Resulta
enternecedor ver los equilibrios en el alambre que se ven obligados a realizar
algunos de los más afamados contertulios políticos para conjugar sus
conocimientos de legislación Constitucional con el seguidismo político que
profesan al Gobierno en Disfunciones.
Personajes
con un vasto currículo de conocimientos, incluso catedráticos de Derecho
Constitucional, intentan justificar las reiteradas espantadas que el Gobierno
de Rajoy está protagonizando con tal de no acudir a dar cuentas de sus
actuaciones. Patético. Observar como hacen propias las infames declaraciones de
la Vicepresidenta funcional o de la señora finiquitada en diferido produce un
vago sentimiento de desolación.
Con
lo fácil que es acudir a la Sagrada Constitución de 1978 - libro (al igual que la Biblia) señalado como
faro y guía de nuestra convivencia - y
encontrar presto la respuesta. No hay que pasar muchas páginas, en el
Titulo Preliminar, Artículo 1, punto 2 podemos leer:
La Soberanía
Nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado. Claro como el agua cristalina.
Quiere
esto decir que “son los representantes del pueblo español, elegidos
democráticamente, los depositarios de esa soberanía nacional en las Cortes
Generales: Congreso de los Diputados y Senado.
¿Qué
parte tienen dificultad en entender tanto Soraya como María Dolores? En sus
comparecencias ante los medios de comunicación se descuelgan diciendo: Ya que
el Gobierno no tiene la confianza del actual Parlamento no está obligado a
rendir cuentas ante él. Fin de la cita
que diría Mariano.
Los
palmeros habituales les ríen y alaban la ocurrencia. Sí, los mismos que se
pasan la vida acudiendo al texto Constitucional para amargarnos la vida, en
esta ocasión la obvian o malinterpretan para satisfacer a sus dueñas.
Estas
señoras ya ni disimulan. Ni falta que les hace, han soltado su memez y son
plenamente conscientes de que será repetida tantas veces, en tantos foros y por
tantas voces que acabará siendo doctrina borreguilmente asumida por los
millones de lelos que dócilmente les votan y por los miles de soplapollas que
aún les disculpan.
Ahora
resulta que, como el Gobierno en disfunciones no tiene la confianza del Parlamento
legalmente constituido y ¡ojo! que tiene
todas sus funciones en pleno vigor, las
lumbreras del Gobierno interino no encuentran motivo para comparecer a dar
explicaciones ante él, ¡pues coño! cumplir la ley y asumir que la soberanía
nacional reside en el pueblo español ¿Quieren más razones?
Cuando
alguien no goza de la confianza de otro este último le inspecciona con mayor
esmero. Si el cuidador de nuestros hijos es de nuestra total confianza con una
breve charla a la vuelta del trabajo nos basta para quedarnos tranquilos y
saber si el niño o niña ha comido y dormido bien, si le ha subido la fiebre, si
ha jugado en el recreo o si ha padecido
algún percance.
Si
por el contrario el custodio no nos
inspira el grado de confianza suficiente solicitamos exhaustivos informes de
todas sus actividades y de cada segundo de la vida de nuestros hijos. Es más si
la desconfianza es absoluta colocamos hasta cámaras de vigilancia.
Estos
“demócratas de pacotilla” no se avienen
a razones y pretenden campar a sus anchas sin someterse al control de quién
legalmente ostenta la representación de la Soberanía Nacional. Cuando se tienen las
funciones restringidas si el control deja de existir nadie garantiza que las
medidas que se adopten sean legítimas, nada asegura que los compromisos
internacionales que se alcancen cuenten con el beneplácito del Parlamento, o
sea de los españoles, o quizás se
adquieran obligaciones por encima de las atribuciones que se ostentan. Es muy
propio de este Gobierno interino despreciar la opinión pública y tratar a los
ciudadanos como ganado lanar de escaso pedigrí pero todo tiene un límite.
En
la actualidad tenemos un organismo que está usurpando las funciones del
Ejecutivo al no someterse al obligatorio control ¿Quién asegura que su
comportamiento se ajusta a ley si no se constata?
Solo
hay un Poder que puede certificar que se cumple la legislación. El Poder
Judicial con todos sus tribunales y categorías es el garante del cumplimiento
de las leyes, es el valedor de que las reglas de juego se respetan, de que los
demás poderes no se auto otorgan prerrogativas que no les corresponden, claro
que para hacer su trabajo debería ser independiente y no estar ocupado en
algunas estupideces contempladas en el
código penal y que los juzgados no estuvieran dedicados a perseguir ciudadanos
disidentes con sus ideologías, sean del tipo que sean. De esta forma no
existiría un caso Rita Maestre, ni habría tribunales dilucidando sobre
medallitas a la Virgen y tendrían tiempo para abrir causa contra un Gobierno
declaradamente rebelde.
El
respeto a la Soberanía Nacional merece medidas de gran calado y sería
enormemente instructivo que se empezara por ilegalizar a un Gobierno interino
colocado al margen del sistema.
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