Tras haber padecido, durante gran parte de nuestra vida, la insufrible bota del pastoso genocida que pisaba nuestros cuellos, recibimos a la “modélica transición” como un espejismo democrático que acudía a nuestro rescate ¡Que engañados estábamos!
Si lo analizamos con la tradicional mansedumbre hispánica, concluiremos que la situación político–social era tan lamentable que no podía empeorar; sucediera lo que sucediera ir a mejor resultaba bastante factible aunque fuera complicado.
La falta de libertades, la represión sistémica, las torturas, las sentencias a muerte dictadas y ejecutadas solo unos meses antes de la muerte del dictador, hacían que cualquier pequeño atisbo de luz fuera presentado como la explosión de claridad que nos rescataría de las sombras en las que nos veíamos sumidos ¡Pobres incautos!
Los trileros de la política consiguieron vendernos la estafa de una democracia vigilada envuelta en papel para regalo. Regalo del rey.
El dictador dejó atada la cuestión sucesoria colocando a Juan Carlos al frente de la Jefatura del Estado a título de rey. Previamente el Borbón aceptó el encargo de mantener y perpetuar el Régimen y juró los Principios Fundamentales del Movimiento Nacional ¿Nadie se acuerda?
Una recua de ilustres franquistas también los había jurado y en cambio, una vez desaparecido el opresor, se ofrecieron como garantes perpetuos de una incipiente democracia. Un relevante fascista reconvertido en liberal y teñido de demócrata fundó Alianza (Partido) Popular y con él seguimos.
Hace unos días Pablo Casado alardeaba del número de padres de la Constitución que militaban o habían militado en el Partido Popular. Naturalmente obvió los ministros y altos cargos franquistas que habitaban o habían habitado en las filas de su partido.
La derecha española nunca ha pretendido, ni querido, renegar de sus orígenes totalitarios. Los comportamientos democráticos le resultan soportables siempre y cuando sus expectativas de poder se vean satisfechas.
Si los comicios electorales le son favorables los votantes han decidido correctamente, si por el contrario les son adversos ponen en entredicho la capacidad de los electores y la limpieza del resultado, está en su ADN.
Para justificar el golpe de estado de 1936 recurrieron a difundir un falso fraude electoral. En fechas más cercanas - en 1993 - Javier Arenas gritaba desaforadamente que la victoria de la otra derecha, la de Felipe González, había sido un pucherazo ¡Maldita hemeroteca!
Los poderosos – la derecha – pueden soportar la discrepancia de opinión, pero no admiten la irrelevancia en el reparto. Verse relegado a figura contemplativa del devenir social en el que los parias tengan presencia y capacidad de decisión les resulta inaceptable.
¿Cómo solucionarlo? Pues al estilo tradicional, como Franco, Hitler, Mussolini o Trump. Se invaden las instituciones, son coartadas las libertades, se limitan los derechos y se vende una alforja de rancio nacionalismo que inflame los pechos de vasallos convencidos de la superioridad dinástica mientras los dueños les mean en la cara.
Comprobar las reacciones de algunos personajes ante recientes acontecimientos define con meridiana exactitud la calidad de la Democracia que padecemos.
Pablo Hasel entrará en prisión por cantar contra UN presunto delincuente y Rodrigo Rato saldrá tras robarnos a TODOS ¡Normalidad democrática!
Denigrar a un Gobierno legal y legítimamente constituido con difamaciones, falsedades y mentiras para conseguir doblegar la voluntad popular ¡Normalidad democrática!
Mirar para otro lado deshojando margaritas de un roble mientras se amenaza con fusilar a 26 millones de españoles ¡Normalidad democrática!
Que el Congreso admita institucionalmente a un CGPJ caducado tomando decisiones que hipotecan el funcionamiento de los órganos judiciales los próximos años ¡Normalidad democrática!
Comprobar la utilización de los cuerpos de Seguridad del Estado para fines particulares de un determinado partido (PP) condenado por prácticas antidemocráticas (dopaje financiero para ganar las elecciones) ¡Normalidad democrática!
Que las niñas y niños de Cañada Real tengan que estudiar con la luz de una vela y al tiempo le paguemos un elitista bachillerato en el extranjero a la hija del “Preparado” ¡Normalidad democrática!
Que despidan a un trabajador porque rotule que la nieta se va a estudiar fuera igual que se marchó su emérito abuelo ¡Normalidad democrática!
Que sigan en prisión los jóvenes de Alsasua por una riña de bar ¡Normalidad democrática!
Que la “X” de los GAL siga en los consejos de administración de petroleras y eléctricas. Que los diligentes jueces admitan querellas que tienen que archivar. Querellas falsas contra Podemos alentadas por los mismos que sepultaron las evidencias contra la “X”. ¡Normalidad democrática!
Que soportemos a policías, periodistas, jueces, fiscales y militares confabulados contra una opción política utilizando recursos del Estado ¡Normalidad democrática!
Que el Jefe del Estado sea el Jefe Supremo de las Fuerzas Armadas, a la vez que inviolable, inimputable, irresponsable cual ser superior que levita sobre nuestras vidas, le siguen llamando ¡Normalidad democrática!
Tenemos mucho margen de mejora...
ResponderEliminarUn abrazo!!! Y salud que no falte
Enhorabuena, Asunción; tu artículo constituye un acertado diagnóstico de la maldita enfermedad que contagió España mucho antes que la Covid 19: el posfranquismo disfrazado de "democracia monárquica". En este país arrodillado ante los banqueros, los obispos y los generales, tal y como lo dejó el genocida, atado y bien atado al yugo y a las flechas, costará mucho crecer en libertades y en derechos: hemos retrocedido en los últimos años, de la mano de políticos vendidos al poder como, por ejemplo, los actuales miembros del Gobierno. Pero me permito recordarte que la "tradicional mansedumbre española" no es sino el resultado de una cruenta purga: los criminales asesinaron sistemáticamente a todos los valientes, a los bravos republicanos combatientes, a los maestros, a los progresistas, a los que jamás se hubieran doblegado como lo hacen sus nietos y bisnietos por egoísmo, incultura o indolencia. Es en la Educación donde, sembrando, volvería a crecer la hierba. Hay que acabar con la lacra de la enseñanza religiosa "concertada" sangrando al erario público en favor de los buitres que llevaron al monstruo bajo palio, y potenciar al máximo la pública, y la Memoria Histórica.
ResponderEliminarTús artículos son un ejercicio de buena cosecha.