Es una letanía que utilizan con
desfachatez: somos muy jóvenes y no tenemos porqué conocer los atropellos que
han sufrido varios millones de españoles cuando nosotros ni siquiera habíamos
nacido.
Esa memez de pretexto les permite
hablar de Franco como caudillo de España, vencedor de la guerra y por lo tanto
legítimo opresor.
Todo ello acompañado de las risas
nerviosas de una niña bien a la que las desdichas ajenas le producen un efecto
similar al de la pérdida de un bolígrafo.
Quieren hacernos creer que tan
deleznable comportamiento no tiene nada que ver con el hecho de que destacados
miembros de algunas de las familias insignes del franquismo militen en el
Partido Popular y le nutran de generosas aportaciones.
La intervención de la diputada
del PP madrileño – Begoña García – deja meridianamente clara la línea de
pensamiento que profesan las nuevas generaciones del partido del ave carroñera:
exactamente la misma ideología que adornaba a los “Siete Magníficos” franquista que fundaron Alianza Popular.
En su comparecencia la diputada
en la Asamblea de Madrid ha vuelto a declamar un canto al fascismo en versión
palurda hispánica.
Pablo Casado calla al tiempo que propugna
alcanzar la armonía nacional mediante la desmemoria. Con tal fin pretende que
el embadurnamiento de “crema de olvido” sea la fórmula mágica para lograr la
concordia.
Todo su discurso se encuentra
rabiosamente enraizado en la cadena genética de un partido nacido desde la
férrea mano de la opresión.
El nuevo líder es un defensor a
ultranza del feroz liberalismo económico y su ideología pasea la “meritocracia”
como camino para alcanzar las cotas altas de desarrollo personal.
Paradójicamente es un individuo
al cual no se le conoce actividad laboral - ya sea por cuenta propia o ajena -
que no sea vivir de las arcas del Estado
al que pretender deshilachar.
Su mayor logro personal es una
mediocre carrera para obtener la licenciatura de derecho y un master situado bajo
la lupa de la justicia.
A la vista de las noticias sobre
su preparación va a resultar que no es tan listo ni tan diligente. La obtención de la licenciatura de derecho
aprobando en un rato lo que no era capaz de superar durante años ha dejado un
tufillo a enchufe difícil de disimular.
El Master convalidado en un
81,81% (18 de 22 asignaturas superadas sin necesidad de ser cursadas) ratifica
el corralito educativo en el que los cachorros del PP convirtieron a la
Universidad Rey Juan Carlos I.
Para desviar la atención sobre
una circunstancia que pone blanco sobre negro la poquita categoría que atesora
el “Elegido” la dirección de Génova se ha embarcado en estrategias que pasan
por la recuperación de un José María Aznar reconvertido en baluarte
indestructible del Partido y ejemplo
irrefutable de la visión cateta que los “Gaviotos” tienen del Estado.
La comparecencia del “Hombrecillo
insufrible” en Comisión parlamentaria estuvo acompañada de una larga ristra de
desplantes hacía la Cámara, falta de respeto a la Comisión y falsedad en las
declaraciones.
Igual que un maestro paleto de
tiempos afortunadamente superados, Aznar abroncaba a los diputados que
indagaban. Leyendo y oyendo a la jauría mediática (los Arcadi y comparsas)
resulta que los interrogadores “cometieron la osadía” de preguntar al
responsable de un partido que se dopó intencionadamente tal y como recoge una
vergonzosa sentencia judicial.
Que el patoso de las Azores no
respeta el sistema democrático, ni las reglas de juego, ni a los rivales
políticos, se hizo patente cuando espetó, a Rafael Simancas, que estaba resentido desde la llegada de Esperanza Aguirre al Gobierno de la Comunidad de Madrid. En su mediocridad
llegó a exhibir que fuera a través del Tamayazo.
La certificación de su falta de pudor había
llegado hacía tiempo de la mano de la ley hipotecaria de 1998. Esa norma resultó ser una grosera adaptación de
una ley franquista. Gallardón tuvo que apresurarse
en retirarla con el fin de evitar un aluvión de recursos de
inconstitucionalidad amparados en la sentencia dictada contra el Estado español
por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Con esa infame Ley Aznar permitió
a la Iglesia Católica adueñarse de gran parte del Patrimonio Nacional.
¿Quizás fue este el generoso pago
a la institución religiosa por ayudar a un mediocre a alcanzar la presidencia de gobierno?