Después de arduos debates el Gobierno
presidido por José Luis Rodríguez Zapatero consiguió la aprobación parlamentaria
de la denominada Ley de la Memoria Histórica.
También podía haber bailado una polka y
el resultado legislativo hubiera sido exactamente el mismo: cero patatero.
Acosado por la derecha más rancia (los poderes fácticos)
nunca encontró entre los compañeros de
su partido el calor y el amparo necesario.
Sus carencias en el ámbito económico le
invitaron a dejar las cuestiones importantes en manos de un neoliberal como
Pedro Solbes. Las intervenciones del Presidente estuvieron marcadas por sus
ansias de agradar y propició una bajada
de impuestos durante la gestación de la crisis. Más adelante puso la guinda con
el cheque bebé.
Esta medida le hizo gracia a la revista satírica El Jueves
que le dedicó una portada. Un magistrado ultra defensor de la esencia
monárquica no la entendió bien y
secuestró la publicación por considerar que ridiculizaba el arduo trabajo de
ser aspirante a rey.
Alguien debería haber explicado al Juez
secuestrador la necesidad que tienen los monarcas de copular hasta engendrar, pues
una vez asegurada la descendencia la monarquía reafirma su permanencia en el
momio. Siempre y cuando el hastío de la población no promueva que sean expulsados
de sus predios.
En España echamos a Alfonso XIII pero los
Borbones buscaron una solución y encontraron
a un general sin escrúpulos que ejerció de verdugo. Tras limpiar el panorama de disidentes - sin
que importaran mucho las víctimas - el militar restituyó en la Jefatura del
Estado al elegido de la dinastía.
Antes nos obsequió con cuarenta años de
salvaje represión y como colofón regaló el trono al nieto del monarca expulsado.
Así de fácil se cierra el círculo de la simbiosis que existe entre la monarquía
española y las dictaduras criminales.
Deshacer injusticias sociales era una de
las aspiraciones legislativas de Zapatero. Con esa finalidad impulsó la ley de
matrimonio entre personas del mismo sexo y la conocida como Ley de la memoria histórica.
Fueron ambiciosos proyectos llevados a cabo con distintos resultados.
La Ley de matrimonio hizo estallar las
calles bajo la consigna defensora de la familia tradicional. Las organizaciones
ultra católicas movilizaron a sus seguidores usando la amenaza del diablo
socialista y desde los pulpitos la Conferencia Episcopal inflamó los ánimos. Naturalmente el PP se
apuntó a la fiesta para conseguir un puñado de votos entre los beatos.
Para entendernos, unos integristas
religiosos no admitían que las personas pudieran organizar su vida en torno a sus
derechos civiles.
Otros tipos atrapados en sus sotanas y
sin nada de responsabilidad ni experiencia familiar argumentaban en contra de
las familias nacidas del amor entre las personas.
Eso lo hacian después de proteger y
ayudar a los miles de pederastas que merodeaban y todavía pululan por sus
parroquias, diócesis, arzobispados y cabildos.
Invitados a la verbena los políticos del
PP recurrieron y lucharon contra la
disposición legislativa hasta que se dieron cuenta del avance que representaba.
A partir de entonces la utilizan y se casan.
En cuanto a la Ley de la Memoria
Histórica sus consecuencias quedaron muy lejos de sus pretensiones y aún más alejadas de los deseos de llevar a
cabo un desagravio digno de las víctimas del franquismo.
La envidiada sociedad alemana nos ha
obsequiado con una ilustrativa muestra al juzgar y condenar a la señora Ursula
Haverbeck. Ya ha ingresado en prisión para cumplir 2 años de condena por el
delito de negación del Holocausto.
Sin embargo en la patriótica España la
apología de los crímenes franquistas sigue siendo premiada en forma de
subvenciones a la infame fundación Francisco Franco. Mientras continúan manteniéndose
los títulos de nobleza con Grandeza de España para los herederos del dictador.
Los títulos nobiliarios los otorga y retira el monarca. En 1975 Juan Carlos I se
lo concedió a Carmen Franco y en 2018 Felipe VI lo mantiene para sus herederos.
Encontramos muchos ejemplos
significativos de la anacrónica situación en España. El policía acusado de
torturas González Pacheco (Billy el niño) percibe un añadido del 15% de su pensión
por tener una condecoración gratificada. La distinción le fue concedida en
plena catarsis hacia la democracia por el entonces Ministro de Gobernación
Rodolfo Martín Villa. Hoy en lugar de reprobación le mantenemos el premio
concedido por su salvajismo.
Desde Argentina la jueza María Servini nos
regala una lección de decencia jurídica imputando al ex ministro afín al
“Glorioso Movimiento Nacional” por crímenes de lesa humanidad. En España
Rodolfo es agasajado como un padre de la Patria.
La Ley de la Memoria Histórica necesita ajustar
algunos parámetros para ser de verdad una ley:
En primer lugar derogar las leyes que se
oponen a ella. Entre otras la chapucera Ley de amnistía política o “Ley de punto final”
diseñada para absolver los crímenes del régimen del 36. Con esta medida se hubieran
podido juzgar los delitos perpetrados durante la dictadura y a los criminales
que los cometieron. Tal como se hizo en Alemania, Italia, Bulgaria, Japón y más
recientemente en Argentina y Chile.
Modificar el código Penal para incluir
los delitos de exaltación de golpistas y sus apologías. Equiparar las
penas que se imponen en Alemania por el
menosprecio del Holocausto nazi y las que corresponderían por la negación de
los horrores cometidos durante el
régimen de Franco.
Por último establecer los plazos para el
cumplimiento inexcusable de la ley y las penas por sus infracciones.
Es inadmisible que en los ayuntamientos
se debata como desobedecer la ley para mantener los honores a los asesinos.
Aunque aún son más intolerables los
silencios de jueces y fiscales cuando la desobediencia se produce.
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