“Todo
el mundo es inocente hasta que se demuestre su culpabilidad”, esta sencilla
frase encierra (sobre todo) el reconocimiento del derecho a ser oído antes de
ser culpado. Gran logro jurídico que establece la inocencia de las personas en
tanto y cuanto no quede probada su culpabilidad.
Ahora
bien, llegados a este punto nos podríamos preguntar ¿Son validas todas las
técnicas de defensa para desarticular la acusación? Pues hombre, me van ustedes
a permitir que me posicione: NO, TODO no debería ser válido en la defensa de un
presunto culpable.
En
este momento parte de mis lectores se moverán inquietos en la silla que soporta
sus posaderas ¡Que barbaridad! Dirán sin encomendarse a dios ni al diablo,
¿Cómo no va a poder un defensor usar cualquier procedimiento para demostrar la
inocencia de su defendido? Y yo reitero: Pues NO.
No
es lícito; ni ética ni social ni moral ni jurídicamente, someter a una víctima
a la recreación de su dolor por el uso
de técnicas “abogadiles” irrespetuosas con la parte que es el centro del drama
¡Tendría que ser la victima el primer sujeto de protección!
Las
defensas de “Los Prendas” - presuntos violadores de una mujer durante las
pasadas fiestas pamplonesas - rozan el insulto a la inteligencia y lo
lamentable es que está permitido.
Se
encuentra muy cerca de la estulticia procesal basar la defensa en el consentimiento y la aceptación cuando
las pruebas establecen la violencia grupal de la que fue objeto la joven. Para más
inri estas pruebas han sido proporcionadas
por los acusados al alardear de su hazaña con sus colegas. No estaría de
más repensar si - este tipo de artimañas de la defensa - deberían ser causa de inmediata
inhabilitación para el ejercicio de cualquier papel en el sistema judicial.
Resulta
indecoroso que María tenga que escuchar que sus agresores eran unos guapos ligones a los que no les hacía falta
forzar a nadie para satisfacer sus deseos sexuales. Es del todo punto
reprobable que María sea sometida a un interrogatorio para verse forzada a dejar
constancia de su negativa a ser poseída en cadena por cinco orangutanes.
Las mofas, risas, improperios y comentarios
grabados por “El Prenda” y sus secuaces
son tan asquerosos que plantear la aceptación de los mismos por parte de la
violada roza el calificativo de ensoñación de una mente enferma.
Tampoco
tardarán en llegar las preguntas más soeces, ¿Gozabas mientras eras
sucesivamente penetrada? ¿Dijiste NO alto y claro? ¿Gemías de dolor o de gusto?,
o la madre de todas las preguntas que los jueces saltimbanquis no se resisten a
hacer ¿Cerraste las piernas con fuerza para que no te metieran su “miembro
viril”? (No dicen su nombre porque son muy finos).
Alucinada
tú contestarás como buenamente puedas, quizás entre sollozos, tal vez roja de
ira, con ganas de vomitar y de mandar a la mierda a los letrados y a su señoría
que permite tal tipo de preguntas, pero aguantarás y dirás:
No
señor, tenía las piernas abiertas por dos cafres mientras otro me penetraba, no
gozaba nada.
Uno
de los simios me tapaba la boca y me ahogaba apretando mi garganta, casi no
podía respirar. Me tiraban del pelo para inmovilizarme al tiempo que pedían su
turno como en la pescadería.
Estaba
muy asustada y eran cinco bestias sujetándome, no podía resistirme. Me era
imposible cerrar las piernas.
Aquí
en una sociedad moralmente sana se produciría un tumulto en la sala que desbordaría
a los encargados de seguridad y la multitud enardecida arrastraría por las
togas a los preguntantes mientras les pateaba el culo hasta que cerraran con
fuerza las piernas, quizás a los enfurecidos les diera por
llenar de brea y plumas al presidente del tribunal por colaborar con una
infamia y ser un cobarde consentidor de semejante simulacro de justicia.
Pero
no sueñes, no pasará nada, te someterán a una segunda violación, a la de las
preguntas que una porquería de sistema judicial permite realizar a los
defensores de una subespecie animal denominada ciudadanos con derechos
procesales. Sin embargo los derechos de los acusados no tendrían que estar por
encima del respeto que mereces tú como agredida.
Para
cuando llegue la sentencia que intente reparar el daño que te han ocasionado habrá
un daño que será irreparable: El dolor gratuito que te ha sido proporcionado por
las preguntas dirigidas a obligarte a justificar tu condición de mujer, porque
no te engañes, lo que se juzga es tu condición de pecadora femenina, por ser
mujer eres un saco de perversión irresistible para el macho en celo. Si eres
mujer ya eres culpable porque eres portadora de la tentación indecente con la
que algunos jueces intentan justificar que te violenten.
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