viernes, 29 de mayo de 2020

Nostalgia de Marquesas


Un buen día, una mañana primaveral y a lomos del brioso corcel de la estulticia nacional, un triste simpatizante de la Obra de San José María, tiene contra las cuerdas al simulacro de sistema democrático hispánico. Ni más ni menos.
El día 29 de mayo de 2020, es decir 44 años 6 mese y 9 días después de la muerte del dictador, sigue pendiendo sobre las cabezas de los habitantes de esta lamentable identidad nacional el espectro incólume del asesino en serie que robo la esperanza de reconstrucción  a este patético  país.
Bajo palio entraba y salía el sátrapa de los templos. Curas, Obispos y Cardenales le reían los chistes y le otorgaban “gracias” divinas. En compensación el funesto verdugo obsequiaba con bienes, prebendas y poder. Sobretodo esto último, poder, mucho poder.
La corporación creada por José María Escrivá, nació como contrapeso espiritual a otras cofradías y a las injerencias que la autoridad vaticana trataba de ejercer sobre las políticas del dictador.
Haber sido el primer “Estado” – suponiendo que el Vaticano sea un estado, que es mucho suponer – que concedió legitimidad al régimen fascista español tenía que tener sus favorables contraprestaciones.
Para los Papas de Roma traicionar al pueblo español era un tema de menor importancia comparado con los beneficios que acarrearía para las insaciables arcas de la iglesia.
El resto es historia conocida, se firmó un escandaloso tratado (llamado Concordato) entre la autoridad eclesiástica y los usurpadores de la legalidad nacida con la II República de España, que sigue vigente.
Leyendo la Constitución republicana es muy fácil, pero que muy fácil, deducir que la legalidad emanante del sistema democrático del 14 de abril de 1931, fue una liberación del asfixiante yugo déspota que mantenían los carcamales con sotana. La llegada del régimen opresor franquista impidió modernizar el Estado hacia la laicidad.
El militar perjuro declaró el catolicismo(religión oficial) del Estado al tiempo que eliminó la libertad religiosa y de creencias. La imposición del estado nacional católico tuvo nefastas consecuencias para la población en general. Entre las más importantes podemos enumerar el secular retraso socio cultural al que fue sometida y el imperdonable desfase económico con el resto de la Europa que se reconstruía tras la II Guerra.
España seguía abandonada a su suerte y en manos de una cuadrilla de facinerosos que se auto denominaban “patriotas”.
Delante y detrás de ellos desfilaban las sotanas, hisopo en mano, dando fe de la  “hermosura” de comportamiento que acompañaba a los verdugos cuando ejecutaban inocentes en las cunetas.
La levantisca rebelión que los matones denominaron “glorioso alzamiento nacional” ni siquiera trató de enmascarar la intencionalidad de los poderes fácticos que auspiciaron el golpe de Estado; por todos los medios querían recuperar el poder que unas elecciones democráticas les había arrebatado.
La normalidad Republicana era completamente aceptada por esos poderes fácticos mientras los órganos de poder siguieran en sus manos. Siempre que los Gobiernos fueran afines a sus intereses no eran peligrosos. Solo la llegada al poder de las clases populares impulsó la rebelión de Franco.
Hoy se están reproduciendo miméticamente las mismas situaciones y comportamientos. El Gobierno haría bien vigilando los peligrosos movimientos que se están originando. Hay una facción dentro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que sigue anclada en los privilegios de clase que alcanzó con la dictadura y que años después sigue alimentando la nostalgia involucionista que emana de los uniformes.
La influencia del OPUS DEI dentro de la escala de mando de la FFSS resulta evidente. El ministro Fernández Díaz alimentó con sus cloacas las injerencias policiales en la vida política. La Obra ayudó a sus acólitos a copar  puestos claves en el organigrama policial y peso especifico en la Guardia Civil.
El Ministerio del Interior no ha escogido el mejor momento para hacer la actualización y remodelación de la cúpula que dirige el Instituto Armado, eso no le quita ni un ápice de necesidad para llevarla a cabo.
Al igual que la limpieza de las cloacas del Estado, el cese del coronel Pérez de los Cobos ha llegado con un considerable retraso. Independientemente de su juvenil tendencia a presentarse voluntario para los golpes de Estado.
Sin escrutar el fondo de su currículo (imputación en el sumario de torturas por el caso Urra) el coronel ha dado muestras más que sobradas de una alarmante incompetencia para dirigir la Comandancia de Madrid.
A la Dirección General de la Guardia Civil se le debe reprochar una pasmosa negligencia en la adecuación de la cúpula del Instituto Armado. Hace tiempo que debería haber resuelto la incuestionable influencia que un grupo de mandos afín al OPUS sigue ejerciendo en la corporación a través de mandos intermedios y superiores. Los Pérez de los Cobos de turno seguirán intentando influenciar por medio de sus títeres.
En las FOPS y por supuesto en la Judicatura, la remodelación democrática es imprescindible, en ambas instituciones todavía no se han enterado que la muerte del dictador enterró al franquismo ¿O no fue enterrado y sigue vivo?

jueves, 21 de mayo de 2020

A garrotazos


La pandemia nacional continúa ocupando las calles y plazas públicas armada de cacerolas y cucharones, escudados por el manto protector que les proporciona la sacrosanta enseña nacional bordada con hilos dorados perlados de virginales gotas de sangre de los mártires de la patria.
Vivas a España suenan atronadores rebotando con las paredes de sus mansiones. Los gritos se difuminan entre los toques de claxon de los descapotables que conduce el fiel Fermín. Valentina sacude el cazo con la cuchara al ritmo que marca la señora con su delicado hablar mezcla de un español afrancesado y un inglés caribeño: “Sánchez dimisión”, “Iglesias asesino”, “Una, Grande y Libre”, “Libertad”.
En el asiento trasero del descapotable, un palurdo con megáfono, vocea consignas que el pobre Fermín tiene que soportar estoicamente, grita ¡Libertad! mientras obliga a conducir a su empleado para más humillación de clase. El cabestro palurdo no tiene vergüenza ni edad para alcanzar a tenerla.
La momia vejestorio, a riesgo de contagiarse y participar en el colapso activo de los servicios sanitarios, sale a la calle apoyada en el brazo de la fámula obligada a aporrear una olla que más tarde tendrá que esmerarse en limpiar.
La momia también grita ¡Libertad!
Nunca antes había participado en algarada semejante ¡Claro que no estaban tan bien organizadas! En alguna ocasión se había acercado a mirar cuando Zapatero aprobó el matrimonio entre “maricones”, el divorcio exprés o aquel aborto asesino que nos trajo “el Cejas”. 
Su confesor le había asegurado que monseñor Rouco estaba muy disgustado con la perdida de fe que estaba recorriendo la Patria ¡Donde íbamos a llegar!
¡“Sánchez dimisión”!, ¡“Iglesias asesino”!, ¡“Una, Grande y Libre”!, ¡“Libertad”!.
Al tiempo que el palurdo y la momia hacen su trabajo, en el Congreso de los Diputados tiene lugar una curiosa escena, esperpéntica y cómica si no fuera por la trascendencia de las decisiones que allí se toman.
Dos carneros barbados muestran sus cornamentas para erigirse en el macho alfa de la ultramontana derecha hispánica. Berrean sin descanso hasta quedar afónicos. Nunca habían imaginado llegar a estar en semejante tesitura.
Hace poco sus pretensiones no pasaban de ser un… “Pablo ve y dile…” de Mariano Rajoy o “Santi toma tu chiringuito…” de Esperanza Aguirre.
Ahora los dos líderes se embelesan con la imagen que proyectan ¡Quién se lo iba a decir! Dos mediocres - aupados a los altares por mor de la política más indecente que ha soportado este miserable país  -  se afanan en demostrar quién de los dos es más retrógrado e infame.
Desde la tribuna parlamentaria alientan la desobediencia civil, el incumplimiento de la ley y la trasgresión de la norma, aunque todo ello lleve implícito poner a la totalidad de la población en un inaceptable estado de riesgo ¡Les importa un higo!
Unas pocas muertes más les parecen daños colaterales, igual que la guerra de Irak, los inmigrantes ahogados en el Mediterráneo o los refugiados sirios.
Se decantan por levantar el estado de alarma sin saber muy bien que significa permitir la movilidad nacional ni que leyes pueden ser usadas para limitarla ¡Para esta gentuza, el bien general vuelve a estar en entredicho!
Ver las imágenes de antidisturbios de Barcelona cargando contra manifestaciones de diferentes colectivos, mientras amables funcionarios uniformados facilitan que los palurdos de la banderita del barrio de Salamanca  aporren las cacerolas produce un profundo escozor.
La pandemia peligrosa no es la COVID-19, el verdadero peligro son los millones de descerebrados que siguen empeñados en imponernos sus ideas de sociedad, sus dogmas religiosos y su “paletismo” endémico.
Ese es el purulento virus que nos condena a todos a seguir anclados en una sociedad de película de Berlanga, reviviendo escenas de “La escopeta nacional” y que irremediablemente nos conducirá de nuevo a los tristes episodios de Puerto Hurraco.




viernes, 8 de mayo de 2020

¡Atentos!


Los cuñaos - sabios de barra de bar y de cena  navideña - tendrán que apechugar con sus teorías. Esta vez no servirá de nada el acostumbrado recule que con tanta destreza utilizan. Con cada nuevo dato que llega de los científicos, los listillos se ven obligados a correr a la hemeroteca para destruir las pruebas de su incontinencia verbal.
En este menester no les falta la complicidad de los mamarrachos habituales. Los medios de comunicación oficialmente derechizados cambian de versión con pasmosa facilidad sin aludir a las teorías que habían propagado unos segundos antes.
La catástrofe ha pasado por varias fases, de gripecilla sin importancia a pandemia devastadora prácticamente en la misma intervención mediática.
Mención aparte merecen las definiciones  que los detractores han regalado a las medidas tomadas. Los apelativos han oscilado desde precipitadas y alarmistas a tardías y laxas, Todo ello dicho sin que se les haya movido ni un solo músculo de su endurecido rostro.
Cuando fueron anunciadas medidas de prevención para frenar la extensión de los contagios, los promotores fueron tachados de alarmistas aunque ya se hubieran dado una cantidad significativa de casos, ¿Alguien se imagina que las medidas se hubieran adoptado antes? ¿Al igual que nuestros vecinos portugueses que se confinaron con 4 fallecidos? Solo pensar la reacción que hubiera tenido la “leal oposición” produce escalofríos.
A los falsarios no les importa cuando se tomaron las medidas, ni cuales, ni como se llevaron a cabo, ni con cuantos medios se contaba. Tampoco contemplan el absoluto desconocimiento que se tenía acerca del “bichito”. Su denominador común ha sido tachar las iniciativas del Gobierno como desastrosas, equivocadas, a destiempo (precipitado o tardío), sin fundamento, erróneas y sobre todo ineficaces.
El objetivo era y sigue siendo, desalojar de la bancada azul al Gobierno “social-comunista”.
El método que se emplea para ello carece de importancia. Se sienten legitimados por los millones de votos que sistemáticamente apoyan sus postulados. Así consiguió la extinta UCD, el juvenil tinte democrático que transmutó al aparato franquista en demócratas de toda la vida. Sus desmanes y barbaries quedaron en un segundo plano.
Un acierto de Adolfo Suárez fue distanciarse de la carcunda que emanaba de Manuel Fraga. Al paladín de la democracia el disfraz le duró poco. El conglomerado UCD se desmoronó, después el Congreso forzó su dimisión y por último los ahítos españoles enviaron al limbo al primer presidente de la democracia y su CDS.
Como legado del prohombre nos quedó el nombre de un aeropuerto y un vástago cuyo mayor mérito es acudir a las tientas y apellidarse Suárez.  
La historia ya la conocemos, tras el descalabro de UCD, llegó al poder el personaje  que ha dilapidado el mayor caudal político que nunca ha tenido nadie en este país. La derecha fáctica se vio forzada a recomponer su estrategia. Los que de verdad mandan (grandes familias, capital y obispos) enviaron a Fraga a Galicia.
El invento dio resultados. En 1996 una derecha unificada en torno al “hombrecillo insufrible” alcanzó la Moncloa. Hoy chirria la sinfonía que Aznar compuso y de la unidad se ha pasado a una derecha desgajada y rota en trozos difíciles de unir.
Una de las opciones ha vuelto a retomar la idea para la que fue concebida y que abandonó abruptamente. Su alumbramiento vino señalado con la vocación de ser la muleta que sustituyera a los volubles y pedigüeños partidos soberanistas. Una vez ensayado en el almirez de Cataluña, Ciudadanos saltó a la política nacional.
Pero a los diseñadores del invento se les escapó un detalle, no contaron con la altiva personalidad de Albert Rivera. El chico se vio tan cerca de ser “El elegido” que se pasó de frenada, las ínfulas que doparon al nene del Ibex 35 le hicieron perder la perspectiva y se saltó la raya marcada.
La nueva presidenta está devolviendo el protagonismo perdido a un partido fabricado para influir siempre en el poder. Si es con el PP bien, pero si atornilla al PSOE tampoco está mal.
Los jefes han recordado el camino y Arrimadas ha captado el mensaje. Volver a un bipartidismo tranquilo dejando a Ciudadanos en el Centro. Apoyar a uno o a otro, a una derecha tipo PP o a la derecha camuflada del PSOE.
Ahora que el centro está ocupado, las otras derecha han comenzado la carrera escondidas detrás de banderitas, crespones y grititos patrioteros. Los machos están en plena berrea para demostrar la idoneidad de su liderazgo. Asistiremos a un espectáculo curioso para ver quién se lleva el premio. El perdedor sabe que está condenado a mendigar o desaparecer. La unión de las derechas es la única posibilidad que tienen de volver a satisfacer al poder. Saben que una derecha extrema y una extrema derecha separadas tienen muy difícil alcanzar números que permitan llegar a la Moncloa. Juntas podrían forzar el apoyo de la muleta si saliera la suma.
Las espadas están en todo lo alto. El señor de los másteres regalados busca, en su imagen reflejada en el espejo, un atisbo de decencia y no lo encuentra. El círculo cercano tampoco ayuda mucho. Ineptos y aduladores se esmeran en no ensombrecer la imagen del muchacho.
En la otra esquina, el cafre antediluviano bufa anclado en un odio visceral hacia todo aquello que no entiende y se sale de los cortos parámetros  que adornan sus miras.
Este individuo, cuyo mayor logro es haber vivido como un marajá en un chiringuito fabricado ad hoc por la condesa consorte de Bornos, se permite el lujo de dar lecciones de dignidad y comportamiento cuando ha percibido de las arcas públicas cerca de medio millón de eurazos por rascarse  con fruición las partes pudendas.
Al coronavirus se encontrará una solución científica y adecuada a las necesidades que nos asaltan. Encontrar la vacuna contra otros virus que nos asolan será más complicado.
Ya va siendo hora de que los responsables de la situación política que sufrimos – es decir la población – seamos conscientes que la configuración parlamentaria que libremente hemos decidido es la que hay. Al igual que la leyes que hemos admitido, la Constitución que hemos aprobado o la Jefatura de Estado que nos representa.
Todo, absolutamente todo es susceptible de ser cambiado y mejorado, si no lo hacemos es por falta de ganas, de iniciativa o de voluntad, pero a estas alturas no nos está permitido alegar ignorancia eximente.  
Nuestra historia reciente está marcada por episodios violentos promovidos por salvapatrias similares a los actuales y que por la fuerza impusieron el camino que el pueblo tenía que recorrer.
Esos fantoches siempre han acabado condenando a la gente a una existencia de miseria, hambre y desolación. Normalmente seguidos por largos periodos de represión repletos de más miseria, más hambre y más desolación.
El fallecimiento del torturador tardío apodado Billy El Niño, es un buen momento para reflexionar acerca de la  necesidad de blindar el disfrute de los derechos alcanzados. Después de asistir estupefactos a las intervenciones de la oposición reaccionaria es imprescindible que las instituciones del Estado estén alerta y no bajen la guardia.
Falsear la verdad, pisotear las normas elementales de decencia democrática y desafiar al Gobierno puede conducir al país a un callejón sin salida.
Ese callejón oscuro del que ha costado tanta sangre salir.