Despacito, despacito se van
conociendo detalles del auto golpe militar turco que el demócratamente benévolo
Erdogan ha abortado.
Los datos son bastante esclarecedores
para quien los quiera analizar.
En primer lugar, cuando se produce la
asonada militar, el objetivo principal (el presidente turco) se encuentra a
salvo y fuera de su alcance ¡Uy qué casualidad!
A través de las redes sociales - que tiene
castradas - el presidente se dirige al país para que sea la sufrida población
turca la que tome las calles en defensa de sus derechos ¿Qué derechos? ¿El
derecho a estudiar la manera de suspender
los derechos humanos?
Pasar de un Estado cabalmente laico a
uno teocrático tiene muchas ventajas para los que mandan, de hecho, cuando una ley es manifiestamente
injusta se le atribuye la culpa a dios, a cualquier tipo de dios. Y a ese evanescente
delincuente no hay dios que lo juzgue.
Así se producen expolios,
esclavitudes, torturas y demás bagatelas sin importancia en nombre del ser
divino. “Los caminos del Señor son inescrutables” dicen los que no tienen ninguna gana de dar
explicaciones de los desatinos.
El sátrapa turco ha fabricado el
motivo perfecto para limitar las libertades, había comenzado con una transición
tranquila hacia el islamismo, pero ante la amenaza de resistencia por parte de
la gente que se oponía al retorno a la Edad Media, necesitaba hacer una buena
limpia en los órganos del Estado que pudieran ser contrarios a su visión
religiosa de la sociedad.
Turquía pasa a ser un enclave
islámico para ejercer de tapón de seguridad ante el avance del Estado Islámico
¿Qué? Si amigo: para que en la zona no se imponga un Estado Islámico,
proporcionamos, a un amiguete (carente
de escrúpulos) las armas necesarias con las que confeccionar a su gusto y
medida un Estado Islámico.
El padre de la patria turca Mustafá
Kemal Atatürk debe de estar recociéndose en su tumba. Tanta constitución y
vigilancia para sacar las zarpas de los clérigos de las vidas de la población y
llega un iluminado para cargarse “democráticamente” años de historia de una
República de Turquía honradamente laica.
Ya se han encontrado indicios de que
tras la operación de reconversión y asentamiento en el poder del líder Erdogan,
están las huesudas manos de los aparatos de inteligencia USA ¡No es ninguna
sorpresa!
La equivocación la arreglarán igual
que solucionaron el problema Sadam Husein cuando empezó a ser molesto; dando
salida al stock de armas en desuso almacenadas en sus trasteros. Una buena
guerra y ganancias para tres de los pilares básicos de la economía primer
mundista: la armamentística, la de construcción y las agencias de seguridad
privada. Los centenares de muertos que se van a ocasionar pasarán a ser daños
colaterales de una nueva reestructuración del orden mundial.
Una vez finado el primer acto de la
opereta golpista turca “el tenor” Erdogán ha dado los pasos necesarios para afianzar
su posición de dominio: las depuraciones.
Militares, policías, funcionarios,
algún civil disidente y ¡oh sorpresa! jueces y fiscales. El cese, la
destitución y purga de estos últimos ha desencadenado acciones de protesta de
sus colegas europeos. En contraposición ni una voz se ha levantado para
investigar el paradero de Zhera Dogan, editora de la Agencia de noticias Jinha. Se desconoce su
paradero ni el delito del que se la acusa – salvo “el imperdonable” de ser
mujer - y a ninguna organización judicial parece importarle.
En
España, varias asociaciones de juristas están promoviendo actuaciones y
recogidas de firmas populares para protestar por las purgar turcas.
Asociaciones que no han movido ni un
dedito cuando las sentencias de sus congéneres estaban a años luz de ajustarse
a derecho, cuando en España hemos tenido fiscales que se inhiben porque no ven
causa investigable en las conversaciones entre un sucedáneo de ministro y un
plagio de director de oficina anti fraude; esas que permanecen inermes ante la
sentencia favorable que dicta un juez
sobre el uso que las FOP hacen del material antidisturbios en acciones para
repeler “invasiones”, aunque la utilización desproporcionada ocasione la muerte
de personas huidas de la miseria, la guerra, o el horror. Se quedan silentes cuando
una colega le pregunta a una violada si cerró bien las piernas, o ven de lo más
natural que compañeros de su profesión admitan a trámite querellas contra los
sentimientos religiosos sin cuestionarse la existencia y aplicación de semejante infamia
de artículo en el Código Penal.
Eso sin nombrar disposiciones que
condenan a penas de cárcel a madres por negarse a dejar a su hija en manos de
su agresor e incumplen regímenes de visitas estúpidos dictados a favor de su
maltratador.
Otro tema es la ausencia de
responsabilidad cuando, aprovechando el régimen de custodia o visitas marcado
en un mandato judicial, el asesino consigue matar a su víctima y no son ni
siquiera cuestionadas las sucesivas negligencias de la magistrada por la falta
de medidas protectoras que propician el fatal desenlace.
El juez Baltasar Garzón sabe muy bien
de lo que hablo, de momento es el único condenado por el caso Gürtel mientras
los escandalizados por el asunto turco no han movido ni un pelo. ¡Viva la
independencia judicial vigilada!
¿Esos polichinelas togados son los
que ahora claman por el recorte producido en Turquía a las funciones, derechos
y libertades de sus compañeros de profesión? Lo siento, pero por mi parte ¡qué
os den! Por una vez probad una dosis de la
medicina que lleváis aplicando durante décadas en esta parodia de país.
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