Con la vorágine de acontecimientos que intentan incrustar en nuestra mente, los medios de desinformación tratan de colarnos sus consignas para borregos claudicantes.
¡Sí!, es cierto que desde el Gobierno de coalición se han cometido errores imperdonables, pero no por su carácter transgresor, más bien por el afán que - un ejecutivo teóricamente transformador - ha tenido de poner cataplasmas para no ofender a determinados poderes fácticos que, por otra parte, llevan toda la vida apretando las tuercas a este simulacro de país.
La llamada “Ley mordaza” sesgó de manera contundente la posibilidad de manifestar el descontento donde la gente corriente puede hacerlo, en la calle. Se pueden poner cientos de ejemplos de perversidad judicial en los que – con una norma no escrita ¡faltaría más! - la palabra de un agente de policía tiene más valor que la de un ciudadano. Principio de veracidad policial, lo podíamos denominar. Naturalmente no está plasmado en ninguna ley, sería inconstitucional, pero “haberlo hay lo”.
Después Los medios de comunicación, comprados o afines, se encargan de poner en circulación las opiniones de los que dictan las normas por arbitrarias que sean.
El otro fiasco sufrido fue la contrarreforma de la reforma laboral de Rajoy. Una modificación que satisfizo a la patronal indica que rescató muy pocos de los derechos eliminados por el Gobierno del Partido Popular.
La tristeza que nos invade, no debe de ocultar la congoja que nos acompaña.
Los Gobiernos de coalición están perdiendo una oportunidad histórica de hacer algo diferente para modificar las estructuras perversas de esta confluencia nacional. Peor aún, seguimos abrazos a una farola sin luz esperando que por arte de magia se ilumine la bombilla.
España no es un país de izquierdas porque el español de a pie está educado en una cultura vacía e insolidaria.
Mientras no le afecten directamente, el habitante de la piel de toro es muy poco dado a sentirse partícipe de los problemas de su vecino.
Siglos de contaminación eclesiástica han conseguido inocular el virus de la responsabilidad individual como paradigma para conseguir la salvación.
Es la misma teoría de la individualidad económica que ha llevado al hispánico medio a considerarse un ente aislado de los problemas de los demás, aunque no de sus logros. Nos sentimos partícipes de las victorias ajenas para acabar atribuyéndonoslas como propias.
En los triunfos España es una nación, los fracasos son la consecuencia de la conjura de los adversarios. En el camino hacia la meta es donde se hace patente la eterna duda de los pusilánimes indecisos en los que nos hemos convertido.
España no es de izquierdas ni de derechas, España es propiedad del amo, una finca yerma de tierra quemada. Siglos de desafección con el vecino nos han hecho insensibles ante lo transcendental para convertirnos en timoratos ante lo accesorio.
Durante la triste pandemia de COVID están contabilizadas 7291 muertes de ancianos en condiciones de abandono en Madrid, sin asistencia hospitalaria.
Ello es presuntamente atribuible – como así está denunciado por los familiares – a los cuestionables protocolos de actuación dictados desde el Gobierno de la Comunidad Autónoma de Madrid presidido por esa fruta de temporada llamada Isabel Díaz Ayuso.
Durante una sesión en la Asamblea de Madrid “la fruta de moda madrileña” manifestó que, los ancianos de la comunidad de Madrid no fueron derivados a centros hospitalarios porque iban a morir de todas formas ¡Para qué gastar inútilmente!
La certeza de la muerte debe de ser una de las razones del desmantelamiento de la sanidad pública que se está llevando a cabo en Madrid. Si de todas formas vamos a morir, mejor que suponga una ganancia para los amigos que gestionan la sanidad privada ¡Ellos saben apreciar los placeres de la vida!
Y ya puestos, si alguien tiene que beneficiarse del negocio en época de alarma mejor la familia que así todo queda en casa. Después la fiscalía te lo afina y la moralidad la escondes bajo los resultados de las urnas que para eso existe el libre mercado.
Estos días se ha conocido la trama para forrarse, urdida por un tal Koldo García, asesor del ex ministro Ábalos. Los voceros de siempre han salido en tromba a pedir la cabeza de Pedro Sánchez como máximo responsable del contubernio corrupto. Los radiofónicos, televisivos y amanuenses han estado alentados por “la fruta de Madrid” y “el defenestrado Bendodo”.
Si el PSOE hubiera cumplido con su presunta vocación de partido de izquierdas, probablemente no hubiera caído en la tentación de ocultar los enriquecimientos rápidos de algunos de sus parásitos.
Las rotativas y micrófonos que echaban humo defendiendo el derecho de Tomás Díaz Ayuso a realizar encajes comerciales en su condición de emprendedor, hoy descuartizan a Ábalos y por elevación a Sánchez, porque en sus inmediaciones huele a podrido.
No como en el caso de Madrid, que la pobre fruta no estaba madura y no influyó para que su “hermanísimo” vendiera las mascarillas con un incremento de precio abusivo. El comprador (la Comunidad de Madrid) ni siquiera sabía que Tomás Díaz Ayuso era hermano de la fruta. Además ella no se enteraba de nada.
O sea que Isabel utilizó el comodín de la lerdez tipo infanta Cristina. La monarquía siempre marcando tendencia.
Naturalmente todo en nombre de la otorgada libertad para tomar cañas que durante la pandemia trajo la fruta.