martes, 20 de mayo de 2014

Dímelo en la calle

Mucho se ha dicho y escrito  acerca del debate televisivo que protagonizaron Valenciano y Cañete. La mayor parte de las crónicas se han desarrollado alrededor de la intervención posterior del ex ministro en un programa televisivo. Ni la cadena en la que se emitía, ni el programa, ni la presentadora eran dudosos de la benevolencia con la que iban a tratar al entrevistado, y este se sintió a gusto, en su salsa,  con pocas prevenciones sobre lo que debía o no debía decir. Motivo por el cual se nos presento ¨casi¨ como es: ¨echao p’alante¨  sin dobleces, tosco,…
En sus declaraciones admitió que no fue el mismo porque tenía que aparecer, según recomendaciones de sus asesores, comedido en sus manifestaciones para ser políticamente correcto.
Vamos, que mejor que no dijera lo que pensaba porque no iba a gustar. O sea, que explicara aquello que la audiencia quería oír, fuera o no verdad. Sin importar que él estuviera o no de acuerdo. Que procurara pasar la prueba con un perfil bajo para no levantar suspicacias.
Le habían prevenido sobre la condición de mujer de su oponente, y claro, si realmente decía lo que pensaba le iban a tachar de machista.
A preguntas de la presentadora, un tanto escamada, nada extraño pues es mujer, explicó que tuvo que bajar su altura intelectual pues socialmente está muy mal visto que un hombre abuse  de su superioridad, producto de tal delicadeza hombruna el debate le salió como el rosario de la aurora.
Repito, se ha hablado, y escrito mucho sobre el asunto. No voy a incidir sobre si el candidato popular es un machista empedernido, que lo es, o si sus declaraciones tienen olor a naftalina de machote, que lo tienen. Lo que me llama poderosamente la atención es la idea que Cañete tiene sobre los debates, y por extensión de la pugna política.
Si no le entendido mal, que todo puede ser, debatiendo con un hombre, y la cita es textual,  pueden darse "toda la leña recíproca" y decirse "todas las barbaridades".  Cosas que no cabían en el debate con una mujer.
Si se refiere a las formas de exposición  es una pena, si se refiere al fondo es una estupidez.
¿Nos quiere convencer de que en un debate entre machos sus ideas hubieran sido mejores o tal vez persuadirnos de que las hubiera expuesto mejor?
Humildemente opino que se le ha escapado el ser primitivo que lleva dentro. No ya por lo que dice, sino por lo que él dice que calla.
Quizás sean visiones mías, pero después de escucharle insistir en sus planteamientos, verle intentando lavar su imagen de las salpicaduras de sus intervenciones: fotos en twiter, referencias a compañeras de partido, alabanzas a las mujeres. Me da la impresión que sus asesores le han dicho que ha metido la pata. El sigue ere que erre, y su orfeón mediático le exculpa, como no podía ser de otra forma.
La oposición le exige que pida perdón, y sinceramente me importa un pepino si se disculpa o no. Los perdones y el arrepentimiento, están muy bien para el confesionario, para la escena política deberían tener otras consecuencias las salidas de tono. ¿Por machista? No. Por desprecio al debate político. Por falta de transparencia ante sus electores, por callar lo que piensa para ganar votos, pues luego, una vez elegido actuará como piensa, digan lo que digan sus consejeros, sus votantes o el sursuncorda.

El PSOE debería darle la revancha a Cañete, eso sí con otro debatiente, un hombre que   por ejemplo podría ser Zarrias, de esta forma nos ofrecería la oportunidad de ver al candidato del PP en su culmen, siendo como es, dando cera, y con dos puñetazos en la mesa decirle a Gaspar… ¨Eso me lo dices en la calle rojo de mierda¨, el debate seguiría siendo una porquería, pero ganaría mucho el espectáculo.

1 comentario:

  1. Afilado y mirando una perspectiva diferente sobre el debate,

    soy tu frikiamiga¡¡

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