Este
fin de semana, de puente largo, he tenido la oportunidad de descansar y
utilizar un poco de mi tiempo en participar con otros amigos en largas
conversaciones. La conversación se inicia, por regla general, de la forma más
tonta, cualquiera de los presentes en la mesa hace en voz alta una reflexión
acerca de un acto o acontecimiento público.
Por
la criba de la charla pasan, sin misericordia alguna, los líderes de los
partidos políticos, los ministros, los alcaldes, algún que otro alto
funcionario o juez, no pocas veces un famosillo de tres al cuarto y con
frecuencia, con más frecuencia de la deseable, aparecen en el disparadero los
ilustres tertulianos formadores de opinión que, disfrazados de periodistas,
airean a los cuatro vientos las bondades del gobernante “Indolente” también
conocido como “El señor de los hilillos” y al que deberíamos rebautizar como el
señor de las “cosas”. Sí, nos estamos refiriendo al carismático líder que
preside el Gobierno: Mariano Rajoy.
El
hombre cuya principal preocupación es tener el “Marca” a la hora del desayuno,
para acabar su jornada laboral al mismo tiempo que termina de comer la última
tostada, está empeñado en hablar y que no le entendamos.
Hace
ya un tiempo su letanía repetitiva son “las cosas”.
“Las
cosas van bien, las cosas hay que hacerlas como dios manda, se están arreglando
las cosas, los catalanes hacen cosas, hay que seguir así para que no se
estropeen las cosas,…” Las cosas, las cosas, las cosas, ¿Cuáles son esas cosas
Mariano? ¿Qué es lo que te preocupa? Sí es que te preocupa algo.
Durante
la charla se vertieron diferentes opiniones sobre “las cosas” de Rajoy. Un
amigo decía que eran los entes inanimados que le rodean lo que el mencionado
denomina como “cosas”.
De
inmediato otro conversador replicó diciendo: O sea que cuando dice “las cosas van bien”, lo que quiere decir es
que ¿lo importante en un restaurante es el funcionamiento de la cafetera aunque al camarero le vaya de
pena la vida? No creo decía otro ¡No es posible que sea tan mezquino! Entonces ¿A qué se refiere?
Como
tenemos un filósofo entre los parlanchines, introdujo su versión elevada de la
terminología.
“Lo
que está expresando es una coyuntura difícilmente evaluable de la situación
geopolítica que conforman los parámetros de comportamiento social. Nadie
entendió lo que quería decir. Y pensamos ¡coño, igual que Rajoy! “. Nadie sabe
nunca lo que quiere decir.
Quizás
decir nadie sea exagerado, hay una persona que le ha cogido el puntillo a la
perfección, la ilustre sexagenaria fugitiva, candidata a la alcaldía de Madrid.
Ella sí que entiende las cosas de Rajoy.
Tanto
es así que expresa sin pudor los deseos ocultos del líder de su partido pues,
aunque den la impresión de llevarse como el perro y el gato, en lo fundamental
encajan como mano y guante.
La
alcaldable ha dicho en voz alta lo que piensan muchos de los miembros del
gobierno actual. No es deseable que se vean los estragos que ellos mismos han
ocasionado entre las personas, Aguirre dice que dan mala imagen los mendigos en
las calles de Madrid, son una cosa fea. Aquí aparece la primera “cosa” a la que
nunca se refiere Rajoy, son humanos pero Mariano y sus secuaces los consideran
cosas, artículos de usar y tirar, material desechable en cuanto pasan las
fechas electorales.
Ahora
tienen consignas de moderar el lenguaje, se están jugando las poltronas en
Comunidades Autónomas y Ayuntamientos, pero a Esperanza le sale la vena macarra
que la adorna - recordad el arrinconamiento que ejerció (con intimidación física incluida) sobre una
trabajadora de la sanidad pública cuando siendo Presidenta, se dedicó a regalar
hospitales a sus amigos empresarios - eran los tiempos en los que el recluso
Gerardo Díaz y su cuñado Arturo Fernández la calificaban como “Tía Cojonuda”.
En esa ocasión, como en tantas otras, se le rió la ocurrencia porque es muy
“echada p`alante”.
A la
señora condesa, igual que a Rajoy, le molestan los desfavorecidos, los
desempleados, los que buscan sustento como mejor pueden, los que, desahuciados
de sus viviendas, utilizan un banco (de los del parque) para dormir, es
excesivo el coste de glamur que pierde la ciudad por culpa de unas “cosas” que
afean el paisaje con sus desdichas y lamentos.
Hay
que hacer desaparecer a las personas para que sean bonitas las cosas.
Casi
alcanzo a imaginar “las cosas” de Rajoy que tiene agarradas Esperanza y que si
no cumple sus deseos es capaz de arrancárselos.
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