¡Por
fin! Casi se agradece que acabe la tormenta de cánticos laudatorios. No es del
todo cierto que vayan a terminar por completo, ahora seguirán pero ya será más espaciado, no
será el bombardeo continuo de elogios, ¨la modélica transición¨, ¨la renovada monarquía¨, ¨la institución indispensable para el equilibrio de la democracia¨,
¨el heredero preparado¨, ¨la elegancia de la reina¨, ¨el respeto a la
normalidad democrática¨…Los familiares y amigos de los cronistas de la sucesión
deberían avisarles de lo tremendamente dañino que resulta para el aparato
digestivo la ingesta descontrolada de fluido seminal. Si siguen así se verán
irremediablemente abocados a vivir atados a un bote de bicarbonato.
Una
vez terminados los fastos llega el tiempo del análisis y la reflexión.
No
esperemos grandes cosas de los palanganeros, con el cerebro obturado por el
vasallaje no tendrán otra postura que la de rodillas, como mucho
permanecerán en posición vertical pero
con la cerviz inclinada. Mirar de igual a igual al Borbón no les está
permitido. El besamanos de la ministra Mato da una espeluznante idea de los extremos hasta los qué puede llegar el
sometimiento. Hay momentos en los que es de agradecer la altanera soberbia de
Jose María Aznar. Un representante político que no se humilló durante el
saludo, aunque su reacción sea como
consecuencia de un ego a punto de reventar.
En
el protocolario evento tuvimos nuestra ración de decepción. Nos las prometíamos
muy felices con la desaparición de símbolos religiosos en el acto de jura de la
Constitución. Hete aquí que, durante el paseíllo posterior celebrado en palacio,
aparecieron los representantes de la Iglesia Católica española, y Felipe VI y
esposa inclinaron respetuosamente su testa coronada ante la presencia de las
sotanas. ¿Agradecimiento regio por el nombramiento? No olvidemos que hasta hace
muy poco tiempo la curia sostenía que el poder emanaba directamente de dios. Ante semejante autoridad es lógica la
humillación.
Pocas
voces han resaltado el gesto de sumisión de la Jefatura del Estado ante los
prelados, les ha debido parecer un detalle nimio. O quizás no lo destacan por
entrar dentro de su normalidad ideológica.
Los juglares reales y los políticos
Juancarlistas, rápidamente reconvertidos a Felipistas, han prestado mayor
atención a la actitud adoptada por Mas y Urkullu y su decisión de no aplaudir
con fervor el discurso del nuevo rey. ¡Qué falta de compostura!, ¡qué
desfachatez! Espetan con desdén.
Obvian
los lisonjeros monárquicos que la ceremonia se llevaba a cabo en el edificio donde
se pone de manifiesto la soberanía popular. Olvidan los frecuentes pataleos y gritos que profieren los
representantes ciudadanos cuando políticos de cualquier formación hablan y
exponen ideas que no comparten, sean los oradores miembros del gobierno o de la
oposición.
En
el caso que nos ocupa parece que es obligatorio aplaudir la intervención del
nuevo inquilino del trono, aunque su discurso este vacío de contenido político
y lleno de obviedades. No importa, ¡Un
respeto que habla el rey! Hay que aplaudir cuando el regidor lo indique. Como
los aplausos dirigidos de sálvame- deluxe.
A
los cronistas sociales se les acaban los calificativos para enaltecer la
intervención del nuevo soberano, su actitud ejemplar y serena, su excelsa
preparación, su predisposición modernizadora de la institución.
¿Modernizar
una institución anclada en el Medievo?
Ha
perdido la primera oportunidad para hacerlo y de paso habría evitado las lágrimas de su hermana
mayor.
El
papel de Elena ha sido, otra vez, el de infanta plañidera. Lloró en el desfile
inaugural de los Juegos Olímpicos Barcelona 92 observando cómo su hermano menor
era el abanderado de la delegación olímpica española ¿por méritos deportivos?
No, por príncipe.
El
19 de junio del 2014 la infanta volvió a llorar al ver a su hermano pequeño
intervenir ante los representantes de la soberanía popular, a título de Rey ¿por
méritos políticos? No, por príncipe.
Esos
sollozos los podría haber evitado Felipe si hubiera sido capaz de darse cuenta
que el 3 va detrás del 1 y del 2, él es
el tercer hijo, detrás por lo tanto del 1º y del 2º hijo. Con 46 años y tanta
preparación ha tenido tiempo más que de sobra para atisbar y arreglar una
situación tan injusta. ¿Modernizar la monarquía? Con cumplir las leyes que
otorgan igualdad de derechos a hombres y mujeres no la modernizaría pero
hubiera dado un paso. Resulta que Felipe de Borbón y Grecia asume la Jefatura
del Estado a título de rey, y reinará bajo el nombre de Felipe VI únicamente
porque tiene un apéndice carnal entre
las piernas y sus hermanas Elena y Cristina no lo portan.
Ya
sabemos por qué lloriquea la infanta, no es por amor y orgullo fraternal, llora
debido a sus carencias. La tenencia de
un trozo de chicha, por pequeño que fuera, la habría proporcionado un lugar en
la historia. Habría abanderado la delegación española en una Olimpiada, y
hubiera sido reina de España con el nombre de Elena I. Maldito aditamento de
carne, poco mas de 50 gramos de músculo hueco han cambiado el curso de la
historia. Por mor del minúsculo órgano, una Ortiz, Letizia, será reina y ella, una Borbón y Grecia, la
infanta llorona.
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