sábado, 7 de enero de 2017

Huevos con perejil

En esta ocasión ni siquiera ha hecho falta que soplara una ligera brisa de Levante, con calma chicha los miembros del Consejo de Estado han enviado un misil a la línea de flotación del ex – minisTrillo de Defensa al emitir su dictamen acerca de la responsabilidad del Gobierno y más concretamente del Ministro Federico Trillo en el antes, durante y después del traslado de tropas a una misión en zona de guerra. Durante 14 años las familias han estado esperando que alguien les hiciera caso.
En primera instancia el juez Grande Marlasca escuchó a la zona conservadora de su corazón y cerró el asunto de la contratación de cachivaches voladores sin encontrar ningún indicio delictivo, a pesar de las señales que percibía de las administraciones de otros países (Noruega, Suecia…) de nuestro entorno que los habían desechado por inseguros e inservibles. 
Es lo que tiene una justicia administrada por jueces proclives a satisfacer al amo del corral: se  necesitaban informes oficiales acerca de la peligrosidad del transporte y en su lugar se encontró con una airosa salida proporcionada por los propios afectados: las deficiencias no fueron advertidas en formato oficial o esos informes sobre la precariedad del transporte han desaparecido.
Un juez diligente debería haber intuido que… “la disciplina militar tiene consecuencias para los funcionarios de la milicia que cometen la osadía de desmarcarse de la línea oficial”.
Si no se entiende la última frase pregunten al ex – teniente Gonzalo Segura expulsado del ejercito por denunciar algo que él  cree que es una práctica corrupta, o a la ex–comandante Zaida Cantera. Una prueba más de que la lucha contra la corrupción es una causa perdida en un país de pícaros y sinvergüenzas. El primer investigado en un caso de corrupción institucional es el denunciante, algo que resulta tremendamente esclarecedor para evaluar el sistema judicial español.
Hablar de la justicia militar es un oxímoron al igual que la inteligencia o la música militar y no vamos a hacer leña del  árbol castrense  que en este país es un arbusto que  está suficientemente caído.
El asunto Federico nos enseña varias cosas:
Tenemos organismos muy caros que no sirven para nada, por ejemplo: El Consejo de Estado: Un estamento que dictamina y no es vinculante ni ejemplarizante ni ilusionante, únicamente sirve de consuelo poco gratificante.
Bueno, también vale para que momias del pleistoceno que imaginábamos amortizadas, (Romay Beccaria, Ledesma, Fernández de la Vega, Herrero de Miñón,…) sean recolocadas y tengan unos suculentos ingresos para dar la propinilla a sus nietos, aunque estos dinosaurios sean incapaces ya de deletrear sus nombres.
Y si nadie lo remedia, que nadie lo remediará, a ese ilustre y cómodo lugar ira a colocar sus posaderas Federico Trillo – Figueroa y Martínez – Conde. Llevará su reclinatorio para orar con humildad cristiana ante la imagen del todo poderoso reconociendo sus culpas y limitaciones a la vez que pedirá perdón por sus pecados, los pecados que ofenden a su dios. Los que destrozan la vida de los hombres le traen sin cuidado, para esos utiliza los resultados electorales que, según él, son eximentes  blanqueadores de toda responsabilidad.
Hay que utilizar mucho perejil para poder aderezar un plato que apesta a infamia corrupta aunque unos juececillos revoltosos hayan cerrado el asunto atendiendo al exquisito  gusto del Gourmet Trillo.

A falta de la decisión  de Rajoy -vamos listos si esperamos que decida- sobre el caso más grave de corruptela política, el sentir de los huérfanos, viudas y padres de los militares sacrificados en el vuelo del Yak–42 hace pensar que, si después de las pruebas de inmundicia política aportadas, el contrito pecador supernumerario del OPUS continúa en la escena política o en la función pública -como aspira con indecente pretensión-  es para gritar alto y claro: ¡Manda huevos!

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