En
esta ocasión ni siquiera ha hecho falta que soplara una ligera brisa de Levante,
con calma chicha los miembros del Consejo de Estado han enviado un misil a la
línea de flotación del ex – minisTrillo de Defensa al emitir su dictamen acerca
de la responsabilidad del Gobierno y más concretamente del Ministro Federico
Trillo en el antes, durante y después del traslado de tropas a una misión en
zona de guerra. Durante 14 años las familias han estado esperando que alguien
les hiciera caso.
En
primera instancia el juez Grande Marlasca escuchó a la zona conservadora de su
corazón y cerró el asunto de la contratación de cachivaches voladores sin
encontrar ningún indicio delictivo, a pesar de las señales que percibía de las
administraciones de otros países (Noruega, Suecia…) de nuestro entorno que los
habían desechado por inseguros e inservibles.
Es
lo que tiene una justicia administrada por jueces proclives a satisfacer al amo
del corral: se necesitaban informes
oficiales acerca de la peligrosidad del transporte y en su lugar se encontró
con una airosa salida proporcionada por los propios afectados: las deficiencias
no fueron advertidas en formato oficial o esos informes sobre la precariedad
del transporte han desaparecido.
Un
juez diligente debería haber intuido que… “la disciplina militar tiene
consecuencias para los funcionarios de la milicia que cometen la osadía de
desmarcarse de la línea oficial”.
Si
no se entiende la última frase pregunten al ex – teniente Gonzalo Segura
expulsado del ejercito por denunciar algo que él cree que es una práctica corrupta, o a la ex–comandante Zaida Cantera. Una prueba más de que la lucha contra la corrupción
es una causa perdida en un país de pícaros y sinvergüenzas. El primer
investigado en un caso de corrupción institucional es el denunciante, algo que
resulta tremendamente esclarecedor para evaluar el sistema judicial español.
Hablar
de la justicia militar es un oxímoron al igual que la inteligencia o la música
militar y no vamos a hacer leña del
árbol castrense que en este país
es un arbusto que está suficientemente
caído.
El
asunto Federico nos enseña varias cosas:
Tenemos
organismos muy caros que no sirven para nada, por ejemplo: El Consejo de
Estado: Un estamento que dictamina y no es vinculante ni ejemplarizante ni
ilusionante, únicamente sirve de consuelo poco gratificante.
Bueno, también vale para que momias del pleistoceno que imaginábamos amortizadas,
(Romay Beccaria, Ledesma, Fernández de la Vega, Herrero de Miñón,…) sean
recolocadas y tengan unos suculentos ingresos para dar la propinilla a sus
nietos, aunque estos dinosaurios sean incapaces ya de deletrear sus nombres.
Y si
nadie lo remedia, que nadie lo remediará, a ese ilustre y cómodo lugar ira a
colocar sus posaderas Federico Trillo – Figueroa y Martínez – Conde. Llevará su
reclinatorio para orar con humildad cristiana ante la imagen del todo poderoso
reconociendo sus culpas y limitaciones a la vez que pedirá perdón por sus
pecados, los pecados que ofenden a su dios. Los que destrozan la vida de los
hombres le traen sin cuidado, para esos utiliza los resultados electorales que,
según él, son eximentes blanqueadores de
toda responsabilidad.
Hay
que utilizar mucho perejil para poder aderezar un plato que apesta a infamia
corrupta aunque unos juececillos revoltosos hayan cerrado el asunto atendiendo
al exquisito gusto del Gourmet Trillo.
A
falta de la decisión de Rajoy -vamos
listos si esperamos que decida- sobre el caso más grave de corruptela política,
el sentir de los huérfanos, viudas y padres de los militares sacrificados en el
vuelo del Yak–42 hace pensar que, si después de las pruebas de inmundicia
política aportadas, el contrito pecador supernumerario del OPUS continúa en la
escena política o en la función pública -como aspira con indecente pretensión- es para gritar alto y claro: ¡Manda huevos!
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