Dejar
de ir a clases extra escolares porque hay otras formas mejores de aprender
inglés a ti no te persuade mucho, porque con el inglés pase, pero ¿las
excursiones y los deportes? Vamos que no te convencen. Igual que no te convence vivir en casa de los
abuelos desde el día que llegaron a tu antigua casa el hombre con corbata acompañado de varios policías.
Después de enseñar un papel sacaron a tu padre a rastras de la vivienda
mientras tu madre gritaba que le soltaran. El premio que se llevó fueron dos guantazos de un tipo con uniforme - del tamaño de un armario
ropero - que la hicieron tambalear.
Ya
no volviste a tu habitación ni recuperaste ninguno de tus juguetes, todo se
quedó allí. Lo único que te llevaste fue la imagen de tu padre derrotado. El
día del desahucio dejó de ser el más fuerte, el invencible papá se convirtió en
un pelele de trapo en manos de aquellos trabajadores uniformados.
Nunca
le perdonaste que por su culpa perdieras tus valiosas pertenencias, tu super nintendo,
la wii, la tablet y el móvil, sobre todo cuando comenzaste a oír que todas las
desgracias le pasaban por vago, que por eso estaba en el paro, él y la inútil
de tu madre que solo sirve para fregar y hacer camas.
Ya
nadie recuerda cuando era encargada de la tienda de moda del centro de la
ciudad que no se sabe muy bien por qué cerró. Unos dicen que por culpa de las
tiendas de chinos que se abrieron alrededor, otros que fue porque el dueño se
jubiló y los hijos decidieron vender el negocio a una multinacional, vete tú a
saber el motivo, el caso es que tu madre se quedó sin trabajo y tú sin tus
zapatillas de marca.
Has
oído mil veces que tus padres eran unos derrochadores, que “no sé qué de por
encima de sus posibilidades”, lo que nadie te ha dicho es que hicieron lo mismo
que todo el mundo, se fiaron del sistema, creyeron en las leyes y en los
gobernantes, el ladrillo era una inversión segura y la hipoteca se la podían
permitir.
La
trampa en la que se metían apareció más tarde. Casi a la vez cerró la tienda en
la que trabajaba tu madre y la fábrica de calzado en la que trabajaba tu padre
decidió deslocalizarse y se largó a China para tener beneficios más abundantes. Muchas empresas hicieron
lo mismo, buscar una productividad alta a costa del trabajo y las condiciones
laborales de gente como tu padre. El resultado fue que cuando empezaron a
llegar productos españoles - made in China - nadie podía comprarlos porque habían
perdido el trabajo y no tenían ingresos. Todos se inclinaron por las imitaciones chinas -hechas
en China o en Vietnam que siempre hay alguien más desgraciado - peores sí, pero
válidas para cubrir la necesidad de llevar vestido o calzado.
Esas
son las deportivas que ahora llevas tú, ya no son Adidas, son Apidas, como todo
lo demás que usas, sucedáneos de los originales, como tu pan migado en el
desayuno, una imitación burda de los cereales.
Te
enfada tener unos padres tan sumamente mansos, tan torpes, no alcanzas a
entender el motivo por el cual no tienen trabajo mientras otros trabajan horas
extras. Nadie lo entiende. Acabas rindiéndote y dices: ¡claro son unos vagos
inútiles!
Pero
no, no te equivoques, no son torpes, ni inútiles, ni vagos, aunque sí son
dóciles, mansos, y manejables, pero eso es el resultado de siglos de amaestramiento,
de cruel vasallaje, de vivir de rodillas ante las imponentes figuras de los
amos.
De esa cruz al igual que de la otra es muy
complicado librarse, por si acaso, si en alguna ocasión se inició un proceso de
liberación con presteza aparecieron los perros de la guerra que, santificados desde los púlpitos por
clérigos infames, abortaron las
aspiraciones de libertad.
Todavía
hoy se buscan en las cunetas a los asesinados por tener ansias de vivir una
vida digna, al tiempo que los nietos de los asesinos siguen disfrutando de los
productos del expolio y de las ganancias de sus crímenes. Lamentablemente El tribunal Internacional de
Derechos Humanos calla.
Tienes
que saber, joven amigo, que la comunidad internacional asiste atónita a los
casos de desvergüenza nacional que nos asolan y lo único que nos ofrece es que
seamos más dóciles y comprensivos con los dueños del capital aportando nuestro
sacrificio para sanear sus cuentas.
Esa
es la receta, dóciles y sumisos con la finalidad de engordar las arcas de los
banqueros canallas que nos exigen apretarnos el cinturón y renunciar a los pocos
derechos alcanzados tras años de lucha.
Niño
¿Te das cuenta de la situación? Tus padres están atrapados en una rueda de
jaula de hámster, no pueden salir, no les dejan. De los padres de los cuarenta
niños de tu clase del colegio, 10 están en las listas del paro igual que los
tuyos, 14 tienen a sus padres trabajando con salarios en el umbral de la
pobreza, los padres de otros 14 callan y asienten arrastrándose a los pies de los
amos para conseguir unas migajas o, como mucho, protestan con la boca pequeña
no vayan a partírsela.
Por
último, los 2 que quedan son los que se ríen, humillan y desprecian a todos los
demás a pesar de estar viviendo de ellos.
No,
tus padres no son todas esas cosas malas que les llaman, sólo son esclavos
atrapados, producto auténtico y genuino de este simulacro de país, acuérdate
que ya en una lejana ocasión los aborígenes de la patria hispánica pidieron su ración de
tiranía al grito de ¡Vivan las cadenas! Por cierto las cadenas las manejaba un
Borbón.
Seguro
que resuena en tu cabeza lo que dijo el
actual ocupante prorrogado de la Moncloa: “muy españoles y mucho españoles”. Le
puedes replicar: lo que usted quiera señor Rajoy, pero casi preferiría no ser tan “españolazo” y
que mis padres pudieran recuperar algún derecho, vamos lo que se llama tener
una tenue mezcla de noruego.
No hay comentarios:
Publicar un comentario