Cuarenta
años después del final del Nacional-Catolicismo seguimos en las mismas. La
Constitución del 78 dejó las suficientes rendijas para poder colar los
privilegios de la franquicia Católica. Los padres de la Carta Magna eran
herederos del régimen y El usurpador
dejo “todo atado y bien atado”. Lo que tenía nudos endebles ya procuró Manuel
Fraga y compañía aplicarle una buena dosis de pegamento para que no se
desmembraran determinados privilegios. Los más significativos, los que
afectaban a la sacrosanta institución.
En
fechas próximas van a tener lugar en Zaragoza la celebración de las XI jornadas
Laicas auspiciadas por las organizaciones Europa Laica y Movimiento Hacia un
Estado Laico. Loable intento de secularización de la sociedad.
Es
una verdadera pena que a estas alturas de desarrollo científico, humano y
social todavía sea necesario realizar unos encuentros para demandar la
separación de poderes y exigir que la religión desaparezca de los ámbitos de
decisión. Verdaderamente lamentable.
Si
analizamos ordenadamente vemos a ministros otorgando medallitas y distinciones
a seres de su imaginario ideológico, al
mismo tiempo no tienen el menor pudor en saltarse la ley incitando a las FOP a
utilizar material antidisturbios contra seres humanos que pretenden alcanzar
las playas de un mundo “supuestamente mejor”. Los rezos no les impiden las
tropelías.
Otro
ministro de la misma formación política se paseaba reclinatorio en ristre para
sus oraciones diarias, mientras su ministerio contrataba material de desecho
para el traslado de tropas; consecuencia: decenas de muertos en el YAK 42
mientras el ministro oraba.
Alcaldes
que en los plenos municipales se esconden tras crucifijos con argumentos tan
pueriles que dan grima.
Ministras
que invocan a la virgen del Rocío para acabar con el paro al tiempo que su
colega de gabinete urdía leyes contra la libertad de las mujeres. Todos ellos
alentados por instituciones a las que deben sus puestos, el OPUS DEI o
similares.
La
celebración de estas jornadas laicas tiene por finalidad algo que de lógico da
pereza tener que repetir. La religión pertenece al ámbito privado de las
personas y nadie por tener unas creencias u otras, o ninguna, puede ser
discriminado en sus derechos y libertades sociales.
Es
tan obvio que debería estar superado el debate. No tendrían que ser necesarias
la celebración de jornadas reivindicativas de algo tan sumamente claro y
diáfano.
¿Por
qué se celebran? Por pura necesidad. Porque los ministros siguen jurando ante
la biblia y no ante la Constitución. Porque en las tomas de posesión se siguen
los ritos católicos con menosprecio a otras creencias u opciones. Porque los
hospitales públicos siguen con capillitas y capellanes. Porque el Ejército de
todos sigue teniendo vicarios y oficiales capellanes castrenses. Porque la
religión católica es curricular en la educación. Porque los colegios
concertados con la jerarquía católica deja en manos de los obispos buena parte
de la educación de nuestros niños y jóvenes. Porque esa educación, en un alto
porcentaje en manos de la iglesia,
presenta unos deplorables resultados en comparación con la educación de
nuestros vecinos europeos.
Porque
las editoriales de libros de texto siguen en manos de las organizaciones
religiosas y ese es el verdadero motivo de los costosos cambios anuales de material
escolar.
Porque
cuando el mandamás de la Conferencia Episcopal Española es sustituido, necesita
gastarse un dineral en acondicionar su pisito de soltero. Naturalmente el
dinero sale de las generosas arcas del Estado. De una u otra forma entre todos pagamos los caprichos de quien no genera
ningún tipo de beneficios ni de ingresos. Ni el voto de humildad, ni el de
obediencia, ni el de pobreza,… dispendios y lujos para mayor gloria de Antonio
María mientras Francisco clama contra la injusticia y los pobres contra la
pobreza.
Sin
una sociedad con profundas raíces ancladas en el laicismo es difícil entender
la justicia y la democracia. Las vetustas tradiciones seguirán imponiendo su
doctrina entre las que caben aberraciones doctrinales como “Cásate y se sumisa”,
“El estudio con células madre es pecado” o “el aborto no es un derecho”.
Cardenales,
Obispos, curas y religiosos seguirán escapando a la justicia por casos de
pederastia o por encubrimiento de los mismos.
Los
creyentes deberían ser los primeros en apoyar la laicidad de las instituciones.
El convencimiento en sus creencias tendría que ser para ellos el faro que
guiara su vida. El imponer su pensamiento al conjunto de la sociedad solo
denota el temor que tienen a que sus supersticiones sean desplazadas por la
racionalidad.
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