domingo, 9 de agosto de 2015

Muros de contención

Cada vez es mayor la preocupación por mantener separado lo limpio de lo contaminante. De esta manera se conforman cementerios nucleares, vertederos industriales, plantas de reciclado…, lugares de depósito de los residuos inservibles que se generan al abrigo y como consecuencia de una actividad que, a la par que necesitamos para sostener nuestra forma de vida, produce elementos perniciosos de difícil eliminación.
Los caciques acaban encontrado “por casualidad” el lugar en el que depositar sus escombros habitualmente lejos, muy lejos de sus aposentos, en países y lugares  que necesitan vender su espacio a cambio de arriesgar su pervivencia. Alejan el hedor de sus nobles narices. Los chalés y mansiones permanecen a salvo de cualquier contingencia. Desde la altura de privilegiadas urbanizaciones observan cómo va incrementándose el sumidero de inmundicia.
Los muros de contención separan la suciedad inherente a los desperdicios de la inmaculada limpieza de sus atendidos jardines.  El peligro de desborde lo soslayan teniendo previsto brigadas de trabajo para seguir levantado la pared de limitación.
El  tabique de separación es el quid de la cuestión, es el elemento “cómplice necesario” que necesitan como dispositivo de seguridad. Bien construido puede resistir durante siglos el embate de la porquería que se almacena en su interior. En tanto en cuanto el muro resista, la colina, los jardines, las avenidas y su espectacular modo de vida estarán a salvo del desastre y su placida existencia continuará libre de sobresaltos.
Es tan simple como eficaz. Buenos ladrillos impermeabilizados, una consistente argamasa de unión, el diseño correcto y la previsión de recrecimiento, en caso de necesidad, modelan el aislamiento que separa lo puro de lo fétido.
Llevamos tanto tiempo haciendo esa labor de contención que se ha grabado a fuego en nuestro procesador de comportamiento. Estamos tan adoctrinados que ni siquiera reparamos en nuestra condición de adoquines de muro de contención.
Dentro del estanque que ayudamos a custodiar descargan camiones de porquería: corrupciones, pisoteos de derechos, situaciones inverosímiles de desprecio a la igualdad, privilegios espurios de noblezas de sangre. Ya no nos alteramos ni sentimos asombro ¡es tan natural el proceso! Cada poco tiempo nos dan un poquito de argamasa para solucionar un resquebrajamiento. Un parche en forma de proceso electoral para que los votos hagan más sólido el muro en el que guardar sus vergüenzas.
Ni las trompetas que anuncian nuevos detritus son capaces de derribar la fuerte muralla que formamos entre todos. Permanecemos  anclados al muro a través de nuestros votos soportando la porquería que nos vierten.
Impasibles, igual que carneros, acudimos a la fila con la escudilla en la mano para recibir nuestra ración de cemento con el que apuntalar la pared que les resguarda ¡a ellos!.  Sufrimos la peste con la esperanza de subir algún día por la ladera de la colina y contemplar en la lejanía  la charca de porquería. Aguantamos que nos inunden con sus cubos de heces sin dar unos pasos atrás, siempre dispuestos a doblar la cerviz, sumisos, voluntariosos, convencidos de nuestra transcendental labor de sostén ¿Hasta cuándo? De seguir todo igual, hasta siempre. Eternamente resignados toleraremos que decidan acerca de nuestras vidas sin exigir ningún tipo de reconocimiento ¿Para qué vamos a exigir lo que no estamos dispuestos a defender?
Cuando se construye una balsa de detritus los estudios iniciales evalúan y proyectan con sumo cuidado las dimensiones de los llamados muros de contención. Los materiales a utilizar, las impermeabilizaciones para impedir fugas liquidas, la carga que han de soportar, en fin, una serie de parámetros que los técnicos en la materia seguro que pueden enumerar con mayor precisión que este inexperto en la materia. La  finalidad de este tipo de construcciones es la de acondicionar un espacio que permita deshacerse de los desperdicios producidos para preservar el ecosistema de la malsana influencia de la basura.
En el momento actual “El muro de contención” lo componen los votantes dóciles que sistemáticamente dejan su voluntad en manos de los culpables de la situación. Confían la solución del desastre a los mismos ineptos que nos han conducido a él.
Escuchando a nuestros políticos nos damos cuenta que nada les preocupa, nada les inquieta, mantenerse subidos en la ola es su única finalidad. Mientras tanto el muro de contención realiza estoicamente su labor. Una y otra vez los ladrillos  votan a los mismos con la esperanza de poder abandonar un día la nauseabunda frontera del estercolero.

Pobres ilusos. A los amos les resulta mucho más sencillo cambiar un adoquín que vaciar el basurero. Y, hasta ahora, siempre han encontrado adoquines de repuesto. 

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