no han  sido aireados por los vientecillos de democracia que han soplado durante  los últimos 40 años.
Estas iniciativas que van a ser debatidas emanan de una extraordinaria demanda social y van acompañadas de una enorme sensación de necesidad para ponerlas en vigor. Su aprobación parece tan  necesaria como justa, pero es seguro que van a chocar contra el muro que levanten las derechitas cobardes al compás que marque la “derechona de los machotes”.
Las cobardes y la otra  no estarán solas, una suerte de cofradías del desprecio acompañaran las exigencias de la rutina conservadora y empujarán con fuerza para que el Gobierno sienta el acoso al que va a ser sometido.  Todas las propuestas gubernamentales serán cuestionadas por alguno de los diferentes grupos fácticos que manipulan a este país.
Previo a la reforma del Código Penal el ejecutivo ha servido como aperitivo la aprobación de la ley de eutanasia. La nueva normativa ha sido presentada para comenzar su tramitación, ¡y qué tramitación!
Hace tiempo que la implantación de una ley que ayude a morir dignamente es una urgente necesidad.  Ayudar a transitar desde la vida a la muerte ha sido largamente demandado por una amplia mayoría social. Carentes de argumentos las formaciones políticas discrepantes han protagonizado un lamentable esperpento parlamentario.
El portavoz designado por el PP  para defender la negativa de su formación a la tramitación de la ley es digno de estudio en los tratados de sociología patológica.
El individuo – del que voy a omitir su nombre – calificó la iniciativa como recorte en sanidad enmascarado de medida social. Parafraseando a un compañero de su propio partido podíamos decir: ¡Manda güevos! El diputado conservador considera que legislar para favorecer la eliminación del sufrimiento es fomentar la eliminación de enfermos y mayores.
El interfecto insinuaba un trasfondo económico en la medida y así hacía hincapié en el ahorro que se va a producir cuando una persona decida libre, manifiesta y voluntariamente poner fin a la permanencia en su ciclo vital.
Resulta que ahora - para oponerse a la ley – el PPOX defiende la aplicación de cuidados paliativos ¡Sí! Ahora utilizan como argumento la técnica sanitaria que antes les sirvió para que unos malnacidos, amparados por una sinvergüenza, acusaran de 400 homicidios al fallecido doctor Montes y su equipo. Los acusados fueron absueltos de los cargos por la Audiencia Nacional, aunque previamente hubieron de soportar un verdadero calvario y un feroz acoso judicial y mediático. El reconocimiento judicial de su inocencia no palió los sufrimientos padecidos, ni siquiera las penas y sanciones que  le fueron impuestas a desaprensivos como Miguel Ángel Rodríguez por un delito de injurias a Luis Montes. Poco consuelo para tanto dolor gratuito cuando el consejero Lamela y su jefa Esperanza Aguirre - auténticos responsables de la persecución – siguieron con su plácida vida.
El sector de poder o grupo fáctico denominado Iglesia Católica, Apostólica y Romana es el principal escollo que la humanidad se encuentra para abandonar dignamente su estado terrenal. Los Obispos siguen empeñados en otorgarnos el perdón a través del martirio. Cada cual que piense y obre como  quiera, lo único que queda claro es que los primados religiosos son capaces de cualquier cosa para mantener la absurda idea de conceder a un ser de su imaginario la propiedad sobre nuestra existencia.
Aparte de la oposición política parlamentaria el Gobierno de coalición deberá lidiar con el fanatismo de militares rancios de casposo abolengo y obispos facciosos con olor a naftalina. No tardaremos mucho en ver unidos a unos y otros con el único y verdadero poder; ese que cambia gobiernos, nombra reyes y alza dictaduras: el dinero.
Los financieros estudiarán cuidadosamente sus opciones y si los militares tienen fuerza y los obispos lo bendicen sobrará dinero para derribar al Gobierno.