Un
buen día, una mañana primaveral y a lomos del brioso corcel de la estulticia
nacional, un triste simpatizante de la Obra de San José María, tiene contra las
cuerdas al simulacro de sistema democrático hispánico. Ni más ni menos.
El
día 29 de mayo de 2020, es decir 44 años 6 mese y 9 días después de la muerte
del dictador, sigue pendiendo sobre las cabezas de los habitantes de esta
lamentable identidad nacional el espectro incólume del asesino en serie que
robo la esperanza de reconstrucción a
este patético país.
Bajo
palio entraba y salía el sátrapa de los templos. Curas, Obispos y Cardenales le
reían los chistes y le otorgaban “gracias” divinas. En compensación el funesto
verdugo obsequiaba con bienes, prebendas y poder. Sobretodo esto último, poder,
mucho poder.
La
corporación creada por José María Escrivá, nació como contrapeso espiritual a
otras cofradías y a las injerencias que la autoridad vaticana trataba de
ejercer sobre las políticas del dictador.
Haber
sido el primer “Estado” – suponiendo que el Vaticano sea un estado, que es
mucho suponer – que concedió legitimidad al régimen fascista español tenía que
tener sus favorables contraprestaciones.
Para
los Papas de Roma traicionar al pueblo español era un tema de menor importancia
comparado con los beneficios que acarrearía para las insaciables arcas de la
iglesia.
El resto
es historia conocida, se firmó un escandaloso tratado (llamado Concordato) entre
la autoridad eclesiástica y los usurpadores de la legalidad nacida con la II
República de España, que sigue vigente.
Leyendo
la Constitución republicana es muy fácil, pero que muy fácil, deducir que la
legalidad emanante del sistema democrático del 14 de abril de 1931, fue una liberación
del asfixiante yugo déspota que mantenían los carcamales con sotana. La llegada
del régimen opresor franquista impidió modernizar el Estado hacia la laicidad.
El
militar perjuro declaró el catolicismo(religión oficial) del Estado al tiempo
que eliminó la libertad religiosa y de creencias. La imposición del estado
nacional católico tuvo nefastas consecuencias para la población en general.
Entre las más importantes podemos enumerar el secular retraso socio cultural al
que fue sometida y el imperdonable desfase económico con el resto de la Europa
que se reconstruía tras la II Guerra.
España
seguía abandonada a su suerte y en manos de una cuadrilla de facinerosos que se
auto denominaban “patriotas”.
Delante
y detrás de ellos desfilaban las sotanas, hisopo en mano, dando fe de la “hermosura” de comportamiento que acompañaba a
los verdugos cuando ejecutaban inocentes en las cunetas.
La
levantisca rebelión que los matones denominaron “glorioso alzamiento nacional” ni
siquiera trató de enmascarar la intencionalidad de los poderes fácticos que
auspiciaron el golpe de Estado; por todos los medios querían recuperar el poder
que unas elecciones democráticas les había arrebatado.
La
normalidad Republicana era completamente aceptada por esos poderes fácticos
mientras los órganos de poder siguieran en sus manos. Siempre que los Gobiernos
fueran afines a sus intereses no eran peligrosos. Solo la llegada al poder de
las clases populares impulsó la rebelión de Franco.
Hoy se
están reproduciendo miméticamente las mismas situaciones y comportamientos. El
Gobierno haría bien vigilando los peligrosos movimientos que se están originando.
Hay una facción dentro de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que
sigue anclada en los privilegios de clase que alcanzó con la dictadura y que
años después sigue alimentando la nostalgia involucionista que emana de los
uniformes.
La
influencia del OPUS DEI dentro de la escala de mando de la FFSS resulta
evidente. El ministro Fernández Díaz alimentó con sus cloacas las injerencias
policiales en la vida política. La Obra ayudó a sus acólitos a copar puestos claves en el organigrama policial y
peso especifico en la Guardia Civil.
El
Ministerio del Interior no ha escogido el mejor momento para hacer la
actualización y remodelación de la cúpula que dirige el Instituto Armado, eso
no le quita ni un ápice de necesidad para llevarla a cabo.
Al
igual que la limpieza de las cloacas del Estado, el cese del coronel Pérez de
los Cobos ha llegado con un considerable retraso. Independientemente de su
juvenil tendencia a presentarse voluntario para los golpes de Estado.
Sin
escrutar el fondo de su currículo (imputación en el sumario de torturas por el
caso Urra) el coronel ha dado muestras más que sobradas de una alarmante
incompetencia para dirigir la Comandancia de Madrid.
A la
Dirección General de la Guardia Civil se le debe reprochar una pasmosa
negligencia en la adecuación de la cúpula del Instituto Armado. Hace tiempo que
debería haber resuelto la incuestionable influencia que un grupo de mandos afín
al OPUS sigue ejerciendo en la corporación a través de mandos intermedios y
superiores. Los Pérez de los Cobos de turno seguirán intentando influenciar por
medio de sus títeres.
En
las FOPS y por supuesto en la Judicatura, la remodelación democrática es
imprescindible, en ambas instituciones todavía no se han enterado que la muerte
del dictador enterró al franquismo ¿O no fue enterrado y sigue vivo?