jueves, 17 de septiembre de 2015

Cuestión de especies

En los albores del universo cuando se abría paso el desarrollo de las especies entre la maraña de la vida, cada cosa buscaba su lugar y cada lugar se acomodaba a su espacio. Los animales se dividieron en depredadores y depredados.
El género humano  es morfológicamente débil en comparación con los grandes depredadores. Compite en terreno de desigualdad contra otras especies que le doblan en tamaño, peso y fuerza. La naturaleza no le ha dotado con especiales habilidades para casi nada, sin embargo se las ha ingeniado para acabar siendo el más peligroso de los habitantes del planeta.  El sobrevalorado desarrollo intelectual del género humano le ha conducido a un comportamiento que puede calificarse, siendo generosos, como salvajismo dominante.
La tan cacareada racionalidad del hombre ha conseguido que esta especie animal sea la única que mata sin necesidad y que tortura por diversión. Sobran los ejemplos a lo largo y ancho de la geografía nacional,  entre ellos encontramos la costumbre de despeñar cabras lanzándolas desde el campanario de la iglesia hasta descabezar gansos colgándose de su pescuezo. Variopintos sistemas de divertimento.
En España el toro es el animal que se lleva la palma en esto de la tortura para divertir a los cultivados defensores de las tradiciones. El símbolo nacional es masacrado de Norte a Sur y de Este a Oeste. Los toros embolados, los corre bous,  el toro ensogado, toro de Coria, bous al mar, las vaquillas atormentadas en cientos de festejos y naturalmente “El toro de la Vega”. En una comunión de ideas cada aldea se resiste fieramente a ser invadida por el desarrollo. Por supuesto ayudadas por la ambigüedad de nuestra legislación aderezada con la mediocridad y parsimonia de los politiquillos del momento que vivimos.
La legislación se marcó un brindis al sol e incluyó en el del Código Penal un articulado sobre el maltrato animal.  Con matices por supuesto.
El primer matiz es la valoración del maltrato; este para ser punible debe ser injustificado, con lo cual si el maltratador consigue justificar su acción, esta deja de ser delito. Muy fácil para el infractor pues la víctima  ni habla ni paga abogados.
Otro requisito es la calificación del animal, para estar incluido en el régimen general de la protección tiene que tener la condición de doméstico o amansado. Los salvajes y asilvestrados quedan fuera.
Para no despreciar la sensibilidad del legislador deberemos decir que contempló la protección de  los animales no domesticados haciendo mención a la prohibición de utilizarles en espectáculos crueles no autorizados. Este es otro aspecto que adquiere gran importancia pues ya que el adjetivo cruel puede ser aplicado a los festejos taurinos, una formula sencilla para salvaguardar su celebración es otorgar a los excesos taurinos  la categoría de espectáculos autorizados.
Incongruencias que permiten declaraciones como las del alcalde de Tordesillas el socialista Jose Antonio González que, escondido tras la vaguedad legislativa, dice que “No prohibirá la fiesta del Toro de la Vega  mientras sea legal”.
Es un cachondo. Si no se autoriza la celebración de la bestialidad del Toro de la Vega, “el festejo” dejará de ser legal en función del artículo 632.2 del código penal. Se sigue celebrando porque se sigue permitiendo.
La laxitud de las leyes para contentar a todos siempre acaba no dejando contento a ninguno.
Son muchos intereses económicos de pudientes familias de la sufrida piel de toro, los que impiden que se tomen medidas que prohíban la exhibición obscena de la crueldad humana, por eso al amparo de una actividad permitida – los festejos taurinos – se cuelan otras actividades igualmente crueles a las que no se puede defender con el barniz de bien cultural. Resulta insultante llamar cultura a la tortura, pero ese sería otro debate.
Así que ya sabéis amigos toros, si hubierais nacido perros se habrían prohibido los espectáculos de peleas - con congéneres de vuestra especie - para diversión de los humanos. Pero habéis nacido toros y eso es muy malo en España.
Aquí nunca faltara un catedrático (como el insigne profesor Martin Arias de la Universidad de Valladolid) que justifique que os torturen para dar rienda suelta a la crueldad humana y amortiguar los hechos violentos que nuestra condición animal provoca. Si los cafres que habitan este país os persiguen, torturan, hieren y matan a vosotros, estos  – dice el catedrático en sus pregones y declaraciones -  no pegan a sus mujeres ¡Excelente solución para la violencia domestica!

Mientras tanto el alcalde de la localidad balbucea argumentos y mira para otro lado, la fiscalía no interviene, el Ministro del Interior tiene otras preocupaciones, la judicatura no sabe no contesta y ¿los políticos?: Bien gracias.

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