Atrás
ha quedado el escalofrío de fervor religioso que ha recorrido el país en la
pasada Semana Santa.
Afortunadamente
la oferta de canales televisivos, nos ha liberado, por fin, de tener que
padecer una y otra vez la emisión de Quo Vadis, o los Diez Mandamientos. Dentro
de un orden, y sin que la calidad de la oferta sea para tirar cohetes, podemos
dedicar nuestro tiempo televisivo a espacios y programas que nos reporten
diversión, información, o simplemente entretenimiento.
Se
podría hablar de normalidad, si no fuera porque continuamente chocamos contra
la misma roca. Y lo digo, y aclaro una vez más, sin la menor intención de
inmiscuirme en la vida íntima y religiosa de las personas, en sus legítimas
creencias, y convicciones. De igual
forma, opino que sería altamente gratificante que ningún credo religioso gozara
del favor y servilismo de los estamentos y poderes públicos.
En
la noche del viernes se emitió por La 2 de TVE un acto religioso, oficiado por
el Cardenal Rouco Varela. Nada extraño si tenemos en cuenta que con carácter
semanal se emite, desde las cadenas del Ente Público, un programa religioso de una
confesionalidad determinada: La Católica.
Ignoro,
y lo reconozco humildemente, si el mencionado espacio está encuadrado en acto
publicitario, o promoción de marca. No había ningún indicativo de que el
programa fuera un anuncio, ni aviso previo de… ´´Ahora unos minutos de publicidad´´.
Recordemos,
por otra parte, que en las cadenas del Ente Público, no se pueden emitir
anuncios publicitarios, que no sean de sponsors
de programas, o de los propios programas.
Tampoco
parece que tenga mucho sentido emitir en horas de máxima audiencia, un programa
cuyo share no será excesivamente competitivo.
No
sería de extrañar, que TVE hubiera comprado el espacio a la productora de la
Iglesia Católica española, y hubiera pagado por su emisión como si se tratara
de un Barca – Real Madrid.
Si
así fuera, los responsables comerciales de TVE deberían haber buscado
patrocinadores que hicieran, a través de la publicidad, que la inversión fuera
rentable.
Durante
la emisión del programa nunca hay una referencia a ´´ El programa que estamos viendo, se emite por gentileza de …(pongan
la marca comercial que crean oportuna)´´
La
explicación más razonable, y por otra parte la más probable, es que fuera una
emisión del más puro y duro adoctrinamiento eclesiástico. Eso sí, escondido ese
adoctrinamiento con la calificación de evento de interés socio cultural. En esa
calificación cabe casi todo lo que se quiera poner.
Mientras
Monseñor desgranaba sus letanías, no dejaba de preguntarme la razón por la cual
un estamento del uso público, y con una finalidad marcada claramente en los
estatutos de RTVE, ofrecía en directo un programa de esa índole. Esta bastante
clara la tendencia religiosa del acto, ¿no?
Y
nuevamente volvemos a encontrarnos, con un hecho repetido: Los poderes públicos
pasándose por el arco de sus caprichos el mandato constitucional. Esta vez en
un ámbito pequeñito y que, en esta ocasión, prácticamente pasa desapercibido.
Como
contrapartida, alguna mente privilegiada de las excelsas figuras políticas que
sufrimos, propondrá como solución televisar actos de otras confesiones para
compensar. Y entonces en lugar de un espectáculo religioso, tendremos catorce,
o más.
¡Que
no!, que eso es multiconfesionalidad, y la Constitución ordena
ACONFESIONALIDAD.
Hemos
podido ver también a munícipes en piadosa procesión, con todos los atributos
distintivos de su cargo, o sea, como representantes públicos y no como
individuos de determinada creencia.
El
ente público ha dado extensa cobertura informativa a esos eventos, y hemos
comprobado que existen comportamientos para todos los gustos. Algunos no
captados por las cámaras televisivas, pero si por los indiscretos móviles con
los que fotografiamos los acontecimientos relevantes.
Desde que José María Aznar dio el banderazo de
salida para la moda de enseñar un dedo a los ciudadanos, el gesto se repite con
inusitada frecuencia, y siempre por personajes que tienen la soberbia como
respuesta.
Recordamos
muy bien el dedo de Bárcenas, dedicado al público y periodistas que esperaban
sus explicaciones tras el viaje a esquiar.
Parecida
mímica, la del dedo corazón señalando al cielo, fue repetida en la procesión a
la que acudió el edil Azcón, y desconocemos que quería decir con el gesto.
Dudamos
si iba dirigido a unos ciudadanos hartos de la participación de las
instituciones en actos religiosos, vamos a pensar que no, que su exquisita
educación de colegio de pago, le impide expresar de forma tan soez la opinión
que le merece la ciudadanía soberana que
le soporta.
Seguramente,
como buen estudiante y diligente político, desde las filas de los espectadores oyó
una voz que preguntaba a la corporación municipal: ¿Quien se mofa de la
Constitución? Y Azcón, como decimos, persona diligente, levanto el dedo en
señal de respuesta.
Si
mi pobre educación de enseñanza pública no me lo impidiera, si los profesores
del instituto en el que estudie no hubieran insistido tanto en los buenos
modales, le diría en que orificio de su carismático cuerpo se puede meter su
noble dedo.
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