sábado, 23 de julio de 2022

Indecencia de maleantes

En  los albores de la humanidad, es decir hace ya un porrón de años, unos tipejos decidieron que tenían que imponer su voluntad sobre el conjunto que habitaba la cueva porque si no su ración de bicho cazado iba a ser tan escasa como la de todos los demás.

Al comienzo lo hicieron a hostia limpia, bueno a mamporro con pedernal afilado. Eso duró unos cuantos miles de años.

Después un “Cabroncete” se percató de que, si convencía a su primo el bruto para que repartiera las hostias por él, él también podría entrar en el reparto.

Así pues, hostiazo va, hostiazo viene, en determinadas estaciones del año llegaron a tener más comida de la que necesitaban consumir. Nacieron los excedentes.

Esos perversos bienes sobrantes  necesitaban ser custodiados para que los “listillos” de turno no los afanaran. 

“Cabroncete” se dio cuenta de que su primo el bruto no era suficiente para mantener alejados de las viandas a los hambrientos y por eso, reclutó entre los amigos de brutalidad de su primo, a unos cuantos colegas para resguardar la comida almacenada. Acababa de nacer el embrión de fuerzas represoras de la época.

Mientras las excursiones de cacería, las recolecciones de frutos y vegetales daban para mantener a todos, eran raras las intervenciones de los brutotes. Ahora bien, cuando la caza se reducía y la recolección no llegaba a fin de mes, los golpes incluso los muchos golpes, no resultaban disuasión suficiente para los hambrientos que veían como se acercaba la muerte a través de sus tripas.

Tampoco estaba tan mal,  morir acababa siendo una liberación al sufrimiento.

En ese crítico período se dio lugar una de las múltiples casualidades que han propiciado el devenir del animal humano. Vete tú a saber que sucedió, quizás un rayo que provocó fuego, una tormenta que anegó la cueva, una estampida de búfalos que arrasó la estepa… un fenómeno inexplicable – como casi todo lo que pasaba entonces – fue atribuido a un ser superior que controlaba la vida de los pobres humanos.

En ese momento un ser huidizo, cobardón, pusilánime y rastrero se percató de lo vulnerables que eran sus congéneres y decidió aprovechar sus supersticiones y temores. Apareció el mago, o lo que es lo mismo: la religión con el primer cura.

Cada día que pasaba, el “Cabroncete” veía disminuir los habitantes de su aldea como resultado de los escarmientos que propinaban sus brutotes a los disidentes. Aun así los descontentos preferían morir a palos que de hambre y resignación.

El disgusto de “Cabroncete” le llevó a pedir consejo al mago y este, después de una viscosa negociación, se avino a colaborar en la tarea de mantenimiento del orden y las cosas como dios manda: comenzó a propagar la religión y el temor a lo divino, a lo  desconocido, a lo que está por llegar.

Los castigos prometidos para aquellos que osaran desafiar las leyes de dios transcendían de la propia vida, nació el más allá, la vida tras la muerte, el premio para los dóciles y el castigo para los rebeldes.

¡Castigos por toda la eternidad! ¡Con lo que debe de durar la eternidad! Atroces tormentos y dolor insufrible y eterno  ¡Muy chungo todo!

Hasta nuestros días ha permanecido inalterable esa sociedad creada y nacida en los albores de la humanidad: El Capital (los excedentes alimentarios) protegidos por las Fuerzas Armadas (Los brutotes) y resguardadas santificadamente por el mago (Los curas y las religiones).

En la cazuela que se cocinan los excedentes actuales (El capital) se ha introducido la ración de un ingrediente muy sabroso. Los medios de información.

Según preferencias proporcionan ligazón al guiso o lo dejan suelto y ligero.

La divulgación ha nacido para manipular nuestras vidas. Al principio parecía que no iba a ser así. El cometido de la divulgación informativa era dar a conocer al mayor número de habitantes posible las opciones, comportamientos, peligros y soluciones que la comunidad tenía a su disposición para solventar los problemas.

Pero ¡No! paulatinamente se convirtió en una herramienta del “Cabroncete” para ensalzar a los brutotes, halagar a los curas y manipular a los habitantes en general.

En nuestros días, encontarmos comportamientos afines en nuestra sociedad.

Los audios de Cospedal y Ferreras buscando atribuir comportamientos ilegales a rivales políticos - con la inestimable ayuda de la denominada policía patriótica, fiscales afines y jueces corrompidos - tienen como única finalidad interferir en la decisión democrática de los votantes ¿Cómo?  Muy sencillo; falseando la verdad, dando noticias que los inculpados tendrán que desmontar utilizando sus escasos recursos y su tiempo.

El comisario Oliveros jefe de la UDEF lo dijo claro: lo preparamos, damos la noticia y que los afectados lo desmientan si pueden. El facineroso sabía muy bien que cuando la causa se archivara las elecciones generales serían un recuerdo en la lejanía con resultados inamovibles.

Por repugnante que sea, a día de hoy,  los rescoldos de las noticias inventadas siguen rodando por los programas de máxima audiencia y repetidas por las estrellas de los medios de divulgación.

Sin ir más lejos en la radio de los obispos (COPE) manipula un des-informador llamado Carlos Herrera, que para lamer la suela del amo que le da de comer necesita mentir aviesamente con tal de conservar su canonjía ¡Pobre Carlitos! ¡Tan poderoso y tan mezquino!

A sus años no se ha enterado de que la opción republicana es tan lícita como la monárquica. Que no querer ser vasallo es más respetable que elegir ser súbdito.

Si considera que sus descendientes son de peor calidad que las dos nenas Borbones y por consiguiente tienen menos derechos, es él quien  tiene que explicárselo a sus vástagos. Ahora bien,  sin hacer partícipes de su servilismo a los demás.

Pero entérate Carlitos, el Emérito no se sienta en el banquillo solo  porque la justicia española se ha arrodillado tanto que ha permitido que la prescripción de los delitos  le pase por encima. No por una inventada persecución. Nadie  obligó al otrora “El Campechano” a defraudar.

Ningún español le incitó a cobrar comisiones ilegales. Sus tropelías no son juzgables por su condición de irresponsable, no por su inocencia.

Y lastimosamente tú y otros muchos como tú, le reíais las gracias cuando - bastante subido de índice alcohólico - dilapidaba millones  de todos en juergas y queridas.

Dices,  a quién te quiera oír o leer, que gracias a Juan Carlos los comunistas no están en la cárcel.

Carlitos, en la cárcel tiene que estar los delincuentes y más que ninguno, aquellos que se valen de su posición privilegiada para estafar a su país.

Los jueces, los comisarios, los ministros, los militares golpistas, los policías patrióticos, los periodistas fuleros y mentirosos.

Y sobre todos ellos, los Jefes de Estado que abusan de su posición de privilegio para enriquecimiento personal, amparados por unas leyes hechas por cabroncetes, protegidas por brutotes y santificadas por obispos.

Por eso queréis a la cúpula de Podemos en la cárcel, por ese motivo inventáis delitos y amañáis noticias.

Se os llena la boca de meritos para alcanzar puestos bien pagados y de relevancia al tiempo que colocáis a vuestros cachorros en empleos fabulosos cuando el único mérito que tienen es el de haber sido  engendrados por un rastrero lacayo de los amos..

Aunque entiendo perfectamente tu posicionamiento, los que no concebís la democracia como un ejercicio de confrontación de ideas, reclamáis una celda para todo aquel que contradice vuestro pensamiento.

 Bueno, el tuyo no, el de tus amos. 

  

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