Los años anteriores fuimos
deleitados con una visión retro: en un inequívoco
acto de sentir patriótico vimos el fervor con el que se puede portar la mantilla. Eran los primeros actos de la
entonces Presidenta de Castilla la Mancha. Hoy en rabiosa actualidad política, tras
la pose en piadosa compostura llega “soy el novio de la muerte en versión
ministerial hortera”.
Habíamos conseguido que la
“santa” semana no nos afectara en demasía. Aunque a nuestro pesar el descanso
laboral sigue coincidiendo con festividades religiosas, las ceremonias místicas
estaban en un segundo plano.
Durante estas fechas ya no nos
quejamos mucho porque, mal que bien, habíamos conseguido un leve simulacro de sociedad que parecía
independiente de los designios de la curia eclesiástica. Los cines y espectáculos
habían dejado de estar vedados durante la “pasión”. En las cadenas de radio y Tv
la música sacra parecía haber perdido la exclusividad.
Ahora bien, aquellos miembros del
gabinete que le deben su cargo, puesto y rango a su fervor religioso deben
hacer alarde de su misticismo en cuanto tienen la menor ocasión. De no hacerlo
así la “Obra” se lo demandará en forma de abandono y perdida de protección.
Con estas premisas hemos visto a
doña finiquito en diferido convertirse en “un novio de la muerte”. Otro intérprete
del cuarteto musical ha sido el reprobado ministro de justicia. Rafa parece
empeñado en hacer bueno a su inepto antecesor.
Según reputados profesionales del sector judicial y numerosos catedráticos de
derecho, Alberto Ruiz Gallardón ha sido el peor ministro de justicia desde los
tiempos de Chindasvinto.
No podían faltar los “mariachis” de Interior y
Cultura colocados en el ejecutivo por mor de su absoluta incapacidad y extrema
devoción a los principios fundamentales del movimiento nacional – ideología política
que abrazan con celo.
Naturalmente los aludidos alegarán
que tienen perfecto derecho a vivir sus creencias de la manera que mejor crean
y tienen razón. Nadie tiene derecho a cuestionar la vida interior de nadie, sin
embargo ello no es óbice para que a los sufridos contribuyentes se les ocurra
pensar que son dilapidados medios del Ministerio de Defensa para que cuatro
ministros puedan hacer marciales gorgoritos, inflamando sus almas al compás del
ritmo legionario.
Entre los tenores se encontraba
la soprano titular de defensa. Previamente
a su coral miliciana la devota cofrade había cursado una orden que nos devuelve
a los tiempos más oscuros del nacional catolicismo. Banderas a media asta en
buques, bases y acuartelamientos en muestra de duelo por la conmemoración de un
pasaje de la religión cristiana.
La orden ministerial acarrea una
serie de irregularidades que únicamente son soportadas por la peculiar falta de
sentido crítico que adorna a los habitantes de la piel de toro.
El vigente reglamento de honores
militares marca claramente las ocasiones y circunstancias que motivan la
colocación a media asta de la enseña nacional. Entre ellos no figura la muerte
en la cruz de ningún personaje bíblico. Mal que les pese a los ministros del
gobierno del PP pertenecientes o simpatizantes del OPUS.
En las fuerzas armadas españolas
hace mucho tiempo que coexisten diferentes creencias e incluso la falta de
creencias.
Ya resulta anacrónica la
existencia de capellanes castrenses, al igual que resultan chocantes las
capillas católicas en cuarteles, hospitales, buques, universidades, pero que
desde el propio ministerio- que debería cumplir y hacer cumplir la Constitución
-se dicten directivas que incumplen clamorosamente la aconfesionalidad del
Estado, es una muestra más del escaso
respeto que profesan tanto a las leyes como a los ciudadanos.
El defensor del Pueblo coincide
en declarar que la medida tiene un marcado carácter religioso por mucho que la
Ministra de Defensa se empeñe en querer encontrar explicaciones a su iniciativa
escudándose en las tan manidas tradiciones patrias.
La única tradición que defiende la
Ministra “Mis Albacete” (así se refiere a ella Esperanza Aguirre) es la de la
permanencia de los privilegios de clase.
Para esos menesteres siempre encuentran a la curia
católica alineada en primera fila, y así unos y otros (ministros, políticos y
religiosos) en intima comunión favorecen
a los devotos defensores de sus
respectivos momios.
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