No
hace muchos años, las noticias tenían un amplio recorrido y duraban en el
candelero el tiempo suficiente como para ser analizadas en profundidad y
levantar un debate que tan sólo el tiempo y la aparición de otra noticia se
encargaba de amortiguar hasta su desaparición de la escena mediática. Hoy en
día no, en la actualidad las noticias se suceden con tal velocidad que cuando
quieres participar en el análisis llegas tarde. Si a ello añadimos la capacidad
que tienen algunos actores político - sociales de generar sandeces cada vez que
abren la boca, la cosa se complica de manera exponencial.
Entre
esos actores destaca el actual Ministro del Interior, el mismo que nos ha
regalado una ley para que no hablemos, para limitar nuestras libertades y por
ende, según el dictamen unánime de CGPJ, de dudosa constitucionalidad. Ese
adalid del neoliberalismo a ultranza, defensor del integrismo religioso y
otorgador de distinciones policiales a seres de su imaginario, ha encontrado la
consabida excusa recurrente para balbucear una explicación mentecata en su
comparecencia: La seguridad.
Ha hablado el
responsable de mantener a Cuco Fernández de Mesa en el puesto de Director
General de la Guardia Civil a pesar de su esperpéntica actuación durante los
hechos que desembocaron en la muerte, ¡La Muerte!, de unos inocentes inmigrantes
cuyo grave delito era la ausencia de un papel.
Para defenderse Cuco
atacó, se retractó, se desmintió, se enredó en un maremágnum de explicaciones y
por fin desapareció. El asunto está en sede judicial con un procedimiento que
tardará lustros en dilucidarse. Para cuando se dictamine nadie será responsable,
como mucho cargarán con el marrón los guardias que efectuaron los
disparos.
Con
lo fácil que hubiera resultado llamar a declarar - en calidad de imputados por
uso desproporcionado de la fuerza con resultado de muerte - a los funcionarios
que dispararon y hacer una sencilla pregunta: ¿Usted por qué motivo disparó?
Fácil y directo. Con la respuesta sabríamos que responsables políticos tenemos,
que responsables policiales nos protegen y que fuerzas de seguridad preparamos.
Un 3 en 1 vamos. En lugar de respuestas tenemos una historia inconclusa y
prácticamente olvidada.
Pues
bien, este personaje (El Ministro) que lleva 35 años saltando de sillón en
sillón, viviendo de los presupuestos generales, alcanzando con cada nuevo cargo
un nivel de incompetencia superior al anterior, se ha sentado en sede
ministerial con su ex compañero de partido Rodrigo Rato; en teoría un presunto
delincuente imputado por múltiples delitos. La explicación que ha encontrado el
miembro del Gobierno de la Nación para justificar la reunión es que el imputado
teme por la seguridad de un familiar que parece ser que ha sido amenazado.
Si
como esclarecimiento público no se sostiene, como pretexto es socialmente
inadmisible ¿A cuántos españoles amenazados ha recibido el señor Fernández?
¿Qué méritos adornan a D. Rodrigo para
ser merecedor de tamaña distinción? No creemos que sea su último devenir
profesional ¿o sí? Recordemos la huida de Rato del FMI, su entrada en Cajamadrid,
su salida de Bankia, sus tarjetas black,… etc. Para que seguir.
El
beato ministro debe de haber leído un pasaje que diga: “Hermanos, en verdad os
digo que muchos son los atributos que acompañan al menesteroso Rodrigo para ser
merecida su protección por encima de la que se proporciona al resto de los
mortales”. O algo por el estilo.
Oyendo
las declaraciones del Jefe del Ejecutivo me vienen a la memoria las apariciones
televisivas de Rajoy mirando el reloj y diciendo: “son las 14,30 y el Ministro de Justicia todavía no ha dimitido”. Repitió
la cantinela tantas veces que Mariano Fernández Bermejo dimitió asqueado. La “gravísima falta” por
la que se insistía en el cese era que el ministro Fernández Bermejo había estado cazando
con el juez Baltasar Garzón sin tener al día su licencia en una Comunidad
Autónoma de esta España Unida.
Por
aquel entonces Garzón instruía el caso Gürtel, Trillo insultaba a Garzón, el PP (fiel al ideario tardo-franquista de su fundador) se vendía como víctima de
una conjura judeo-masónica. El delito de Fernández Bermejo era ser un azote parlamentario. A día
de hoy Garzón está expulsado de la carrera judicial, Trillo disfruta de su bien
ganado descanso en Londres, la Gürtel destapa presuntas financiaciones ilegales
del PP, la teoría de la conjura se ha desvanecido, Bárcenas está despedido en
dilatado/diferido y Marino Fernández Bermejo ha desaparecido de la escena política.
Acomodado en la poltrona de La Moncloa el Presidente ya no es tan diligente, ya no exige
dimisiones reloj en mano. Han dejado pasar varios días para ofrecer una
comparecencia perfectamente controlada en la cual, el responsable de Interior,
ha encontrado un pretexto para lelos. Naturalmente Jorge Fernández sigue
sentado en el sillón ministerial en espera del nuevo acomodo en el que ejercer
un grado mayor de incompetencia. Merecido lo tenemos.
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