En el estado de Pensilvania
(EE.UU) los tribunales han juzgado y condenado a la Iglesia Católica por los
abusos sexuales que han sufrido más de 1000 menores de edad.
Las crónicas que nos llegan desde
Norte América dicen que unos 300 miembros de la Iglesia Católica: prelados,
religiosos, curas y monjas, utilizaron a niños para satisfacer sus desviaciones
sexuales.
La sentencia también constata que
la jerarquía eclesiástica tenía conocimiento de los hechos y desde esa
prelatura se urdió una trama con la finalidad de ocultar los desmanes cometidos
y proteger a los violadores.
Cardenales, Obispos, Arzobispos y
sacerdotes son acusados de abusos y condenados una y otra vez.
Los casos de pederastia que se
han ido repitiendo a lo largo del globo terráqueo colocan a la corporación
religiosa en una incómoda postura. Tendrían que investigar si estas
perversiones no son debidas a unos obligados
votos de castidad.
En la católica España estamos
habituados a sufrir los desmanes clericales en materia carnal. Siempre hemos
padecido esta plaga que, con las prerrogativas
que le fueron concedidas durante la larga dictadura, alcanzó la inmunidad.
Aquí aún no hemos conseguido abrir
las ventanas para juzgar las barbaridades que cometieron los clérigos y monjas. La Justicia y la Reparación están muy lejos
de llegar 43 años después del óbito del
tirano.
Todos los atropellos fueron
ocultados bajo un pesado manto de silencio que facilitó y sigue facilitando impunidad a la Iglesia Católica española SA.
No solo le otorgó protección, también le proporcionó pingües
beneficios ¿Tal vez en pago de favores realizados por su inquebrantable
adhesión al Alzamiento Nacional?
La España doliente de la post
guerra e inicio de lo que nos empeñamos en llamar democracia aguantaba con
estoicismo las sucias inclinaciones de los nocivos violadores con sotana.
Franco y sus secuaces no eran muy
listos, ni siquiera les adornaban virtudes militares tal y como intentan vendernos
una recua de nostálgicos que harían un gran favor al ejército siguiendo
calladitos. Los cantamañanas que intentan reivindicar su figura lo hacen pretendiendo
obviar detalles que tienen poco de nimios como fueron las ejecuciones sumarísimas.
A los asesinatos desde el poder tratan
de teñirlos de legalidad aludiendo al cumplimiento de sentencias dictadas tras parodias
judiciales. De lo que el General traidor sí podía alardear era de su condición criminal.
La Iglesia Católica calificó de
“Cruzada de Liberación” el infame levantamiento. Esto permitió a los canallas
utilizar siglos de sumisión a los hábitos y sotanas para dominar y adoctrinar
al pueblo dócil e ignorante. Si les fallaba la zanahoria (la cruz) siempre les
quedaba el palo (la espada).
Como no podía ser de otra manera
tanto los facciosos como los eclesiásticos actuaban mirando sus terrenales
intereses.
En los países con determinado
índice de dignidad aquellos bienes inmuebles y terrenos que no tienen un propietario reconocido en los
libros registrales, pertenecen a la comunidad. En España también era así hasta que un Franco “salvapatrias” decidió
que los Obispos podían atribuirse la propiedad e inscribirlos en el Registro
sin más.
Aznar superó al dictador y fue
más allá permitiendo a la corporación católica inscribir los bienes de culto. Con
esta estupidez “el Hombrecillo Insufrible” regaló a la curia católica ingentes propiedades
del Patrimonio Nacional.
En el cielo de los “infames” se encontrarán
ambos próceres y debatirán sobre quién esquilmó más y mejor a los pobres
españoles.
En nuestra tierra se seguirá
yendo a misa de 12, nombrando a vírgenes alcaldesas perpetuas o condecorando
policialmente a otras, postrándose de hinojos ante los Obispos, todo mientras
curitas enfermizos sodomizan a nuestros hijos al tiempo que rezan el rosario.
Francisco I pedirá perdón una vez
más, los niños seguirán gritando de dolor, los curas cambiaran de parroquia
para continuar abusando de piezas nuevas, los padres lloraran de indignación y
la Justicia seguirá esperando que esto por fin se parezca a Pensilvania.
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