En
el Complejo Hospitalario Universitario de Santiago se encuentra ingresada
Andrea. La paciente es una niña de 12 años,
a la cual se le diagnosticó la enfermedad a los ocho mese de vida, más bien se
detectó una extraña anomalía que se agravó cuando tenía dos años. Según los
diagnósticos la niña padece una
enfermedad rara, degenerativa
irreversible.
No
es muy difícil imaginar el sufrimiento por el que durante diez largos años han
transitado lo padres de la criatura. A cualquiera que sea padre no le cuesta
mucho trabajo imaginarse lo que es ver la carita sin esperanza de su hijo. A
nadie que haya sentido el calor de las manos de su niñita le resulta extraño el
dolor de los progenitores.
No
existe en el mundo nada que oponga mayor resistencia a aceptar la evidencia. Es
incuestionable la fuerza de la tenue llama que alumbra la ilusión de unos
padres por ver la recuperación de un hijo. Los demás podemos acercarnos a su
dolor pero de ninguna forma seremos conscientes de su autentico tormento.
Los
padres de Andrea necesitan poner punto final al padecimiento gratuito de su
dolor. No soportan por más tiempo asistir cada día a veinticuatro horas de
suplicio.
Las
sesiones legales les abruman, las disposiciones de médicos adocenados les
perturban, los jueces de sangre casquivana les atormentan y los popes
religiosos les castigan.
El
servicio de pediatría del Complejo hospitalario Universitario de Santiago se
aferra a un hipotético comportamiento
deontológico para alargar in tempore el sufrimiento de la pequeña.
Un
juez dicta un auto que valida la actuación canallesca de los galenos. Habría
que analizar con lupa la adscripción religiosa del jurista.
Los
políticos se posicionan en mor de sus creencias. Unos en mercadotecnia perpetúa
tal que Sánchez Feijoo que lo libra todo al dictamen judicial, previamente
adulterado por la propia ideología del magistrado.
Otros,
como el Secretario General del POSE (no es una errata), que adoptan una postura
de modelo de pasarela y nos obsequian con declaraciones que nunca va a cumplir.
No es la primera vez ni será la última. También son Constitucionalista
acérrimos y el apartado aconfesional de la Constitución se lo pasan por el forro
de sus caprichos a favor de sus fervores eclesiásticos ¿necesita pruebas Pedro
Sánchez? Que indague en el Ayuntamiento de Zaragoza para conocer la deriva del
grupo POSE de Carlos Pérez Anadón en algo tan simple como el Reglamento de
Protocolo apartado asistencia a actos religiosos, el nacionalcatolicismo no
era más católico, apostólico y romano que la facción del POSE aragonés que ha legado
Belloch .
La Conferencia Episcopal Española es el candado adecuado para
cerrar el círculo del dolor . La curia no podía dejar pasar la oportunidad de flagelar a la ciudadanía.
El
portavoz José María Gil Tamayo en rueda de prensa posterior a la celebración de
la Comisión Permanente no quiso entrar a enjuiciar el caso porque según
manifiesta desconoce los detalles, pero de pasada sin entrar en profundidades,
sin atender al fondo de la cuestión, declara la oposición de la Corporación
Católica a dar el beneplácito para permitir que la niña abandone este mundo de
padecimiento y obtenga una muerte digna. Para la Conferencia Episcopal Española
es muchos pedir.
La
justificación son extraños argumentos éticos-morales que solo los purpurados
entienden ¿Quién son ellos para enjuiciar el dolor de los padres? Ellos - a los
que todo el mundo llama padre excepto sus hijos que les llaman tíos - se arrogan
la potestad de enjuiciar el sufrimiento de los demás.
Unos
personajes que, para los demás, consideran el sufrimiento una gracia divina.
Ellos corren a la Seguridad Social y a los ambulatorios en cuanto les duele la
uña de un pie.
Espero
y deseo que sean consecuentes con sus creencias y sufran en silencio sus
dolores, sin remedios mundanos ateos, sin quirófanos y sin anestesia. Para
ganar la gloria eterna a través del sufrimiento que empiecen por ser coherentes
con sus homilías y renuncien a los tratamientos médicos. A los contribuyentes
nos libraran de un gasto tan costoso como innecesario y superfluo según se
desprende de las palabras de Gil Tamayo. Si a su dios se llega a través del
dolor que lo hagan ellos. Los demás les cedemos gustosamente nuestro sitio a la
vera de su hipotético e imaginario destino.
Al
fin y al cabo si todo tratamiento persigue paliar el dolor y los señores
Obispos opinan que el martirologio señala el camino hacia la salvación una
prueba contundente de su espiritualidad sería la renuncia a los tratamientos
científicos mundanos. A eso se le llama leal coherencia a los principios.
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