Uno
espera de las “mentes privilegiadas" que conforman el pensamiento de los
ciudadanos algún atisbo de inteligencia aunque sólo sea para no caer en una
profunda depresión. Empieza a ser una espera vana. Los hechos constatan que tal
vez se trate de una estrategia de comportamiento para conseguir el objetivo que
llevan siglos persiguiendo: Adormecer las mentes para controlar las vidas.
En
este caso el opio que nos distribuyen son elaboradas teorías
filosófico-sociales con las que pretenden justificar conductas que si no son
ilegales resultan sospechosamente perversas.
En
pocas ocasiones se presentan de frente y dan la cara para justificar maneras
bochornosas, por lo general encomiendan al lameculos de turno que salga a la palestra y haga el trabajo sucio para
que “sus Eminencias” no se manchen en el fango de las cuestiones mundanas.
Tiempo
ha nos deleitó el “Carcamundio” Carlitos
Herrera con una exhaustiva defensa de la inmatriculación de la Mezquita de
Córdoba en base a unos razonamientos que, en su día aseveré, si los hubiera
firmado un macaco de Borneo nos hubiera/hubiese costado trabajo alcanzar a ver
la diferencia entre el simio bornéense y el autor de las lerdeces
subvencionadas a través de la “X”.
Sí
amiguitos, la tan manida “X”, que en la actualidad se publicita profusamente en
las TV, emisoras de radio, periódicos,.. sirve para sostener los medios de
comunicación de las mitras purpuradas desde los cuales nos pueden aleccionar
con el cielo o acojonar con las siete plagas, según convenga. Con esa “X”
contribuimos al bienestar de Monseñor Rouco y similares.
El
ilustre y célibe gallego necesitaba acomodar un palacete con habitáculos y cuartos de baño suficientes
para, desde su senectud, seguir impartiendo su sagrado apostolado, ¡Coño ya!
Gritó cual Fernando Arrabal en un ataque de “Milenarismo” - o algo así - nunca
he llegado a entender bien la frase del admirado Fernando, ¡Quiero acondicionar
adecuadamente mis aposentos, que “pa” eso está la X”!
Y
escondidos en las sombras la caterva de reprimidos voluntarios tejen su red
para que cualquier descoyuntado cerebral saque la cara por ellos y defienda los
privilegios otorgados por F. Franco B. Personaje con la catadura moral por
debajo de la de “Jack el Destripador” y los refrende un individuo como Aznar
con un coeficiente intelectual inferior al de un calamar de la Manga del Mar
Menor.
Aparece
Hipólito Gómez de las Roces y nos obsequia un panfleto pseudo-jurista, haciendo
un alarde de conocimientos leguleyos con el propósito de justificar una normativa
conducente a esquilmar a los “putos “pueblerinos para favorecer al “Puto amo”
es decir: Al Obispo.
En múltiples
ocasiones he sentido vergüenza por
compartir el mismo espacio nacional que determinados individuos con los que la
mala fortuna podría identificarme. No voy a poner ejemplos porque,
probablemente, todos vosotros en alguna de las generalizaciones regaladas
habréis dicho: “Yo no soy como ese ni de coña”. Pues con Hipólito me pasa lo
mismo.
Un
“Jurista” al que se le atribuye un altísimo nivel no alcanza a entender que la
justicia se basa fundamentalmente en otorgar normas “JUSTAS” ¡Con la fácil que
es!
En
virtud de no aceptar sus teorías como una equivocación, tenemos que
prevenirnos, ha comenzado con la Mezquita de Córdoba pero el siguiente paso
será justificar la inmatriculación de la SEO Zaragozana, ¡al tiempo!
No
quiero perder el tiempo en rebatir unos argumentos legales que tendrían poca
validez hasta en una discusión de taberna. Únicamente unas pinceladas:
¿Derecho
de conquista para atribuirse la propiedad? Me acaba de aclarar las
privatizaciones que fervorosamente defiende, “Lo que es de todos, no es de
nadie y me lo atribuyo para regalárselo a quién mejor me convenga”.
Lamentablemente casi siempre es la Santa Madre Iglesia y para adecentarlo Hipólito
se escuda en Fernando III llamado “El Santo” ¡Que regala lo que no le
pertenece! Acudir al derecho de conquista es pretender otorgar legitimidad al
uso de la fuerza. Ni siquiera George W. Bush se atrevió a tanto y disfrazó el
uso de la fuerza en Irak bajo el supuesto manto de la defensa de los derechos
humanos.
En
el siglo XXI justificar una tropelía en base a un abuso de siglos atrás denota
una bajeza intelectual de tal calibre que es difícil de calificar por muy ex -
Presidente del Gobierno Autónomo Aragonés que se haya sido.
El
embudo del “trágala” es de tal calado que resulta difícil su digestión. El uso
de espacios públicos en mor de una actividad no otorga la propiedad, ni
siquiera derechos. Motivos por los cuales desde posturas de integrismo
religioso se ajustaron las leyes para consentir la apropiación de bienes
comunales a través de las inmatriculaciones pues, si no se persigue la
propiedad ¿por qué pasar por el trámite de la inmatriculación previa?
Las
joyas arquitectónicas no necesitan otro dueño, quedan muy bien en manos de
Patrimonio Nacional.
Además
¿Cuál es la razón para hacer fedatario público a un Obispo y no a cualquier
otro profesional? Me malicio que la norma se dicta a favor de conceder
privilegios sin tener en cuenta los méritos.
Vamos, un burdo intercambio de favores entre la clase política y la eclesiástica.
Me
ronda la cabeza que su única aspiración es conseguir la pertenencia
incontrolada de bienes y cosas, bienes y cosas que hemos construido entre todos
a lo largo de la historia. Sin olvidar
que en la construcción hemos sido profusa y adecuadamente utilizados como mano
de obra barata, en muchas ocasiones muy barata.
Ni
generosidad, ni dios, ni creencias. ¡Es la pasta necios, es la pasta!
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