Recuerdo - con la dosis de
nostalgia que me proporcionan los años vividos - las mañanas del día 6 de Enero de mi infancia.
En primer lugar tengo que decir
que las experiencias vividas no fueron todas iguales ni uniformes. La
diversidad de las mismas caminaba pareja con la alegría o la frustración.
Aún quedaba lejos la llegada del
“me lo pido”. La frase universalmente utilizada en la actualidad llegó de la
mano de los anuncios televisivos y por supuesto de los catálogos de juguetes
editados por los grandes almacenes.
Hasta entonces los pedidos de los
niños iban parejos con los deseos y tenían poco o nada que ver con los mensajes
publicitarios.
En esos lejanos tiempos jugar
requería de pocos artilugios, los juguetes eran simples y los juegos sencillos.
La sofisticación llegó con la
electrónica igual que la publicidad inundó los medios de comunicación. Se dejó
de pedir lo que se quería para empezar a desear lo que se vendía.
Las ilusiones comenzaron a ser
dirigidas por los publicistas y las tendencias son ahora marcadas por las modas
impuestas desde los medios de divulgación publicitaria.
Durante aquellos años las mañanas
del día de Reyes eran una rara mezcla entre alegría y desilusión, los Magos de
Oriente rara vez acertaban con los deseos de los niños. Muchos factores
influían en ello, desde la necesidad de comprar ropa hasta las ineludibles
necesidades de material escolar.
Quedaba poco margen para lo
innecesario y por otra parte nunca se perdía de vista el presupuesto. Hoy en
día nada es igual, los pequeños son sometidos a un intenso bombardeo semanas
antes de las fechas navideñas y esa presión es trasladada hasta los
progenitores para que cumplan fielmente con su cometido de pajes reales.
El carácter religioso de las
fiestas ha quedado relegado a un plano intrascendente, salvo raras excepciones
las celebraciones no contemplan otra cosa que el consumo de productos
mercantiles, comida, bebida y por supuesto regalos de lo más variopintos.
Los jerarcas de la Iglesia
Católica pierden año tras año la oportunidad de dedicarse a los cometidos para
los que han sido ordenados. Con más frecuencia de lo razonable dedican sus
esfuerzos a campañas mundanas que justifiquen los posicionamientos sociales y
políticos que profesan y que casi siempre se decantan por posturas muy alejadas
de la justicia distributiva.
A lo largo del año pasado las
declaraciones con marcados tintes de homofobia han seguido siendo una constante
entre los clérigos aunque la homosexualidad abunde entre sus prelados.
La falta de respeto de los
obispos hacia las mujeres solo es comparable a su inacción ante los abusos que
los religiosos cometen con los cuerpos de los pequeños.
Para una vez que tienen
oportunidad de hablar de “sus cosas de dios” pierden el tiempo en temas tan terrenales
como el traslado de la momia de un dictador o la derogación de la ley sobre
violencia de género. La Epifanía del Señor empieza a traerles sin cuidado
aunque su máxima autoridad, el Papa Francisco, la haya celebrado con la
fastuosidad acostumbrada.
Con idéntico boato viene
celebrándose en nuestro país la ceremonia de la Pascua Militar. En ella se
conmemora la toma de Mahón (Menorca) el año 1782. Con la batalla fue liberada
la ciudad de las tropas inglesas. Para celebrar la victoria el rey Carlos III ordenó
a Capitanes Generales, Virreyes, Gobernadores y Comandantes Generales que alabaran
el triunfo y felicitaran a los oficiales de sus guarniciones.
El pasado 6 de enero del año
2019 Felipe VI, otro Borbón presidió la
celebración castrense.
En su alocución aprovechó la
ocasión para enviar avisos a los navegantes que quieran y sepan leer entre
líneas.
España colabora con sus Fuerzas
Armadas en misiones internacionales. La integración en la OTAN y en la compleja
estructura de defensa europea es de pleno derecho. La reciprocidad es total y
absoluta. El mensaje del monarca es que las Fuerzas Armadas españolas están
plenamente respaldadas por sus aliados
internacionales.
El rey también remarcó la
importancia de la bandera como símbolo de unidad de los españoles. La
utilización de la bandera tiene un significado especial si la proclama se hace
en un ámbito castrense.
El mensaje más contundente fue la
mención explícita que hizo Felipe VI a
la garantía que representa el Ejército para la defensa de la Constitución. De
toda la Constitución.
Otros avisos para los díscolos,
el Artículo 2 de la Carta Magna señala la indisoluble unidad de la Patria y el
Artículo 8 encomienda la misión de garante constitucional de esa unidad a las
Fuerzas Armadas de las cuales Felipe VI es el Jefe absoluto ¿Alguien no ha
entendido el discurso?
Seguimos teniendo la extraña
sensación de cuando éramos niños; una mezcla de decepción y resignación por los
regalos recibidos. Los reyes nos siguen defraudando.
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