Las
semanas son tan iguales, los procesos sociales tan repetitivos, los
acontecimientos políticos tan sumamente anodinos y previsibles que hay que
hurgar demasiado en la basura para no escribir siempre acerca de lo mismo.
El
mundo se ha vuelto Trump-oso, Europa está dormida, el continente africano sigue
sufriendo, los conflictos que provoca la avaricia son alimentados por las
religiones ¡malditas religiones!
Unas
pocas familias se reparten el pastel decidiendo quién vive y quién muere, cómo se
debe vivir y en donde; el presente y el futuro de las personas están en sus
manos. Mientras tanto a los sufrientes nos invade una extraña somnolencia
pegados a la pantalla del televisor porque los padecimientos de los demás nos
pillan muy lejos. Las víctimas se convierten en números de una estadística
infame. Mil, dos mil, cinco mil muertos, desplazados humillados y hundidos no
dejan de ser eso: números. Sin cara, sin cuerpo, sin futuro, sin derechos ¡Sin
vida!
La
nueva profesión de moda -” los opinadores” - acomodan el pensamiento colectivo
para que parezca normal la barbarie y la inmundicia. Alimentan al monstruo como
siervos dóciles y mansos. No importan las consecuencias, ellos no las sufren,
ellos defienden a sus amos en aras de una espuria libertad de expresión que
utilizan para defender sus bajos intereses.
Así encontramos
alabadores del recién elegido nuevo Emperador del Universo, aunque sus medidas
sean un misil lanzado a la línea de flotación de la armonía mundial.
Ahora
ya se puede dar un portazo en la cara de los que huyen del horror, se ha
legitimado la discriminación racial, se pueden levantar
muros para condenar a la pobreza a una parte de la humanidad, se amenaza la paz
mundial porque el Imperio es lo primero ¡Ay, pobres de nosotros que hemos
nacido al otro lado de la raya!
Ante
esta situación ¿Qué hacemos? Pues oír con atención las noticias que nos hacen
llegar. Tragamos basura informativa como si fuera una droga colectiva.
Personajes
infames transmiten, micrófono en mano, las consignas pre establecidas para
conseguir inmovilizarnos. No es necesario mucho esfuerzo, estamos totalmente
convencidos de su superioridad intelectual. Pueden decir y hacer lo que les
venga en gana, todo lo consumismos con avidez.
Al
tiempo que subvencionamos sus altavoces para que nos adoctrinen, con nuestro
dinero también pagamos a los malandrines que opinan vertiendo sus falaces
mentiras. No importa, seguimos pegados al televisor esperando que llegue la
publicidad para ir al baño, o escuchamos emisoras de radio que recitan las
recetas del buen comportamiento social que les han escrito en el guión.
Saben
que mienten, que distorsionan la verdad, que nos están manipulando, pero les da
igual, su objetivo es agradar a sus dueños. ¿Verdad Marhuendas, Indas,
Ferreras, Federicos, Pedros Jotas, Herreras… ABC, La Razón, El País… Telecincos,
Las Sextas, Antenas 3… La Ser, La Cope…?
Todos,
absolutamente todos forman parte de la misma conjura, la de aquellos que
conforman los batallones de enganche de los dueños que nos quieren sumisos,
pobres, controlados y adormecidos.
De
vez en cuando nos obsequian con un poco de carnaza en forma de escándalo que
salpica a uno de los capitostes caído en desgracia, un cebo para conformarnos y
dividirnos.
Un
Emérito en apuros sexuales, un Trillo reconvertido, o unos cuantos chorizos
cazados in fraganti. Simples maniobras de distracción.
En
el fondo, con estos señuelos, lo que consiguen es proteger el sistema, los
privilegios, el estatus dominante de las oligarquías despóticas contra las
aspiraciones de dignidad del resto de la humanidad. Que el Mediterráneo se esté
convirtiendo en una grandiosa fosa común lo explican culpando a los parias que
huyen sin saber a dónde. Si los fríos de Europa Central congelan la vida de
unos cientos de miles de expulsados de su tierra, lo atribuyen a las lógicas consecuencias
naturales provocadas por el clima de la
época del año.
¡Todo
eso nos pilla tan lejos! Casi tanto como el muro de México. Las vallas de Ceuta
y Melilla están mucho más cerca y tampoco nos importan.
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