martes, 18 de abril de 2023

Un mundo feliz

 

En una hipotética situación de cordura social extrema, la izquierda política conseguiría que los votantes acabaran convencidos de la absoluta necesidad de admitir sus propuestas. Pero no es así.

En un mundo que ya se encuentra en la UVI, asalariados de diferentes condiciones – desde agresivos ejecutivos a mano de obra no cualificada, pasando por algún cretino intelectual que se considera por encima de la media – optan por dar su apoyo a corrientes que ignoran las necesidades cotidianas que acucian al trabajador, tenga la categoría que tenga, directivo o currela.

Paradojas de la vida, por muy colaboracionista que pretenda ser, el probo directivo está en el mismo saco que la mano de obra barata. Los dos dependen de la caprichosa voluntad de quién les contrata. Y ambos son protegidos de los abusos por la legislación que la lucha obrera trata de mejorar.

Son múltiples los casos en los que el explotado se posiciona al lado de su explotador, seguramente esperando que el amo muestre benevolencia con los dóciles y le permita aprovechar las sobras del banquete, ¡Pobrecico! ¡Tan siervo y tan sumiso!

Sin embargo no hay que cargar las tintas sobre los amansados. Un vistazo al panorama político actual nos desvela muchas de las incertidumbres que nos acosan.

La crisis del 2008 llegó a manifestarse como un punto de inflexión del devenir político, económico y social del mundo desarrollado, pero no, fue puro espejismo.

Una vez apretado con fiereza el cinturón de las clases trabajadoras, las élites se siguieron forrando y salieron de la crisis más fortalecidas de lo que entraron.

Los bancos ganaron más dinero, las constructoras pasaron su deuda al Estado y los accionistas cobraron sus dividendos haciendo caso a un delincuente que proclamaba que eso era el mercado (Rodrigo Rato dios mediante).

Década y media después seguimos prácticamente igual. Una ultra liberal como Esperanza Aguirre hizo un reconocimiento de culpa con ocasión del desplome del sistema corrupto financiero – proclamando que había que cambiar el modelo – el arrepentimiento le duró un suspiro. Hoy en día, Isabel Díaz Ayuso agarrada a su perro faldero MAR, nos vuelve a colocar el liberalismo económico como bandera del progreso. 

Con ideas de parvulario va avanzando como ariete contra el Gobierno de la Nación.  Para la estrella de la derecha liberal lo que de verdad es “chachi piruli” es no encontrarte con tu ex tomando cañas o en uno de los atascos tan genuinamente madrileños.  Cuando la muchacha no sabe qué decir  acaba su intervención ofreciendo bocadillos de calamares al grito de ¡Viva el rey y los toros! ¡Así nos va!

Con ese bagaje, con infinitas dudas sobre su gestión de las residencias de mayores, con algún dinero ganado por su hermano aprovechando la coyuntura de la pandemia y con la laminación de la sanidad y la educación públicas, los madrileños votan al PP porque no encuentran nada mejor ¿No encuentran o no buscan? Vete tú a saber.

Hemos convertido a las ideologías en rehenes de las caras conocidas. Ser de izquierdas no es ser Pedro Sánchez  ni Yolanda Díaz.

Ser de izquierdas es tener conciencia de grupo social. Si no nos damos cuenta que como especie estamos condenados a vivir en comunidad y que para hacerlo armónicamente tenemos que articular normas de convivencia, no habremos avanzado nada en siglos de existencia.

La pugna que tiene Yolanda (Sumar) con Iglesias (Podemos) conduce inexorablemente a un choque de intereses que perjudican a todos los que de alguna manera se identifican con la ideología de ambos.

Pablo, le guste a Yolanda o no le guste, es el artífice de la ruptura que se produjo en la concepción política del país amarrado como estaba a un bi-partidismo enfermo.

Desde la irrupción de Podemos se acabó el pasteleo  del “hoy por ti mañana por mí” - usado durante la modélica transacción - para pasar a pensar en el bienestar inmediato de las personas: Ingreso mínimo vital, salario mínimo, stop desahucios, ley de dependencia, protección durante la pandemia, ley del solo sí es sí. Las críticas que recibió Iglesias por empeñarse en formar parte del Gobierno fueron feroces, hoy sabemos que sin el Gobierno de coalición que se formó nada de lo señalado hubiera sido posible

¿Imaginan un Gobierno de Pedro Sánchez con Albert Rivera de Vicepresidente tal y como pretendía el Ibex 35 y sus secuaces mediáticos? Los sueños más cálidos de la patronal de los Botín, Garamendi, del Pino…, no alcanzan semejante clímax.

En las postrimerías de la legislatura no debería ser necesario recordar algunos datos, uno de ellos es la insistencia de Pablo Iglesias; en contraposición de notables de Podemos; para que Izquierda Unida, con Alberto Garzón y Yolanda Díaz en sus filas,  formaran parte de un proyecto que iba a permitir a los comunistas ser parte del órgano que decide las políticas ejecutivas de este país. Se debe recordar que eso no fue un logro de Iñigo Errejón, Baldoví o Ada Colau. Fue empeño de Pablo Iglesias y su equipo. Igual que la moción de censura que desalojo a M. Rajoy de la Moncloa.

Hoy, revolviéndose contra el hacedor, Yolanda reniega de quién la visibilizó como futurible.  El camino emprendido por la Ministra de Trabajo tiene mala marcha atrás. Podemos estuvo muy cerca de ser una fuerza de izquierdas hegemónica, mas de 70 diputados lo avalan.

Izquierda Unida en el esplendor del profesor Anguita alcanzó a superar mínimamente la veintena. Con Alberto Garzón es innecesario que hagamos leña de un proyecto caduco y quemado ¿Seguro que el camino emprendido por Sumar es el que demanda una izquierda con aspiraciones de Gobierno? O  ¿Es que ya no se aspira a ser Gobierno?

Por lo visto en los sondeos las cuentas no salen y para ser muleta del PSOE ya puso las condiciones el añorado maestro Julio Anguita ¡Programa, programa, programa!

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