jueves, 23 de febrero de 2017

Oda juridica

Unos segundos de pausa,
unos momentos de silencio,
un juez defraudado,
unos ciudadanos huérfanos.

Un fiscal atormentado,
una democracia indefensa,
unos jueces maltratados,
una justicia maltrecha.

Vivimos momentos intensos
de un juego perverso,
un presidente cansino
enrocado en el esperpento.

No juzga el doliente
las decisiones amables,
mas repite persistente
 servidumbres abominables.

Este momento insolente
de esta infame democracia
está obligando a la gente
a exigir otras gracias.

Es cierto y comprobado que las actuaciones circunscritas al ámbito legal no llegan a alcanzar las aspiraciones de justicia que la población espera. Para muestra, el tratamiento dado al yerno del Emérito. Pena suave y con condiciones de cumplimiento.
La justicia tiene una primigenia obligación: ser justa
Robar una gallina es un delito, la función principal de la justicia es reparar el daño ocasionado, o sea, devolver la gallina. La pena anexa que se impone al infractor es un acto de ejemplarizante disuasión para que delinquir no salga gratis.
Por supuesto a más daño más condena y mayor reparación.
¡Eso es la justicia! o es lo que debería ser.
En la histórica España y en la  actual resulta  una  utopía, una ilusión.

Expoliar a gran escala tiene un tratamiento muy dulce. Quizás porque los mismos personajes que legislan (los lacayos de los amos) son los que están reconocidamente capacitados para cometer los grandes delitos.

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