Ha sido noticia que 181 militares
de alta graduación - Generales, Coroneles, Tenientes Coroneles, Almirantes y
Capitanes de Navío – han firmado un manifiesto reivindicando la figura del General
Francisco Franco.
En una especie de “parto corporativista”,
casi dos centenares de nostálgicos retirados de la milicia han mostrado su
apoyo a uno de los mayores culpables del desapego que el pueblo español profesa
hacia su Ejército.
El manifiesto rezuma una
indudable carga política y por supuesto no la oculta.
La España de los autodenominados “españoles
de bien” menosprecia sin pudor las diferentes formas de pensamiento que no
coincidan con el nacional-catolicismo.
Exhibe el panfleto la
disciplinada obediencia que el dictador profesó a los sucesivos Gobiernos habidos durante la II República y
lo presenta como un mérito ¿Dónde radica la virtud en el cumplimiento de la
ley?
Demérito es la sublevación del
rebelde y sedicioso contra el Gobierno legítimo cuando este dejó de gustar a
los caciques ancestrales que sufría y sufre el país.
Levantando sus armas profanó la voluntad de su pueblo y lo hizo enfrentando
a padres con hijos, hermanos contra hermanos en una indecente contienda fratricida.
Los nacional-católicos revisionistas
de la historia pretenden vestir de legitimidad la asonada militar esgrimiendo
la teoría de los dos bandos. Es la fórmula elegida para dotar de dignidad a
unos traidores que volvieron los medios materiales y humanos contra la nación que
les había confiado su defensa.
Detrás de unos miserables
asesinos y genocidas se alineo el sector económico más represor. Los rebeldes
fueron alentados por la misma ideología fascista que sumió al mundo en la peor
guerra hasta ahora conocida y acabaron santificados por una Iglesia Católica
española que tachó de cruzada el
exterminio de todos los que quisieron defender la legalidad de su libertad.
Así se gestó el “heroico”
comportamiento de Franco.
La desgracia es que estos deleznables
episodios tendrían y deberían estar cerrados ya.
Lamentablemente se han perdido
oportunidades para evitar que se pudieran dar manifiestos como el de los 181
melancólicos. Estas expresiones son consecuencias de una “modélica transición”
que pasó de puntillas por la reparación histórica de los derechos de los
represaliados.
De esta manera los poderosos no se sintieron
muy incómodos con el nuevo orden político y consideraron poco violentados sus privilegios.
Así dieron su visto bueno al cambio político.
No tenemos que rasgarnos las
vestiduras, el número de facinerosos firmantes es irrisorio si lo comparamos con la
cantidad de militares en situación de retiro y activo que no han firmado
ninguna proclama de loas franquistas.
La pregunta a hacer es ¿Cuántos
jefes del Ejército en activo firmarían documentos de esa clase? ¿Qué arraigo
tienen ese tipo de ideas dentro de las
actuales Fuerzas Armadas españolas?
Haría bien el Ministerio de Defensa
en preocuparse por investigar las corrientes de pensamiento intransigente que
sacuden las salas de banderas a lo largo de la geografía nacional. No estaría
de más que esmeraran la vigilancia.
Todavía se está a tiempo para
reparar un error que no se tenía que haber cometido.
Tras la muerte del dictador y una
vez abierto el proceso de cambio de la vida social y política se tendría que haber
enterrado el franquismo al tiempo que se sepultó a su creador.
Las tentaciones de veleidades involucionistas
hubieran pasado a mejor vida.
En España tendríamos grupos de
extrema derecha como los hay en toda Europa, pero sería deseable que el Código Penal contemplara como delito la apología
del golpismo franquista.
Ilegalizando asociaciones como la
Fundación Francisco Franco se apagarían muchas de las luces que guían la
intransigencia.
Con estas medidas se evitarían
los menosprecios que sufren las víctimas del régimen.
Las declaraciones de portavoces y
presidentes de partidos de la derecha resultan insultantes hacia los muertos que siguen en
las cunetas, hacia las familias que quieren enterrar a sus deudos y para los
represaliados obligados a continuar enterrados al lado de su verdugo.
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