Ni
las pandemias, ni los enfermos ingresados en cuidados intensivos, ni la
condición de universalidad del problema, ni su meteórica expansión, ni siquiera
las más de mil muertes que ya se han producido a día de hoy. Nada les detiene. Ellos
siguen erre que erre con su campaña de acoso y descrédito al Gobierno.
El
nivel de indecencia que están exhibiendo supera con creces cualquier previsión.
Los
bien-pagados periodistas de la carcunda eclesiástica y civil - cuyos nombres
están en la mente de todos y que voy a omitir para no infectar mi ordenador –
unen sus fuerzas y se conjuran como fuerza de choque para reinstalar las
esencias más retrógradas e intolerantes.
Sus
acciones de desgaste insisten en culpabilizar al “Gobierno de los okupas”.
Argumentan falta de diligencia, poca capacitación, sectarismo y una larga lista
de delitos varios. Pero en eso no queda todo, necesitan otro reo para sus
sacrificios y sus orgías informativas. Y ahí aparece el resentimiento que
albergan contra las mujeres.
Los
medios patrocinados por la Conferencia Episcopal intentan entorpecer el avance
de derechos que persigue el colectivo feminista. Nada extraño, a estas alturas
de la historia es sobradamente conocida la exacerbada misoginia de la Iglesia
Católica para que ninguno de sus detestables actos nos pille por sorpresa.
Tampoco
nos llama la atención la beligerancia de las formaciones políticas de extrema
derecha y extrema derecha extrema contra las organizaciones feministas por
exigir los derechos de la mujer y defender la igualdad social, cultural y
política sin distinción de género.
Es
conocida la rastrera sumisión que esas formaciones profesan a los príncipes de
la Iglesia. Probablemente reminiscencias de la colaboración que históricamente
ha mantenido ambas facciones de la derecha: la eclesiástica y la política.
Deberíamos
preguntarnos ¿A qué se debe tanta inquina?
La
animadversión de la Iglesia está plenamente encuadrada en su ADN. De una
asociación patriarcal, machista, misógina, reaccionaria y retrógrada no cabe
otra postura. Nada extraño.
Las
reacciones que llegan desde la
intransigencia política también tienen su explicación en sus genes. Participan
de un sistema democrático porque no les queda otro remedio. Ni creen en la
democracia, ni les gusta, ni la respetan. Únicamente les resulta de utilidad
cuando las urnas les conceden el poder.
Cuando
se unen los hados del destino y el recuento de los votos señala a la izquierda
desarrapada como ganadora de las elecciones, se desatan todos los idus de la
guerra para desalojar a los que llaman usurpadores.
Esto no es una metáfora ni un recurso
literario, es la triste realidad que se ha cumplido sistemáticamente en nuestra
pobre vida democrática. Comienzan generando dudas sobre el resultado, continúan
inventando teorías de la conspiración para acabar deslegitimando los
resultados.
Sin
olvidar que al final del pasillo siempre aparece una figura uniformada que
todavía rezuma el olor a rancio que exhalan las dependencias cuartelarías. Muchos
generales del Ejército español han tenido la fea costumbre de intervenir en
política para acabar torturando al pueblo que debían proteger.
La
catástrofe del coronavirus está sirviendo para quitar muchas caretas. Entre
ellas la de los sinvergüenzas que
expoliaron la sanidad pública para regalar negocio a sus amigos mientras claman
al cielo ante la falta de recursos materiales y humanos que actualmente padece.
Ahora quieren que el Estado que ellos desmantelaron sea rápido y eficiente.
Pablo
Casado ha encontrado en Díaz Ayuso el ariete idóneo para demoler las medidas
del Gobierno de la Nación, ¡Lo qué es la
vida! De ser la encargada del twitter de “Pecas” y recoger sus caquitas, a ser
la personalidad relevante del partido. La señora de los atascos está ofendida
porque Madrid es considerado el epicentro del contagio en España ¿La chica tampoco
sabe leer las estadísticas?
A su
lado camina el Jefazo de la “derechota valiente”. El chico sólo ha leído de la
Constitución el artículo que habla de la unidad de España, debe de ser por
aquello de Una, Grande y Libre que le pone mogollón. Podía haber aprovechado el
tiempo y estudiar la norma constitucional cuando tocándose las gónadas cobraba
un pastizal en una canonjía regalada por su benefactora Esperanza Aguirre.
Paradójicamente la marquesa está siendo atendida por la misma sanidad que ella
machacó ¿Recordamos su imagen avasallando a una enfermera?
Ambas
derechas arremeten con virulencia contra el movimiento feminista, saben que las
mujeres representan el dique de
contención contra sus cavernícolas planteamientos. Por lerdos que parezcan, son
conscientes que el movimiento feminista ha decidido no dar un paso atrás.
Ellas seguirán con su lucha por la defensa de un
lugar igualitario en la sociedad a pesar de ser culpabilizadas de la
propagación exponencial de la pandemia, del colapso del sistema sanitario aunque
fuera desmantelado por Esperanza Aguirre y Rajoy e incluso es posible que les
achaquen los chanchullos del “Emérito” y la inutilidad del “Preparado”.
Las
referencias al 8M sólo son la verbalización de la misoginia que padecen. Los
poderes fácticos saben que el mundo va a cambiar y el cambio va a llegar de la
mano de las mujeres, de las mujeres feministas convencidas de que no son inferiores
y de que tienen que pelear por sus derechos porque nadie les va a regalar nada.
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