sábado, 14 de febrero de 2015

Debacle Socialista

El año 1982 el PSOE alcanzó el gobierno de la nación y se abrió una época de esperanza. La llegada de los cachorros de Suresnes provocó unas expectativas de cambio social tras el descalabro del conglomerado político que se articuló alrededor de Adolfo Suarez. La sopa de letras que alimentó la formación de UCD no podía aguantar muchos envites y en la primera ocasión que tuvieron los españoles, tras el cambio constitucional, decidieron que era el momento de apartar a los sucesores del régimen franquista de las tareas de gobierno.
Las expectativas eran grandes tras años de oscuridad política. Cuando Alfonso Guerra declaró que con los cambios que iban a producirse a este país “no lo iba a reconocer ni la madre que lo parió”, el pueblo, por fin, se sintió dueño de su destino.
Los comienzos, como casi todos los comienzos, fueros difíciles a la par que esperanzadores. Cuando se está en el fondo del pozo las únicas opciones posibles son: A). Seguir hundido. B). Comenzar a remontar hasta alcanzar la superficie y flotar. La apertura y acercamiento a los vecinos europeos dio resultados inmediatos. La posterior entrada en la recién nacida Unión Europea fue el aldabonazo definitivo para dejar atrás años de retraso endémico.
Y el PSOE cayó en la soberbia del triunfo. Felipe González se instaló en una extraña burbuja de éxito e intentó capitalizar en su persona los logros atribuibles al esfuerzo social y a las ayudas externas. Después de los primeros años comenzaron periodos de desidia, de desgana, de corruptelas varias y se instaló el felipismo en los mismos vicios que tenía el franquismo ¡Hasta las vacaciones las pasaba en el Azor!
Catorce años de mandato dan para pasar a la historia con el reconocimiento de líder carismático o, como fue en este caso,  con la tara de haber sido el dilapidador del mayor capital político que nunca  nadie haya acumulado en este  dolido país.
En una Democracia las urnas se encargan de limpiar la suciedad acumulada. Debido a una perversa ley electoral, en nuestro caso solo sirve para barrer y esconder la basura debajo de las alfombras. Los poderes ocultos que gobiernan no pueden tolerar que los cambios produzcan efectos contrarios a sus intereses. Así vemos como desde los puestos de responsabilidad se dictan leyes con la finalidad de perpetuar los privilegios en forma de consejerías en Consejos de administración de empresas que previamente han sido hurtadas al Erario Público. Son las famosas puertas giratorias.
Aquellos jóvenes rebeldes e inconformistas hoy se han convertido en viejos sentados en confortables sillones ganados desde su actuación en la gestión pública cuando atesoraban cargos de responsabilidad y preparaban su retiro dorado en Compañías eléctricas, energéticas, de comunicación, del sector financiero… todo al amparo de legislar a favor de los mencionados poderes ocultos sin importar lo mas mínimo la situación de los ciudadanos. 
Así, los últimos vestigios de esos dinosaurios de la política defienden encarnizadamente sus canonjías y acaparan los órganos vitales del partido con la exclusiva finalidad de defender sus prerrogativas presentes y futuras.
En estas estamos cuando el cataclismo actual amenaza con llevarse por delante a una de las formaciones políticas con más historia. Con idénticos argumentos se alaba y critica la decisión de Pedro Sánchez de fulminar a Tomás Gómez. Los barones del partido se posicionan a un lado u otro según lo que hayan desayunado esa mañana.
Unos, los más, reprochan el histrionismo de Tomás Gómez al dudar de la capacidad de liderazgo de Pedro y achacan su expulsión a un alarde de autoridad de la que carece Sánchez como líder. Otros, los menos, critican la sobreactuación del Secretario General pues ni es el momento, ni son las formas adecuadas.
Los carcamales se alinean en un grupo: El de sus intereses. Para ello utilizan el disfraz del partido por encima de todo. Un partido al que han desprovisto de ideología, un partido errante por la senda del liberalismo económico, un partido instaurado en la indefinición institucional. En definitiva; un partido roto en múltiples trozos de aspiraciones personales, nunca mejor dicho un Partido  “partido”.
Según los indicios que se manejan, emulando a Alfonso estamos en condiciones de decir que cuando pase la próxima cita electoral al PSOE “No lo querrá reconocer ni la madre que lo parió”.



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