Ahora sí, en estos instantes ya
es irremediable la anunciada repetición de elecciones. A partir del primer
segundo - desde el último fracaso negociador - comenzó el relato de culpas por
parte de las partes implicadas. Tanto los
socialistas como Unidas Podemos seguirán dando su versión partidista del
reparto de responsabilidades acerca del fracaso.
Los medios amigos se afanarán en
propagar la versión de los más cercanos, con lo que podemos imaginar la
extraordinaria desproporción de repercusión mediática que van a tener los
mensajes de cada uno de los actores.
Para no ser muy persistentes
sobre el asunto únicamente daremos unas pinceladas utilizando breves preguntas.
¿Quién tenía la encomienda de
formar Gobierno?
¿El propuesto para formar
Gobierno tenía los apoyos necesarios?
¿Fue capaz de convencer a otros
actores para que le apoyaran?
Eso es todo señoría, no haré más
preguntas.
Consumado el fracaso, Pedro
Sánchez concedió una amable entrevista a su fiel amigo Antonio Ferreras.
En la patraña periodística
constató que durante el proceso negociador la amnesia debió de atacarle con
fiereza. Motivo que le condujo a olvidar que había nominado a Unidas Podemos
con la distinción de “Socio Preferente”. En lugar de la preferencia pasó a ocupar
el de “pesadilla” que le impediría dormir.
Son los efectos secundarios de
combinar los cambios de colchón de la Moncloa con el protocolo de viajes presidenciales.
El grito de las bases “con Rivera
no” le atenazó en sus deseos. Le faltó la cintura política necesaria para rememorar a
Aznar cuando cambió el “Pujol enano habla castellano” por el “yo hablo catalán
en la intimidad” ¡La frase de José Mari debería enmarcarse en los anales de
hipocresía política!
La cruda realidad es que - Banca,
Multinacionales, sostenedores de la Monarquía e Iglesia - las cuatro patas que
sostienen el sucedáneo democrático con el que nos estamos atiborrando son las
que han imposibilitado un Gobierno lógico.
Y le llamamos lógico porque
estando el PSOE por el medio es muy atrevido llamarle de izquierdas. Por mucho
que se empeñen los publicistas a sueldo de la mediocridad informativa, el POSE
dejó de ser un partido de izquierdas desde el ascenso a los altares socialistas
del derrochador del mayor caudal político que nunca ha tenido nadie en este
paupérrimo país.
Una gloria más que atribuirle a
Felipe González junto con los GAL, los estercoleros del Estado y las puertas
giratorias. ¡Ah, sin olvidar la bodeguilla de la Moncloa, las travesías veraniegas
en el Azor y los bonsáis! Lo de los arbolitos
fue de lo poco decente que se le puede atribuir durante sus legislaturas.
Con el fracaso de Pedro I “el
bonito de cara”, estamos invitados a otra fiesta de la democracia - que pagaremos
a escote - para acabar en un botellón
donde únicamente se sirve garrafa.
Como colofón los últimos bailes
serán con piezas de música muy parecida a la que ya hemos escuchado. Los
votantes fortalecerán a unos y debilitaran a otros, pero no tanto como para que
los fortalecidos saquen pecho y se sienten solos en el banquete.
Sabemos de la aparición de nuevos
actores, ni será tan decisorio ni tan importante como los cronistas nos lo
quieren colocar.
Pedro Sánchez y su corte de
incondicionales han decidido entrar en una espiral peligrosa de la que van a
tener difícil salir indemnes.
Si Iván Redondo ha soñado alguna vez con tener más de 150 diputados debería dejar
de desayunar cosas raras. Las previsiones le otorgan un resultado por debajo de
150 escaños con lo cual seguiría en manos de un Pablo Iglesias más cabreado y
fortalecido.
Las cuatros patas vuelven a
sostener el sistema que mejor dominan: un Gobierno a su gusto, que no incordie
a la banca, no moleste a las eléctricas y multinacionales, que reafirme la
forma de Jefatura de Estado y se arrodille ante los Obispos.
¡Vamos una España como Dios
manda!
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