domingo, 20 de octubre de 2019

Tenía que pasar


¡A quien le extrañe la situación que levante la mano!
Tras ímprobos esfuerzos, ¡por fin! Los ganapanes de la intolerancia han conseguido hacer el caldo gordo a los secuaces de las oligarquías dominantes.
Nunca han estado contentos, por más que se fabricaron una democracia a su gusto y conveniencia, algo no les cuadraba.
Eso de que las personas corrientes y vulgares del populacho tuvieran derechos sociales amparados  por las leyes les traía a mal traer, ¡Hasta donde vamos a llegar!
Las élites ya sabemos como son, viven en una realidad paralela y no les afectan los problemas de la gente. Tampoco les preocupan las soluciones. A ellos únicamente les perturba que no se les distinga, el dejar de ser diferentes, únicos y distanciados.
Por ese motivo defienden la monarquía con uñas y dientes. Mientras haya rey habrá clases y estratos sociales. El rey está allí y allá abajo todos los demás.
Las élites dominantes aplican la misma regla que usa la praxis monárquica: aquí estoy yo y en los sótanos pululáis  todos los que no pertenecéis a mi familia, mi círculo o mi condición social.
Hasta aquí nada nuevo bajo la luz del sol, ni nada que no sepamos todos. Para alcanzar estados de justicia social es imprescindible empezar haciendo sociedades  igualitarias. Si no es así mal vamos.
Y en este punto comienza el problema. El rey se enfurruña porque ve peligrar su chollo a la par que las nuevas y antiguas noblezas  se enfurecen por el mismo motivo.
Pero claro, rozaría el ridículo una protesta de la familia real y sus acólitos para reclamar la defensa de sus privilegios. Es difícil imaginar a las altas cunas manifestándose por el paseo de la Castellana al grito de: !...ía, ía, ía, queremos monarquía!
 Los “insignes”  no están por la labor de exhibir su palmito en semejantes menesteres ¡Para eso aprovechan a los lacayos!
Una inmensa tropa de aspirantes a recoger los restos que desperdician los amos son los que hacen el juego sucio. Este batallón lo forman los políticos infames que soportamos, los medios de comunicación que desinforman y los empresarios explotadores que amenazan.  Como guinda del pastel son acompañados por eclesiásticos que interfieren en la vida social a través de la educación y la sanidad, dificultando – de esta forma - el desarrollo de leyes sociales.
Esta recua de mantenidos son los que bastardean con los derechos de la ciudadanía, los que atropellan a los trabajadores, los que recortan servicios sociales, los que manipulan la información para vender humo o catástrofes según les convenga.
Y aupando a esta verdadera lacra social están los bobos útiles, los aspirantes de los aspirantes, aquellos que se compraron una vivienda y un apartamento en la playa y se creen invitados a la mesa de los dueños.
Esos lerdos que son jefes de sección de unos grandes almacenes, o técnicos de laboratorio u oficinistas bancarios o médicos, abogadas, ingenieras, arquitectos, funcionarios, policías, bomberos profesores,…etc.
Esas lumbreras que tienen una vida acomodada con televisión en color y coche 4x4 reniegan de su condición de clase trabajadora para agarrarse a la categoría de clase media alta.
Piensan que los problemas de la gente corriente no les afectan. Miran por encima del hombro a los desfavorecidos,  y en un estúpido mimetismo con sus dueños desprecian a los que tienen menos y a los diferentes.
Y ¡cómo no! no podían faltar en este coctel los exacerbados, los nostálgicos de épocas que nunca deberíamos haber padecido ¡Los muy españoles y mucho españoles!
Esos que no perdonan que se piense fuera de los límites de su ideología han encontrado otros cabestros de la misma derecha aunque con distinta bandera. Unos pasean un pajarraco, los otros una estrella. En medio la gente corriente pillada entre dos fuegos.
Nada casual, este momento es el idóneo para que las fuerzas vivas ¡De toda la vida! aprovechen para recuperar el control y desguazar el estado del bienestar. Naturalmente apoyándose en la defensa de la ¡Indisoluble unidad de la Patria!
Ahora está más cerca que nunca el acuerdo de Gobierno de Salvación nacional. PP y PSOE, o PSOE y PP, confluirán en aras de la indisoluble Unidad de ¡España!
No sabían cómo hacerlo, pero han dado con la fórmula para devolvernos a la cruda realidad.
 ¡No, no somos una democracia! Tenemos  el resultado de la voluntad de unos caciques que han decidido cuándo y cómo tenemos que nacer,  pensar, vivir y morir.
Todo lo que estamos viviendo tenía que pasar.

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