Desde
los panfletos informativos oficialistas nos llegan los sonidos de las
fanfarrias alabando la extraordinaria rectitud de comportamiento de la que hace
gala Felipe VI de Borbón y Grecia. Con un comunicado desde la Casa Real, “El
Preparao” ha defenestrado a su progenitor en un intento de alejarse del hedor
que emana del ala de Zarzuela en la que habita “El Campechano”.
El
resumen del comunicado es que Felipe VI reconoce que Juan Carlos I se ha
dedicado a realizar actos presuntamente turbios, con cobros en paraísos
fiscales, de pagadores poco recomendables y por actividades poco claras. Vamos
que le huele a corrupción presunta desde lejos.
Según
se desprende del real comunicado, hace tiempo que las actividades del “emérito”
tenían en guardia al titular de la corona. Pero como un padre es un padre y a
este progenitor el hijo le debe todo, el niño solamente ha movido un dedo cuando
la fiscalía suiza ha destapado las vergüenzas de papá.
La
criatura ya no es tan niño, ya es un señor “talludito” con criterio propio
aunque sea limitado. Su alabada decisión ha sido renunciar a la herencia que le
corresponda de su emérito padre y quitarle la paga.
¡Y
esto lo escriben en un comunicado oficial!
Felipe
haría bien empezando a despedir asesores legales y aduladores varios. Un
estudiante de 1º de derecho sabe que para renunciar a una herencia, primero
tiene que producirse el acto que concede el derecho de herencia; normalmente es
el óbito del heredable. En vida se realizan donaciones. Que nosotros sepamos
Juan Carlos todavía campa a sus anchas con los pasitos que le permiten sus
maltrechas caderas.
Lo
de quitarle la paga es intranscendente aunque haya sido muy bien recibido. La
casa Real no está sometida al control de sus cuentas y la asignación que la
Corona recibe de los Presupuestos del Estado no va a descender.
Por
otro lado Felipe no va a permitir que su padre pase penurias, tranquilos. Y el
cazador de elefantes parece que ha acumulado recursos suficientes para
continuar con sus borbónicas aficiones.
Con
presteza la derecha extrema y su prima la extrema derecha extrema han salido a la
palestra para enaltecer el comportamiento del monarca titular.
La renuncia
inadecuada a la herencia la ven como una prueba de rectitud solemne. Bueno, la
ven o la quieren vender así para seguir dando grititos de ¡Viva el rey!
Si Felipe
VI de Borbón y Grecia albergara en su mente la menor intención de rechazar la
herencia paterna, comenzaría por renunciar al bien más preciado que todo monarca
recibe en herencia de su progenitor: La Corona.
Sin embargo
lo que su gesto pretende es aplicar un corta fuegos con propiedades asépticas
para desinfectar su reinado.
Un reinado
prematuramente nacido como consecuencia de las actividades impropiamente oscuras
del progenitor.
Tan oscuras
que tuvieron que urdir una extraña ampliación de la inviolabilidad de la persona
del rey Juan Carlos una vez hubiera abandonado la Jefatura del Estado.
Una
Jefatura del Estado blindada por una Constitución nacida en una nueva
restauración borbónica impuesta por un genocida, sancionada por las Cortes de
un régimen nauseabundamente dictatorial y refrendada por un Parlamento nacido
bajo la amenaza de una involución fascista. A todo ese conglomerado de
atrocidades democráticas hemos dado en llamarle “Modélica Transición”.
Ahora
mismo el espectro político español está atomizado en grupos con dificultad para
alcanzar mayorías cualificadas, si tuvieran el mínimo atisbo de responsabilidad
política se pondrían de acuerdo para atacar el verdadero problema que paraliza
el desarrollo político y social de la Nación: acometer la reforma de la
Constitución del 78.
Aunque
parezca baladí, la mayor dificultad estriba en salvar el escollo que representa
la monarquía en la Constitución actual. Entre otros el Artículo 62 en su
apartado (h) recoge la figura del rey como mando supremo de las fuerzas
armadas. Por mucho que estemos en el siglo XXI la historia es la historia y del
ejército español se puede esperar lo que se puede esperar.
Cuando
el coronavirus nos obliga a permanecer confinados no sería un mal momento para
reflexionar si la verdadera enfermedad que padecemos es una Corona con virus y
tenemos que aislar a la Jefatura del Estado de su influencia.
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