sábado, 17 de septiembre de 2016

Jueces y Justicia

Nuestra falta de criterio es legendaria, nos catalogamos como imperio aunque vivamos en una cloaca, criticamos con dureza los comportamientos ajenos y suplicamos que generosamente nos condonen los  fallos propios. Vivimos a medio camino entre una nube y un descarrío: O levitamos o nos arrastramos.
¿Quién se atreve a poner en solfa la sentencia que dicta un juez exculpando a un individuo que profesa la “sanísima costumbre”  de llamar chochitos a unas empleadas? Pocas voces se levantan, alguna asociación de mujeres,  movimientos feministas activos, algún que otro articulista disidente y pare usted de contar. En definitiva: dos titulares de queja, medio minuto en los noticieros y ¡ya! Se acabó la noticia.
¿Alguien se ha parado a pensar en ellas, en las menospreciadas?
Hay que imaginarse la cara que se les quedó cuando acudieron al despacho de su abogado a conocer el contenido de la sentencia. Salen del edificio y caminan zombis por las calles, ¡No dan crédito! Años de acoso y de soportar vejaciones para que un togado dictamine que el cabestro que ejercía de jefe no había cometido delito alguno cada vez que se dirigía a ellas llamándolas “Chochito”.
Tienen que dar gracias si al llegar a casa no se encuentran con otro cafre tumbado en el sofá que a bocajarro les puede gritar: ¡Ya era hora! ¿De dónde coño vienes? Anda haz la cena y déjate de lloriqueos, ¿Qué esperabas? ¡Si no fueras vestida como una putilla! Y más agradecida quedarán si la retahíla anterior no va acompañada de un par de guantazos.
Al mismo tiempo que soportan la borrasca del compadre en la tele sale un anuncio que dice:
“No estás sola”, “Denuncia”, “Te ayudaremos”...
¿Esos anuncios no los ven los hombres y mujeres de negro apodados Jueces/as?
Va a ser que no, su vida social está llena y no necesitan de entretenimientos baratos como la televisión en abierto. Recuerdo a una togada beoda, hoy miembro del Consejo Superior de Justicia, que alardeaba una noche de 31 de Diciembre como, entre campanada y campanada, dictaba sentencias. Gracias a esa práctica siguió ascendiendo profesionalmente de manera meteórica.
Lo verdaderamente lamentable es que la sentencia de marras no es una excepción, son ya muchos los dictámenes y comportamientos de los magistrados que inciden en esa vertiente.
Actitudes que tienden a culpabilizar a la víctima de modos varios: o con disposiciones absurdas y carentes del menor rigor jurídico basadas en que - la denunciante de haber sido abusada - vestía unos vaqueros ajustados y era una irresistible tentación para el acosador  o bien sometiéndolas a interrogatorios tan deleznables como preguntar si cerró bien las piernas antes de ser violada.
No, no son casos aislados, son la constatación de la podredumbre que asola el sistema judicial español. Todos estos comportamientos tienen una componente común, todos están dirigidos contra mujeres. El motivo debe ser que, en lugar de los códigos penales y reglamentos legislativos, se utiliza La Biblia como libro de consulta para juzgar la conducta de la mujer, el libro que - en el Génesis - comienza haciendo a la hembra culpable de todos los males que asolan al género humano.
Ser mujer en un país de las características del nuestro es una profesión de riesgo, no habrá leyes que cambien la situación en tanto no se articulen los medios necesarios para que estas leyes se cumplan.
¿De qué servirá una orden de alejamiento si no se utilizan medios adecuados para que el alejamiento sea efectivo? Hoy día es muy sencillo, tecnológicamente muy fácil y económicamente muy barato, únicamente hay que tener voluntad político-social para llevarlas a cabo.
Dolorosamente se ha comprobado que ni la judicatura ni los estamentos del Estado han movido un dedo para procurar la protección de las amenazadas. Es más, han tenido la desvergüenza de cargar sobre los hombros de las asesinadas la responsabilidad de las muertes.
Sobran muchas sentencias carentes de justicia, casualmente casi todas están siendo dictadas por magistrados con ideologías religiosas cercanísimas a la Edad Media y afiliados a grupos de presión existentes en la rama más integrista de la iglesia dominante en el ruedo ibérico, la católica.
Con estos antecedentes patrios  ¿Cómo va a ser capaz de impartir justicia un simple juez?
 Queremos creer que los jueces intentan aplicar las leyes; ahora bien, como sufridores  de su incompetencia les deberíamos decir:
Señorías las leyes son normas que nos auto-otorgamos para estructurar la armonía social, aplicar la literalidad de las mismas lo podría hacer un mandril con el adecuado entrenamiento, para cumplir con decoro  la misión de  impartir Justicia se necesita otra sensibilidad.
La  Justicia es otra cosa.


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