La
barbarie es barbarie se denomine como se denomine no importa el nombre que le
pongamos, ni los fines que las acciones persigan, serán actos deleznables por
mucho que los enmascaren tras un barniz de hermosos apelativos disimuladores de
sus atroces consecuencias.
La violencia
existe en la naturaleza, es consustancial con la vida ¿Acaso no es violencia la
muerte del herbívoro presa del depredador? La necesidad de pervivencia de uno
lleva aparejado el extermino del otro. El reino animal tiene asumido que las
cosas son así, en cambio los humanos buscamos cientos de explicaciones a estos
tipos de comportamientos y el que mejor encaja en nuestro pensamiento es la
regulación de la vida, el orden natural de las cosas, el equilibrio de la
existencia.
Con ese
tipo de razonamiento damos por sentado que, a través de actos violentos, la
concordia se mantiene. Justificamos la existencia de los cazadores como
elementos reguladores del control poblacional de los cazados.
El género
humano, como depredador especializado, emplea métodos violentos para imponer su
voluntad al contrincante, ese y no otro es el germen de la guerra: Un bando
acude al ejercicio de la fuerza cuando sus aspiraciones de posesión no son
atendidas por el bando contrario. Se trata de poseer, lo que sea, ya sean tierras,
agua, minas, oro, petróleo, personas, lo que sea que se necesite o se desee.
La diferencia
fundamental entre el depredador animal y el humano es que aquel cubrirá su
necesidad de supervivencia y descansará en su empeño violento una vez
satisfecha. El humano no, el hombre se dejará arrastrar por la codicia y querrá
acumular bienes sin otro objetivo que el de la posesión por la posesión,
exigirá más poder, más tierras, más dinero, más esclavos, sus ansias no tendrán
limite y no reparará en utilizar todos los métodos que tiene a su alcance; el
recurso definitivo será la violencia.
Si nos
desposeemos de los avances científicos y tecnológicos, nuestro comportamiento
no difiere mucho del que tenían nuestros antepasados en la edad de las cavernas. A su favor jugaba
el profundo desconocimiento y la ausencia de pensamiento filosófico en búsqueda
de la verdad, cuando la filosofía apareció en escena comenzaron a articularse
las relaciones entre las personas. Desafortunadamente la filosofía fue sustituida
por las religiones y una vez hallado un destino superior se acabó la búsqueda. Para
todo lo que carecía de explicación lógica el inmenso poder de los dioses puso
la respuesta. Se abrió un gran baúl de basura en el que cabía de todo, desde
una vida después de la muerte hasta un premio a los desfavorecidos si admitían dócilmente
su condición de seres perjudicados en su existencia.
Si tus
hijos se morían de hambre no era porque el señor conde acaparara trigo, era
porque los caminos del “Señor” son inescrutables.
Paso
a paso, poco a poco el poder encontró un aliado inestimable, a la opresión en
el más acá le unieron el castigo en el más allá. Cerraron el círculo para dar
una vuelta de tuerca a su dominio ¿Cómo te atreves a cuestionar la vida de tu
rey? Arderás en el infierno por insolente.
Naturalmente
siempre que nace un negocio hay imitadores y tras un dios apareció otro y otro
y…,en esas
estamos. Enfrentamientos de poder bajo la bandera de los dioses. Lerdos del
calibre de José María Aznar pregonan el predomino de la civilización cristiana
soslayando a Aristóteles, Sócrates o Platón. Para personajes como el mencionado
la dosis de derechos humanos que disfrutamos no es producto de infinidad de
luchas sociales contra sus creencias, es fruto de la concepción cristiana de la
vida. O sea, según este tipo de personajes de las hogueras quema herejes surgió el voto
universal o la jornada de 40 horas o la emancipación de las mujeres o la
igualdad de sexos o la equiparación de razas.
Ahora
surge el “terrorismo” islamista. ¿Y si no es terrorismo? Parece que ninguna de
las nuevas estrellas de los debates -
los expertos en terrorismo internacional – contempla la posibilidad que los
sangrantes acontecimientos que azotan Occidente sean producto de un reparto de
violencia. Le llaman terrorismo para identificarlo con acciones de grupos de
asesinos que perturban nuestra serena paz social. Un vistazo a la historia nos
enseña que los que para la corona española fueron en su día rebeldes, tales
como Bolívar o San Martin, hoy son libertadores del pueblo, los guerrilleros
españoles contra la invasión francesa son
vistos como patriotas, revolucionarios como Marat o Robespierrre hoy son adalides
de la libertad. Siempre que triunfe la revolución
es una fórmula de ejercicio de la violencia que termina legitimándose, uno de
los últimos ejemplos es Cuba, 50 años después el imperio americano ha dado su beneplácito
para que Obama se relacione con los Castro.
Nadie
nos asegura que los terroristas de ahora no sean los héroes de mañana. Quizás el
término terrorista acabe con la misma aceptación que han obtenido el de “guerrillero”
o el de “revolucionario”, tal vez
deberíamos pensar que son nuevas formas de responder a las imposiciones de los
poderosos repartiendo el dolor que los caciques mundiales provocan. Tal vez y
solo tal vez, deberíamos pensar que más de un
millón y medio de muertos en la zona de conflicto, Irak, Afganistán, Pakistán,
Líbano, Palestina, Siria… están teniendo como respuesta unos centenares
de víctimas en nuestro entorno.
La
religión solo es el banderín identificativo, la enseña de reclutamiento, si el
enemigo fuera la creencia religiosa, esta sería derrotada con escuelas en las
que se enseñara civismo humanista. El enemigo
son los obscenos intereses de vergonzantes multinacionales que se enriquecen
mediante la sangre y el dolor con ayuda de los sátrapas de la zona y la indiferencia
de la placida sociedad occidental. Los vocablos para definir comportamientos no
son inocentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario