miércoles, 25 de diciembre de 2019

El mensaje

Durante las entrañables fiestas, soportamos la impudicia con la misma naturalidad que comemos langostinos. Asistimos impertérritos a muestras de la más absoluta indecencia.
Con el paso del tiempo hemos adquirido una gruesa costra de inalterable desdén que nos aísla de aquello que nos resulta difícil de modificar.
Ver la pantomima real de simulada preocupación por los problemas que afectan a sus vasallos resulta enternecedor.
La andanada de tópicos soltados por la regia majestad borbónica durante la comedia televisada este año 2019 de la era cristiana, ha sido fiel al vodevil esperado.
Una institución - tan caduca como innecesaria - se cuela en nuestras cenas para demostrarnos una vez más su completa inutilidad.
No es del todo cierto que la monarquía no sirva para nada, sucede que -para los mortales comunes - es irrelevante y solo es útil para sus propios intereses y los de su estirpe.
Ese crisol de culturas al que denominamos España sufre los avatares de una esperpéntica situación política.
Con la nueva estructura de representación parlamentaria que las nuevas corrientes han propiciado nace una tenue esperanza para abrir un proceso constituyente.
Los partidos mayoritarios, otrora dependientes de partidos de ámbito nacionalista, se ven ahora abocados a atender las aspiraciones de grupos regionales, autonómicos o provinciales.
Si a esa situación se suman las corrientes ideológicas distanciadas del "oficialismo bipartidista", el resultado es un Congreso variopinto que necesita de grandes dosis de consenso político.
Al tiempo que se acrecientan las dificultades de convivencia entre los entes públicos, se obvian las cuestiones que  atañen a las clases trabajadoras. Aunque en la actualidad haya que andarse con cuidado para  llamar trabajador a un cualificado. Sea asalariado o no.
En la piel de toro no gusta ser clase trabajadora, son preferidas otras denominaciones de más relevancia y enjundia. No les importa que para sentirse de otra categoría tengan que sufrir atropellos y vejaciones. La humillación es llevadera si va acompañada de alguna migaja de diferenciación de la plebe ¡Para los "apesebrados" es tan insoportable ser plebe!
El preparado monarca que nos reina y del cual somos vasallos, o sea que nos avasalla, ha vuelto a leer de corrido y sin trabucarse todo un discurso navideño. Una de sus dificilísimas obligaciones. Otra de ellas - la de mayor importancia - la ejecutó al dejar resuelta la continuación dinástica.
Como digno sucesor de una inacabada situación post-dictadura, Felipe VI se ajusta al papel que le corresponde: el de engendro mediador entre los partidarios de un Estado moderno y los nostálgicos defensores del absolutismo de su  bisabuelo.
Estos últimos encontraron consuelo durante la brutal dictadura del "apadrinador" de su padre.
Franco dejó una herencia envenenada en forma de monarquía. Seguimos disfrutando del regalo sin quitar el envoltorio del paquete.
Para acabar el proceso democratizador que en su día fue iniciado, es imprescindible retomar sin ambigüedades el proceso constituyente. Las Constituciones son leyes vivas
adaptables y modificables en función de la necesidad.
¿Por qué tanto temor a la apertura del debate que dé solución a los problemas que nos aquejan?
El modelo de Estado, la cuestión territorial, la ley electoral o la Jefatura del Estado  son temas candentes que están en el punto de mira ¿Nos daremos una oportunidad de solucionarlo? O por el contrario ¿Seguiremos atados a una convivencia lastrada por transmisiones del pasado?
Los Borbònes hispánicos adolecen del menor atisbo de modernidad para venderse como defensores de las esencias democráticas.
Adolfo Suárez no osó preguntar a la población sabiendo que perdería el regio referéndum.
Los demás Presidentes no se han atrevido a plantear la elección entre Monarquía o República por temor al resultado.
Se reconozca o no, ese y no otro es el verdadero freno a la apertura de cambios sustanciales en este país.
La figura del rey es el baluarte real donde se anclan los privilegios ancestrales que disfrutan los caciques, defienden los sables nostálgicos, justifican los políticos acomodados y santifican los obispos mantenidos.
Todos ellos son brazos ejecutores de un sistema monárquico que de poco nos sirve y para nada aprovecha.

miércoles, 18 de diciembre de 2019

Pestilencias periodísticas


Aun cuando nos resulte difícil de aceptar la situación vamos a intentar no exagerar ¿Es posible que la tónica general sea la falta de sensibilidad ante una barbaridad de semejante calibre?
En realidad solo unos cuantos zoquetes anclados en posturas superadas por la sociedad han sido los partícipes de las movilizaciones.
Aunque nos resulte insoportable tampoco podemos olvidar que a día de hoy sigue habiendo muchos “gérmenes patógenos” transitando ocultos en la caspa que permanece bajo el barniz de las costumbres casi democráticas.
Los mismos que han decidido ser portadores de la carpetovetónica esencia hispánica, se han puesto la boina paleta para lanzarse a reivindicar el salvajismo. 
La movilización ha sido provocada por una sentencia judicial que no entienden. Intentan convencerse y convencernos de que la violación a una niña no fue para tanto.
Esgrimen el consentimiento de la niña y torticeramente ignoran que no tiene ningún valor el hecho de que una menor de 16 años consienta relaciones con un adulto. La relación sexual en sí misma es un delito: o delito de abuso o de agresión sexual.
Todo el rebaño defensor de los agresores piensa que no puede ser tan grave el hecho.  Para los energúmenos mesetarios movilizados, no tiene mayor relevancia que tres hombres mayores de edad se valgan de su superioridad física, la situación intimidatoria y la indefensión para abusar de una niña.
A pesar de ser muy simple se niegan a entender la sentencia judicial y la perciben como un ataque a sus formas ancestrales de tratar a una mujer. En esta ocasión no acatan las decisiones judiciales ¡No les viene bien!
Es curioso ver cómo son capaces de variar de opinión en función de quienes son los artífices del delito. Si los condenados hubieran sido pertenecientes a cualquiera de las nacionalidades o etnias que conviven con nosotros, las manifestaciones serían para pedir cadena perpetua con castración incluida. Como son unos chicos “blanquitos” y socialmente “autóctonos” y además populares futbolistas,  la víctima pasa a ser la culpable.
En fechas recientes se desató una furibunda campaña en los medios de “desinformación”. La finalidad fue soliviantar los ánimos en búsqueda de condenas ejemplares y ejemplarizantes contra los violadores y especímenes similares. Por lo visto esta premisa es válida siempre y cuando los implicados en los delitos no pertenezcan al colectivo de patriotas ibéricos.
La dureza de las leyes es la consigna de las formaciones políticas que fundamentan su existir en el aumento de la crispación, en la violencia verbal no exenta de posibilidades de pasar a la violencia física, personajes que mezclan patriotismo con despotismo para ir contra los que discrepan de sus ideas y creencias.
Algunos periodistas carentes de ética han empezado a orquestar una vergonzosa campaña que persigue varios objetivos:
En primer lugar desprestigiar los órganos de Justicia como garantes de la defensa de los derechos y libertades individuales. Sobre todo los derechos de las mujeres.
Otra finalidad buscada es el ataque directo contra cualquier persona que discrepe del pensamiento único que pretenden imponer.
Aunque – en este caso - el objetivo principal que persiguen es intentar desprestigiar las declaraciones y la denuncia de una menor. Es muy importante recordar que la víctima tenía menos de 16 años en la fecha de la agresión. 
Para ello no reparan en ningún tipo de acción que sirva a unos infames intereses. Tampoco les importa gran cosa falsear la verdad u ocultar algunos datos de vital relevancia, el caso es lograr que unos pocos analfabetos estructurales piquen el anzuelo y salgan en grupo gritando consignas prediseñadas.
Cuando una pandilla de bestias se manifiesta contra la condena judicial de los “pobrecitos muchachos” de Aranda de Duero, lo hace dirigida por los tertulianos de esos programas televisivos que sobreviven vendiendo la intimidad de las personas.
Culpabilizan a la víctima preguntándose ¿Qué hacía una niña en un piso con cuatro hombres adultos? cuando la pregunta debería ser ¿Qué hacían los hombres adultos de edades de 19, 22 y 24 años  con una menor de 15 años? Seguramente enseñar a la cría a jugar al parchís.
Todos son estratagemas de los opinadores y plumillas para dictaminar que la niña es una fresca incorregible a la que le va la marcha. Sin embargo los pobres muchachos son unos mártires seducidos por la guarrilla.
El mismo proceso de siempre: la mujer ¡Culpable!
En este caso se piensa que 38 años de condena son muchos y no, no son tantos. Son 14 por agresión sexual a una menor más 12 por colaborar con un agresor mas 12 por ayudar a otro más, eso es lo que suma 38.
Cada uno de ellos ha sido condenado por tres delitos. Uno como actor principal – agresión sexual – y otros 2 delitos por cooperación necesaria con sus compañeros para ayudarles a agredir a la niña.
Para dar una vuelta de tuerca más en el proceso de descredito de la violada están saliendo a la luz pública unos videos y audios alegando que no fueron tenidos en cuenta en el proceso judicial.
Una falsedad propagada por mamarrachos sin escrúpulos dedicados al periodismo. Este es un clavo ardiendo al que se agarran los “ejemplares muchachitos” y esgrime la gentuza defensora de los violadores condenados.
Empieza a ser una norma de uso frecuente el trato que la chusma periodística da a los casos de violencia contra las mujeres, primero niegan que exista la violencia, a continuación la disculpan restándole importancia para acabar de forma sistemática culpando a las víctimas que sufren las violaciones. Los mejores perfumes no logran camuflar tanta pestilencia.

martes, 3 de diciembre de 2019

La tierra es plana


Tuvo que ser una mujer la que pusiera en su sitio a un cafre estructural.
Nadia Otmani,  víctima doble de la violencia machista, intentó sin éxito alguno que un descerebrado con aroma a naftalina reconsiderara su postura. Naturalmente no lo consiguió, lo único que logró fue la atención y comprensión de una gran mayoría social. No es poco.
Cuando la humanidad no era más que un grupo de animalitos reunidos para sobrevivir, la tierra era una gran desconocida. Por supuesto, no faltaron los que se dieron cuenta de que el desconocimiento del entorno en que vivían les proporcionaba una excelente oportunidad para someter a los humanos a los caprichos de algunos avispados.
Hoy muchos idiotas dirían que eran los más preparados. Se estaban dando los primeros pasos para que hubiera reyes y nobles, también era el germen para que nacieran opresores y oprimidos. Capitalismo en estado puro.
Hubo muchos antepasados nuestros que soportaban mal una vida de sometimiento. Antes que aguantar los caprichos de otro, por muy rey o faraón que fuera, preferían la muerte. Para cerrar esa puerta apareció un nuevo actor en escena: los enlaces con el más allá, es decir los sacerdotes.
La ausencia de respuestas ante lo desconocido hizo que la religión sobrepasara a la filosofía antes de que la ciencia pusiera algo de orden. Al no encontrar explicación para fenómenos cotidianos, resultó más fácil atribuir a fuerzas sobrenaturales la procedencia de los hechos desconocidos que explicar los acontecimientos.
A los negadores les resultaba más sencillo oponerse a los avances que acomodar sus dogmas a los nuevos hallazgos. Así mantenían sus privilegios apoyados por las armas y la fuerza de los poderosos. La resistencia que han encontrado los avances científicos es por todos conocida, en la actualidad siguen poniendo trabas a diversas áreas de investigación en nombre de una moral única. Paradójicamente las pruebas con productos no contrastados que realizan las farmacéuticas no merecen tipo alguno de reprobación. El dinero de la industria del medicamento es muy goloso.
La investigación y el desarrollo científico fueron los motivos por los que quemaron, torturaron, lapidaron, ahorcaron y sacrificaron a cientos de miles de seres humanos. Unos anónimos y otros relevantes pero todos ellos víctimas de la insaciable codicia de los prelados y de sus protectores.
Lamentablemente nada ha cambiado. Desde la fétida ignorancia de perversos alucinados se siguen negando hechos reales o sucesos científicos de sobra probados. Los caciques de la humanidad temen que sea cuestionada su forma de vida por las corrientes defensoras de la vida. Ya sea la vida de la tierra o la de las mujeres.
Los cavernícolas de hoy siguen defendiendo sus guaridas al igual que lo hicieron en el principio de los tiempos. Todo sigue igual, los mismos reyes, similares caciques, brujos, chamanes y sacerdotes. Dioses de verdad (el dinero y el poder) y de mentira (los instalados en el más allá) siguen condicionando la vida de las personas, sobre todo de las femeninas que continúan siendo escandalosamente maltratadas por su condición de mujeres.
En la sociedad actual encontramos a los mismos personajes y con idénticos comportamientos. Niegan la violencia del hombre sobre la mujer aun cuando las mujeres - por el hecho de ser mujer- sean las que sufren la violencia de forma inaceptable.
Para defender el “maltrato” judicial que dicen que padecen los varones, se agarran a un ridículo 0.18% de denuncias falsas.
En estos días se está llevando a cabo la conferencia sobre el cambio climático y los reaccionarios atribuyen a influencias de una izquierda radical la puesta en escena del problema que afecta a la propia subsistencia de la humanidad.
La caterva de bestias sigue negando la violencia machista y la emergencia climática. Les importa un bledo la vida, solo están interesados en su propio interés. Son negadores de cualquier asunto que les impida enriquecerse rápidamente y de la forma más obscena aunque sea a costa de la vida de las mujeres y del futuro.
Sudan copiosamente cuando una mujer en silla de ruedas les pide que la miren a los ojos. No pueden hacerlo, su cobarde comportamiento les delata.
Valientes de pandereta y banderita, machotes impostados que se han acercado al abrevadero del Estado escondiendo con grandilocuentes palabras una escalofriante y malvada ignorancia aderezada de peligroso e irracional fanatismo.