Otro año, otro mensaje, otro discurso y
naturalmente las mismas medias promesas, idénticas medias verdades.
Como ariete del discurso “El
Preparado” usó la convivencia constitucional, según algunos eso llevaba implícito
una somera rectificación a su intervención el 3 de octubre ¡Pobres ilusos!
Ha tenido un tono distinto aunque
no difiere mucho el mensaje. Continúa siendo el monótono desgranar de
obviedades ininteligibles, deseos de felicidad insoportable y sobretodo
amenazas encubiertas si se le toca la finca. Eso sí, camufladas con una capa de
bondadoso paternalismo.
Para el monarca el marco
constitucional es inmutable, insalvable y apenas modificable.
Nadie podía esperar nada
diferente después de ver a la Princesa de Asturias leer el Artículo 1 del texto
constitucional que declara España un Estado Social de Derecho, define donde
reside la Soberanía Nacional y - mirando a cámara - la heredera leyó alto y
claro que este país es una Monarquía Parlamentaria. Por si había dudas.
Tener una “mami-reina-locutora”
permite una buena preparación para desenvolverse ante los micrófonos con la
finalidad de abducir a monárquicos incondicionales.
Felipe VI ha realizado un gran
esfuerzo para modificar un discurso cercano a las posturas más integristas de
la derecha nacional, tratando así de
aparentar un simulacro de respeto a los más elementales principios democráticos.
Para ello apela a la convivencia
como elemento aglutinador y al dialogo como bálsamo reparador.
El mensaje trufado de tópicos
volvió a mostrarnos a una institución caduca, sostenida por la inercia de un
sistema político basado en una mentira
tan profunda que - por mucho que se la presente como modélica - no deja
de ser la burda transformación de un régimen dictatorial en un remedo de
democracia.
La Transición fue diseñada por el
heredero señalado por el dictador desde las profundidades del aparato
franquista y este, a su vez, designó conductor del proceso a una cara joven
pero en absoluto desligado de la dictadura.
Con frecuencia se olvida que
Adolfo Suarez fue Ministro-Secretario General del Movimiento, es decir el
equivalente a guardián de los valores que preconizaba el Régimen a través del
partido único Falange Española Tradicionalista y de las JONS.
Con esos antecedentes ¿Qué se
puede esperar del Jefe de Estado heredero del heredero?
Sencillamente palabras huecas
para satisfacción de la nobleza afín.
Oír a monarca hablar de igualdad
de oportunidades o de igualdad ante la ley provoca sonrojo. Cuando habla de igualdad se refiere a que… ¿Toda la
población podrá ser Jefe de Estado sin otro merito que haber nacido? O la
igualdad ante la ley quiere decir que su emérito papá ¿Dejará de ser inimputable?
No, no nos volvamos locos, no se
refería a esos deseos inalcanzables que la “turba perversa” anhela.
Las nuevas generaciones comienzan
a plantearse ¿Qué narices pinta una monarquía hereditaria en una democracia del
siglo XXI? Los nostálgicos de épocas pasadas lo atribuyen a influencias de una “chusma
malintencionada”
Por ese motivo el mensaje
navideño lanzó un guiño a la juventud descontenta con su situación y lo hizo
apelando a la vuelta de los jóvenes formados que han tenido que emigrar para
encontrar un futuro.
No mencionó que aquí el presente les
ha sido sesgado por la pandilla de sinvergüenzas que sostuvieron al “Campechano” y ahora amparan su propia permanencia.
Cada vez se oye con más fuerza la
aspiración social a ser preguntados en referéndum sobre la Monarquía. Los
jóvenes ya lo han organizado y llevado a cabo en las universidades españolas aunque
a Felipe se le haya olvidado mencionarlo ¿Tendrá algo que ver el silencio con
los contundentes resultados a favor de la consulta?
Haría bien en adelantarse a la
petición antes de que acabe convirtiéndose en una exigencia.
Resulta igualmente bochornosa su
apelación al derecho a la igualdad que tienen las mujeres.
No se puede obviar que esa
petición sale de la boca de un hombre que está en el lugar que debería haber
ocupado su hermana mayor y que él ostenta porque su hermana es mujer.
El resto del mensaje real lo
dejamos para que lo analicen las estrellas de la comunicación. Las mismas que ya
nos saciaron con los halagos a la niña de trece años, presentándola como si tuviera dos doctorados en Físicas,
cuando lo único que hizo fue leer sin trastabillarse.
Ahora nos dirán lo bien que sabe
leer un señor de 50 años y ¡Con cuánto aplomo!