Si
alguien tenía problemas de tránsito intestinal, la intervención de la
“Sexagenaria escapista” en el programa “Salvados” de Jordi Évole del domingo 8
de febrero, le ha tenido que servir de adecuado laxante. ¡No se pueden decir
más memeces en menos tiempo!
La
protagonista de la comedia “Abuela a la Fuga” ha hecho tal ejercicio de
desfachatez, que uno se pregunta: ¿Es la entrevista a una de las políticas
capitostes del panorama patrio, o por el contrario es un revival de “Barrio Sésamo”?
La
contestación correcta es la segunda.
Pareciéndonos
desafortunado el comportamiento de Monedero, no podemos pasar por alto las
declaraciones de los técnicos de la Inspección Tributaria, en las que han
repetido hasta la saciedad que con la declaración complementaria, que
voluntariamente ha hecho, está regularizada su situación fiscal y no existen
indicios de delito. Pretender incluirle en la categoría de defraudador sin más
datos es, cuando menos, una temeridad.
Ni
siquiera ha tenido que acogerse a la amnistía fiscal parida por el “casi”
ministro Montoro. Digo casi, porque me niego a reconocer la autoridad
ministerial a un personaje que utiliza los instrumentos del Estado para “acojonar”
a sus adversarios políticos y a sus detractores. Cuando aprenda que eso no se
hace, quizás alcance la categoría de ministrable.
Pues
bien; Monedero yerra al realizar y facturar trabajos que pueden ser
cuestionados por la autoridad universitaria, pero todavía no han sido puestos
en entredicho por la Agencia Tributaria.
Debe tener un mejor comportamiento que las personas que critica. La dedicación
a la política necesita como paso previo una conducta intachable en la desempeño
ciudadano. Si no es así, estará expuesto a las mismas críticas con las que
desautoriza a sus adversarios.
Ha
conseguido dar a sus rivales un arma de enorme calado que ya es un pensamiento
subyacente en la sociedad y un soniquete utilizado para exculpar a los del
bando que el ciudadano siente como propio: “Todos los políticos son iguales”.
Dicho
esto y sin caer en el tópico de usar el consabido ¿Y tú qué? Nos encontramos
que la señora condesa hace un alarde de amnesia y no reconoce entre sus
acólitos a ninguno de los múltiples imputados por los innumerables casos de
indecencia política que abruman a este dolido país. Ni siquiera recuerda que su
llegada a la presidencia de la Comunidad Autónoma de Madrid estuvo precedida de
un espeluznante caso de compra de los votos y voluntades de dos miserables
tránsfugas del partido socialista madrileño. La desmemoria senil selectiva es
cosa de la edad.
Con
ese punto de partida ¿Qué nos cuenta ahora?
Experta
– según su currículo y actividad pos dimisión – en la captación y selección de
talentos para la dirección, sus errores son tan evidentes que repetirlos
produce sobresaturación. Solo como ejemplo: López Viejo, Lesmes, Granados, los
alcaldes que nombra pero no conoce, Lamela, su Delfín González… para que
continuar. Todos implicados en escándalos de mamoneo político. En unos casos
imputados, en otros en prisión y en los demás exculpados por unos tribunales
que tendríamos para varios libros si se nos ocurriera hablar de su
independencia. Ella misma es la prueba del comportamiento de los tribunales: Es
uno de los pocos casos en la historia que la palabra del denunciado tiene más
valor que la palabra de los agentes de la autoridad “Pa mear y no echar gota”.
Esa
paisana, otorgadora de privilegios, subvenciones a amiguetes, canonjías, y
mamoneos varios se nos presenta como el adalid de la decencia y nos quiere
vender la burra de la dignidad.
Más
bobos seremos si se la compramos. Nos quedaremos sin burra y como siempre
tirando del carro. Ella y sus compinches brindarán con champan mientras se forran
con el sudor ajeno y se duchan con las lagrimas de los demás.
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