El
miedo aconseja “seguridad” y la seguridad recomienda represión. Con esta línea
argumental los miedosos reprimen a los que ellos consideran perturbadores de su
bienestar.
¿Quiénes son considerados como tales?
Al
principio se les asigna este rol a todos los que se ven obligados a ejecutar
tareas enmarcadas fuera de la legalidad social, a las personas que para poder
subsistir tienen que transgredir las normas impuestas (no viven como dios
manda). Potencialmente peligrosos son, por regla general, todos aquellos que
carecen de lo que nosotros disfrutamos para cubrir nuestras necesidades
básicas. Aquel que no tiene comida tratará de conseguirla llegando incluso a
quitársela al que tiene si le resulta necesario.
Cuando
hablamos de comida nos referimos a cualquier otra necesidad imprescindible;
vivienda, vestido y naturalmente sanidad y educación, pilares básicos de una
vida humana con atisbos de dignidad.
Para la defensa de sus posesiones los medrosos tienen varios
caminos a elegir:
1º La defensa a ultranza de sus bienes, o bien
2º Reconocimiento del derecho que tienen los desfavorecidos
a una vida en dignidad e implantar un sistema de justicia social que dé
cobertura suficiente a las necesidades básicas.
Todos
conocemos la elección que se ha escogido. A través del miedo ha sido inoculada
la creencia de que para defender nuestras miserables vidas debemos protegernos
de los que tienen una existencia aún más miserable que la propia. La caída en
esta dinámica no es casual, es provocada por infames depredadores que alimentan
intereses con la inseguridad de los miedosos. Así se incrementan los presupuestos
en defensa y seguridad; a los presupuestos contribuimos todos pero en los
barrios y urbanizaciones seguras viven los que reparten equitativamente el
miedo entre todos.
Fácil
y cómodo, conocedores como son de la tendencia natural de la especie a
salvaguardar los bienes individuales, en la distracción encuentran campo
abonado para expoliar los bienes comunes. Eso importa menos. Como no hay
presupuesto para hacer frente a todas las urgencias se desatiende la vigilancia
de las arcas públicas (la urgencia vital es aumentar la vigilancia de los
parques o las playas poniendo más guardias). Con esto se tienen menos órganos
de control, menos interventores de cuentas, menos inspectores de hacienda y
trabajo. En definitiva un campo más ancho para los infractores y leyes laxas para prevenir la delincuencia de cuello
blanco.
El
tipo de chorizo asaltador de los presupuestos del estado es menos molesto para
los comunes que el desarrapado que en un descuido nos hurta la cartera o nos
birla la americana. Con este tipo de
pobres mangantes somos implacables y exigimos que caiga sobre ellos todo el
peso de la ley, no paramos en mientes para pedir castigos y condenas. Nos
molesta infinitamente más la picadura del mosquito que la mordedura de la
serpiente. Al insecto lo aplastamos con fiereza, al reptil le adoramos con
servilismo.
No
respetamos al débil pues pensamos que estamos a salvo de su ira, en cambio
adoramos al fuerte temerosos de su cólera.
Po
el contrario si hubiéramos adoptado la opción de la justicia social, no
necesitaríamos tanta protección porque estaría a salvo nuestra casa, todo el
mundo tendría la suya, la comida no sería robada pues cada cual tendría lleno
su plato.
Tan
solo necesitaríamos prevenirnos del peligro verdadero, el que representan los
acaparadores, los usureros, los que con nada se conforman y acarrean fajos de
billetes a cuentas bancarias en Suiza.
Podríamos
hacerlo si no estuvieran los mecanismos del Estado tan preocupados de los
mosquitos y pudieran dedicar medios eficaces para eliminar a las alimañas.
El
archivo de la causa del Tarajal es una buena prueba de todo lo anterior. La
jueza en su auto dictamina que los culpables son los 15 muertos. Según la
magistrada conocían los riesgos a los que se enfrentaban cuando intentaron su
entrada en España a través del mar. Lo que desconocían era que intentaban
entrar en un país sin ningún respeto por los derechos humanos y que castiga con
la pena de muerte una falta administrativa: no portar documentación. Con
semejantes antecedentes cualquier descerebrado con uniforme podrá pensar que
los bañistas de piel morena están invadiendo España por las playas fronterizas
y liarse a tiros. Esa es la justicia que nos administran. Justificar el empleo
de material antidisturbios como medida de fuerza proporcionada da como
resultado 15 muertes.
Arsenio
Fernández de Mesa se mesará sus plateados rizos con una sonrisa de
satisfacción, el auto ha dejado a salvo el honor de la Guardia Civil. Honor que
por otra parte nunca ha estado en cuestión, el debate gira alrededor de la
actuación de unos funcionarios, de la orden recibida, del responsable de la
orden y por supuesto de la honorabilidad del escondido Arsenio y de su piadoso
jefe Fernández Díaz. Por mucha sentencia exculpatoria que se dicte difícilmente
se olvidarán los balbuceos en sede parlamentaria del ministro o el exuberante
ridículo del Director del Instituto Armado.
¡Cuánto
dudo que muestren la misma contundencia con los yates de 20 metros de eslora,
propiedad de prominentes individuos
encorbatados, que atracan en nuestras costas atiborrados de cocaína con los
camarotes repletos de putos sin papeles y putas indocumentadas!
Claro
que estos prohombres tienen amigos influyentes para los que hacen inocentes
transportes con destino a bancos de los
múltiples paraísos que visitan.
No hay comentarios:
Publicar un comentario