viernes, 18 de agosto de 2017

Reventando huelgas

No señor, no tiene suerte el titular de Fomento. Iñigo de la Serna tenía todas las papeletas para haber sido el ministro estrella del Gabinete de Rajoy. A su apostura de galán cinematográfico añadía una tenue estela de discreción que le alejaba de los focos de la polémica. Algún atisbo de crítica a su gestión en la alcaldía de Santander empañaba su inmaculado currículo, pero ¿quién no tiene algún pecadillo?
Transitaba el bueno de Iñigo por las placidas aguas de la legislatura cuando  una disposición europea le colocó en una complicada disyuntiva: O negociar con los trabajadores una salida airosa  o imponer por la fuerza las directrices europeas encaminadas a favorecer la privatización empresarial de un sector con pingües beneficios.
Como no podía ser de otra manera se inclina por imponer, lo de consensuar soluciones está en guerra con la cadena genética del titular de Fomento.
Pero mire usted por donde le salen respondones los trabajadores de la estiba y admitieron el órdago del conflicto sin pestañear ni retroceder. Cada día que pasaba las pérdidas se multiplicaban, las multas europeas crecían y las navieras buscaban otros destinos en los que desembarcar sus mercancías.
Los medios de comunicación presionaban como suelen hacerlo: los sindicatos fueron presentados como perversas organizaciones planteadas para dañar a los menesterosos empresarios. Los patrones son las almas puras que comparten sus riquezas con la sociedad proporcionando trabajo a los desagradecidos trabajadores. Siempre me ha llamado la atención la frase “los empresarios DAN trabajo”, puestos a dar sería deseable que dieran salarios y se quedaran con el trabajo, pero ese es tema para otro artículo de opinión.
A través de la prensa afín - la totalidad de la denominada “seria”- se magnifican las pérdidas que ocasiona el conflicto y su responsabilidad  es atribuida exclusivamente a los huelguistas ¿Quién si no va a ser el culpable? Naturalmente los delincuentes son esos desaprensivos que,  mirando mejorar sus condiciones laborales,  se alejan del bien superior que supone alcanzar mayores beneficios empresariales
¡Qué desfachatez! ¡Donde vamos a parar!   ¡Obreritos exigiendo mejoras!
El ministro con pinta de actor balbucea soluciones, pierde “glamour” y también la batalla contra un colectivo que aglutina al 100% de los trabajadores tras el estandarte de sus objetivos sindicales.
Los estibadores no reblaron y consiguieron imponer sus reivindicaciones. Cuando se cerró el problema ningún medio recogió que el colectivo de la estiba había impuesto sus condiciones merced a una férrea unión en sus reclamaciones.
Concluido el asunto parecía que Iñigo podría retomar nuevo impulso pero hete aquí que le sale otro feo grano en el trasero, la huelga de los vigilantes de seguridad del Aeropuerto del Prat.
Demuestra – como casi la totalidad de políticos sentados en la poltrona – que no ha aprendido nada de experiencias anteriores. De la Serna vuelve a intentar las imposiciones, en esta ocasión con ayudas exteriores, o sea, con doping en forma de servicios mínimos y vulneraciones flagrantes del derecho de huelga recogido en la Constitución.
Para asegurar el funcionamiento del Prat el Delegado del Gobierno ha establecido el 90 % de la plantilla como servicios mínimos, es decir tan sólo se le reconoce el derecho de huelga al 10 % de los trabajadores. Cuando de nuevo sea dictada sentencia contraria a los abusivos servicios mínimos marcados habrá acabado el conflicto. Una vez más el Gobierno se habrá reído de la Constitución y aplicado los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional, en realidad son las leyes que a una inmensa mayoría de la dirección del  PP le gustaría tener en vigor.
Por si el 90 % no fuera suficiente impone la militarización del servicio y obliga a los miembros de la Guardia Civil a desempeñar las tareas laborales de los trabajadores declarados en huelga legal. Una nueva patada en el trasero de la cacareada concordia  constitucional.
Iñigo de la Serna en esta ocasión respira más tranquilo,  por ahora tiene el problema focalizado en un único sector de Aena y en un sólo aeropuerto.
Tembleques le entran de pensar que se reprodujera la pesadilla de los estibadores y todas las plantillas de seguridad privada de los aeropuertos españoles se unieran en una reivindicación común y al igual que la estiba se mantuvieran firmes en sus demandas de condiciones laborales de trabajadores de un país avanzado y del siglo XXI.    

El bueno de Iñigo necesitaría muchas capas de maquillaje para seguir con su apuesto papel de ministro inútil.

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