La casa real ha aprovechado la
celebración de uno de los centenarios de Covadonga para que la agraciada con
la sucesión a Felipe VI debute en actos
oficiales y hable en público.
Nuestra futura Jefa de Estado ha
comenzado su periplo institucional haciendo una petición a la virgen para que proteja
la finca de papá.
También le ha pedido a Covadonga
que mamá no tenga un hermanito que la adelante, igual que papá hizo con las
tías.
Otras intervenciones recordaron a
D. Pelayo como iniciador de la nación española. Lo cual vino a ratificar un
dicho muy asturiano… “España es Asturias y el resto tierra conquistada”. Es
remontarse mucho, pero parece ser que España no siempre fue una.
Naturalmente el Obispo tuvo su
momento de gloria, en realidad los tuvo todos.
Fue un acto demostrativo de la
excelsa simbiosis existente entre dos instituciones que siempre han caminado
juntas: Iglesia y Monarquía españolas unidas en estrecha comunión para mayor
gloria de sus propios intereses.
La palpable relevancia que siguen
manteniendo las anacrónicas instituciones en el panorama hispano puede
ayudarnos a entender la paupérrima situación que sufrimos ¡Nada es por
casualidad!
Si continuamos permitiendo
estructuras sociales enraizadas en la Edad Media, seguirán tratándonos como siervos
de la Edad Media; aunque podamos elegir qué partido de futbol vemos en la tele.
El Obispo pidió salud para la
Princesa de Asturias (que fuera sana), bondad (que fuera santa), inteligencia (que
fuera sabia) y en un alarde de verborrea mundana pidió que la futura reina
fuera ¡Guapa!
Todo enmarcado dentro del
folklore que acompaña al comportamiento e inutilidad de ambos organismos, entre tanto ellos se apoyan y alimentan.
La actuación de sendas
corporaciones nos ha vuelto a dar otra muestra de la nula neutralidad que
practica la Jefatura del Estado en materia religiosa.
De esa falta de neutralidad se
aprovechan asociaciones de integristas ultra religiosos para perseguir a los
que discrepan con sus supercherías.
Lo hacen apoyados en unos
esperpénticos artículos del Código Penal (Art. 525 y otros) que castigan el delito de
ofensa a los sentimientos religiosos. En
definitiva, es el mismo delito de blasfemia del Código Penal franquista disfrazado
de modernidad.
Este es otro tipo de
imparcialidad que el soberano no respeta. En su momento la equidistancia
política que se le supone al titular de la monarquía ya había quedado en
entredicho con la intromisión del Rey en cuestiones de índole política.
Para tranquilizar a la plebe ha
acudido el flamante nuevo líder del PP y de verdad que lo ha dejado claro:
¡Sube el paro! Hay que gritar
¡Viva el Rey! El trabajo es precario ¡Viva el Rey! Los salarios son bajos ¡Viva
el Rey! Crecen las listas de espera en sanidad ¡Viva el Rey! La corrupción nos
asola ¡Viva el Rey! Nuestros jóvenes emigran en busca de futuro ¡Viva el Rey!
Las pensiones no permiten vivir con dignidad ¡Viva el Rey!
A partir de ahora nada de exigir
a los dirigentes sociales que cumplan con su labor, el nuevo faro y guía de los
populares ha hallado la formula mágica: debemos encomendarnos a la bondad del
Papaíto Rey para que provea de soluciones.
Es el Rey quién nos sacará de los
atolladeros igual que nos dará pan y trabajo si somos buenos y obedientes
súbditos.
La ignorancia hace que las
múltiples revoluciones sociales protagonizadas por la Humanidad para alcanzar
derechos civiles y sociales, sean ninguneadas por el “Master” de los gaviotos.
Con su pelotillero servilismo
otorga a la monarquía la quinta esencia de las soluciones para la convivencia y
concordia nacional.
Han iniciado las celebraciones vitoreando
a la Tercera Heredera Monárquica del Franquismo.
En realidad, lo que cada vez se
pide con más fuerza, es la justa restitución del proceso interrumpido
violentamente por un tirano y de esa forma poder comenzar a celebrar la
llegada de la Tercera República
Española.
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