martes, 8 de noviembre de 2022

La iglesia despechada

Puede que este sea el momento de decidir si continuamos mirando para otro lado mientras laminan los logros conseguidos tras décadas de lucha, o si por el contrario decidimos defender lo que tanto costó alcanzar. La sanidad que Miguel Ángel Rodríguez (operando con su marioneta doña Rogelia  Ayuso) está imponiendo en Madrid es una muestra de lo que nos espera si no espabilamos.

¿Cómo defendemos los servicios públicos expuestos a la voracidad de los tiburones? ¿Cómo blindar lo conseguido? Y por otra parte, para no ser manipulados ¿De qué forma exigimos limpieza y neutralidad informativa?

Son cuestiones que presentan escollos complicados de superar por una sociedad que, a día de hoy sigue con unos graves déficits de cultura democrática.

El señor sigue teniendo razón, lo que sale en la tele va a misa y en misa el cura inculca lo que se debe y no se debe pensar. Un apunte, hoy los pulpitos están en las emisoras de radio o en las cadenas subvencionadas de televisión. Al recinto eclesial – salvo en las fiestas patronales – ya no se acerca ni dios. Con una excepción, a misa de 12 los domingos, a ese festejo sigue acudiendo el cacique y hay que ser visible para el preboste.

¿Cuándo eliminaremos las injerencias de la Iglesia Católica española en asuntos de Estado?

¿Llegaran a ser juzgadas las tropelías que la misma Iglesia ha  cometido y sigue perpetrando en la sociedad civil?

¿Cómo enviamos a curas y obispos a las iglesias y sacristías?

Las noticias de hoy nos muestran una campaña de la jerarquía eclesiástica conmocionada por la pérdida de influencia en el conjunto social. Que “bonico” ver los carteles y posters de niños pidiendo no ser disfrazados en la noche del 31 de octubre porque “ellos” son “obligatoriamente” católicos.

Que ternura produce ver como se enzarzan las multinacionales en un duelo sin precedentes para lograr la fidelidad de sus adeptos.

La franquicia eclesial católica española contra los grandes almacenes de venta, legendario. Las fábricas de caramelos y refrescos desafiando a la Conferencia Episcopal Española y sus siervos pseudo-periodistas, sublime. La sociedad civil recuperando festividades que les habían sido hurtadas por la avaricia religiosa padecida durante siglos, inimaginable.

La franquicia española de la Iglesia Católica ha reaccionado igual que un amante despechado abandonado por su querida.

La rápida difusión de la festividad pagana de Haloween en la sociedad española ha venido a mostrar las deficiencias de un sistema dominante que; prevaleció en tanto en cuanto el miedo católico al órgano represivo mantuvo las bocas cerradas y los deseos ocultos.

Pero mira por donde, la misma fórmula capitalista que nos adormece para dominarnos, nos despierta para que consumamos ¡Qué curioso dislate!

Y aunque tampoco somos dueños de nuestros hábitos de consumo, pues están dirigidos desde los altavoces de los nuevos púlpitos (prensa, radio y televisión), el gasto en disfraces, calabazas, telarañas, esqueletos, chucherías y fiesta reporta más beneficios que las visitas al cementerio, los ramos de flores y las misas de difuntos con sus lloros programados.

Una festividad pagana recuperada, a ver cuando dejamos la navidad y celebramos el solsticio de invierno a la vez que recuperamos las festividades del solsticio de verano acabando con las fiestas veraniegas patronales.

Aunque siendo más modestos en nuestras aspiraciones estaría bien comenzar por eliminar del imaginario colectivo la denominación de Cruzada de liberación nacional  que  pomposamente  le otorgó la  iglesia católica española a la guerra provocada por la barbarie de un rebelde. Una muestra más del amor que los obispos profesaban  hacia los asesinos franquistas y que aún perdura.  

Tampoco es correcta la denominación de guerra civil que erróneamente se sigue utilizando incluso desde posturas cercanas a la progresía. No fue una guerra civil, fue un levantamiento de unos rebeldes militares  contra el orden institucional establecido. Sus únicas aspiraciones eran las de ocupar el poder perdido democráticamente. Para ello no les importó asesinar, masacrar, eliminar a los disidentes.

Tristemente la Carta Magna de 1978 no contempló ninguna acción de condena contra los levantiscos, ninguna  reprobación a la barbarie y nada de reparación de los daños, ofensas y dolor ocasionado. En su lugar se promulgó una vaga ley amnistía política que en realidad era el camuflaje utilizado para una ley de punto final.

Con esa actitud lo único que hemos conseguido es que - con el paso del tiempo - hayan vuelto a salir de sus madrigueras las ratas del fascismo patrio y algún hostelero fascista tonto y a veces chino.

Alentados por politiquillos que hablan de su libertad para tomar cervezas, a los demás nos niegan la libertad de tener una vida digna.

Una vida únicamente puede tener esa consideración si es vivida con derechos esenciales respetados y protegidos, con una educación pública,  laica y de calidad, con una sanidad pública eficiente y con recursos.

El corrompido cuarto poder ejerce de sordina y amortigua las quejas que pudieran generar  los abusos. En definitiva lo realmente importante son las invenciones y mentiras que los paniaguados medios de comunicación (los Pedro Jota, Herrera,  Inda, Ferreras, Jiménez y compañia) propagan.

Ya habíamos reparado que los derechos humanos son algo  que les preocupa mucho en algunas ocasiones y no tanto cuando están involucrados ricos herederos de países donde reposa el emérito de tanta actividad sexo-defraudatoria.

Las taras que soportamos desde 1978 son muchas y variadas. Las concesiones a los amos fueron camufladas bajo un manto de consenso mentiroso.

En realidad quienes ostentaban el poder lo siguieron teniendo, la iglesia continuó adoctrinando, bautizando y controlando la educación. Las fortunas hechas al amparo franquista siguen gozando de los réditos de sus expolios,  los Kindelan, Huarte, Banus, March…, disfrutan de las ganancias amasadas durante la guerra y la dictadura. Mientras tanto las víctimas siguen clamando justicia desde las cunetas.

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