jueves, 1 de mayo de 2014

A vueltas con la medalla

La demanda interpuesta por Europa Laica y Movimiento Hacia un Estado Laico (MHUEL), por la concesión de una condecoración policial a la virgen del amor, ya tiene fecha para la vista oral, las partes, demandante y demandada, están citadas para el próximo 11 de junio. En la providencia se especifica las responsabilidades y obligaciones de la partes para acudir a la vista. Se advierte a los demandantes que de no acudir, será desestimada su demanda y serán condenados al pago de costas.
A la parte demandada se le indica que su ausencia no detendrá la vista, que ésta será llevada a cabo, pero no tendrá más consecuencias.
Traducido a lenguaje común, si fuera un partido de tenis, y uno de los de los contendientes no se presentara, se le daría por perdido el partido, y tendría que pagar la pista, al árbitro, e indemnizar  a los espectadores y cadenas televisivas por privarles del espectáculo. En cambio si el otro jugador decidiera no ir, el primero tendría que jugar, no sé muy bien como, bajo la atenta mirada del árbitro, que iría dando el resultado, y marcando los periodos de descanso, claro que los peloteos serian cortos, y los tantos acabarían en el saque. Es difícil, pero cosas más raras se han visto.
De tener lugar la vista oral, que tendrá lugar, la parte demandada, el ministerio del Interior, tendrá que presentar las pruebas pertinentes que hacen a la virgen merecedora de la distinción policial. Desconocemos si entre las pruebas estarán incluidas testificales de la galardonada, o por el contrario ésta no acudirá a la vista por no haber recibido la pertinente citación judicial.
 En el caso, hipotético de ser presentada la vírgen como testigo, y no acudir, no podrá alegar que no le ha llegado la citación a su domicilio, ya que su hijo está en todas partes y la puede hacer llegar a su augusta madre simplemente con que  el agente judicial la deje en un banco del parque del retiro. Supongo que habrá caído en ello su señoría, y no se volverá loco buscando un domicilio conocido donde enviar la citación. ¿Tendrá responsabilidad la testigo por incomparecencia?
Me corroe la curiosidad por saber que va a alegar el abogado del estado para defender la pertinencia de la condecoración; qué pruebas aportará, si llamará a testigos presenciales de los actos policiales heroicos que la condecorada ha llevado a cabo, si entre los testigos estará el piadoso ministro y el no menos piadoso director de la policía…etc.
El espectáculo, aunque lamentable, estará asegurado. El letrado que representará a la parte demandada, y cuyos honorarios salen de los impuestos, igual que los del juez, secretario del juzgado, agentes y escribientes judiciales, personal de seguridad y limpieza… vamos todo lo necesario para llevar a buen puerto la vista, tiene por delante una dura tarea. Espero que cuando presente pruebas se aguante la risa, y sepa comportarse como el profesional serio y competente que se supone que es.
Si me permite un consejo, debería citar a declarar como testigo a Jorge Fernández, pues no es la primera condecoración que concede a un personaje de su imaginación, recuerdo a bote pronto la medalla del mérito de la guardia civil a la virgen del Pilar, y otras distinciones por sus intervenciones a vírgenes de las que es devoto.
Tengo que confesar que me consume la impaciencia por ver al ministro balbucear una explicación tipo Cospedal de:´´… méritos en diferido, o sea en diferido´´, como las indemnizaciones barcenianas.
Me cuesta trabajo creer que sea capaz el ministro de presentar pruebas concluyentes de los actos merecedores de la distinción.
Achaco esta dificultad a mi habitual descreimiento sobre los espirituales poderes de los personajes de ficción, sean religiosos o seglares. Para mí, tienen los mismos visos de realidad los poderes de spiderman que los de la virgen. Pero ese no es el asunto, el asunto se centra en que unos ciudadanos se ven obligados a litigar con un representante del Estado, porque ni aunque  Jorge Fernández se lo crea, resulta que es ministro. Increíblemente torpe, pero ministro.

Si no fuera porque da pena, que hechos  como el que nos ocupa tengan todavía cabida  en el siglo XXI, nos daría risa, la misma risa que debe darle a la prensa extranjera.

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