Ya
falta poco, un empujoncito más y las fuerzas innombrables habrán conseguido
convencer a la ciudadanía de la absoluta necesidad de desmantelar el Estado.
Podríamos
parodiar un famoso parte de guerra y decir ´´Una vez desarmadas las fuerzas ciudadanas, los poderes facticos de
siempre han vuelto a recuperar sus históricos privilegios. Los derechos
sociales han desaparecido. Los poderosos ha vencido y el Estado de bienestar ha
claudicado. La vergüenza ha comenzado´´.
Una
especie de fiebre liberalizadora del yugo de los estados, recorre las tertulias
y mentideros del suelo patrio. Su finalidad es el adoctrinamiento en la
creencia que la meritocracia y los valores individuales harán libre al hombre.
´´La consecución de metas a través de los propios méritos, y que el
Estado no sea el sostén de vagos e incapaces´´.
´´
Con mis impuestos no quiero mantener parásitos´´.
Mensajes
cortos, contundentes y convenientemente dirigidos a una población agobiada por
la situación económica, nos han hecho retroceder décadas de lucha y avance
social para convertir las reglas de convivencia en la ley de la selva, en la
ley del más fuerte.
Estas
proclamas, que encierran un fuerte mensaje ideológico, tan solo persiguen la
misma finalidad que han perseguido siempre: La explotación de los más débiles
por de los poderosos.
Ya
sabemos que es un toma y daca continuo, unos, los que lo tienen todo, quieren
tener más y más. Y los otros, los que nada tienen, quieren tener algo.
La
corriente dominante actual repite, machaconamente, que cada cual tenga lo que
buenamente se gane.
Así,
tiempo atrás, leíamos una entrevista en el País (quien lo iba a decir, Aznar en
el País) en la que José María Aznar dice; ´´me cuesta mucho trabajo ganarme honradamente
la vida´´.
Teniendo
en cuenta que el trabajo no es lo que le representa mucho esfuerzo, pues
disfruta de canonjías en forma de consejerías
de compañías eléctricas y también de sus bien ganados emolumentos vitalicios
por su condición de ex presidente, el ex jefe de gobierno se debe referir a que
le cuesta mucho trabajo ser honrado. ¡Qué fuertes deben ser las tentaciones! ¡Cuanto
esfuerzo para mantener impoluta su honorabilidad! Cuanto le agradeceríamos que
identificara convenientemente a quien intenta desviarle de su recto proceder.
Todo el mundo estaría sobre aviso de las actuaciones de esas alimañas. Y
crecerían los méritos de Jose María.
Pero
estos luchadores de grandes méritos contraídos, ocultan, a sabiendas, que en la
carrera por alcanzar el éxito, no todo el mundo contará con las mismas herramientas.
Los
de siempre tendrán la mejor educación, la mejor sanidad, los mejores accesos al
trabajo, las mayores posibilidades de desarrollo. Si la carrera fuera subir a
un rascacielos de 100 pisos, ellos partirán de la planta 99 y probablemente
podrán usar el ascensor para que no cansarse.
Los
otros, los desheredados, los parias, los marginales, tendrán limitado el acceso
a la educación, su acceso al trabajo será duro y competitivo, sus posibilidades
de desarrollo castradas, vamos que comenzaran a subir el rascacielos desde el
sótano -3, las escaleras resbaladizas por la humedad, y cuando alcancen el 1º
piso, dejaran de subir por agotamiento o porque se les ha acabado la vida.
Como
elemento equilibrador de estas desigualdades nacieron los estados modernos. No
como órganos de poder, sino como elementos indispensables de redistribución y
justicia.
La
principal función del Estado es poner freno a los desmanes de las oligarquías
dominantes. De ahí, la enseñanza pública, la sanidad pública, la justicia pública,
en definitiva los servicios públicos que tan empeñados están en hacer
desaparecer o, como en el caso de la justicia, limitar su uso con la imposición
de tasas y demora de las resoluciones.
Con
un estado débil, los poderosos conseguirán su objetivo de devolvernos al sótano
-3.
En
nuestras manos esta no conformarnos y defendernos. Defender el derecho de
nuestros hijos a comenzar a subir, por lo menos, desde el piso 10, y no desde
el sótano al que les están condenando en forma de trabajos precarios y faltos
de dignidad.
Tenemos
que levantar la voz y gritar que no estamos de acuerdo con ´´ Bienaventurados los pobres porque de ellos
será el reino de los cielos´´
¡Que
no oiga! Que lo que queremos y a lo
que tenemos derecho, es una vida digna en la tierra.
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