Se
ha cumplido el trámite protocolario, o casi. Ha finalizado una de las altas
tareas que tiene encomendadas la Jefatura del Estado: Reunirse con los
representantes de las fuerzas políticas que han obtenido representación
parlamentaria con la obvia finalidad de
encomendar al líder de la formación más
votada la responsabilidad de intentar formar gobierno.
Las
tracas y laudos por lo bien que el Borbón ha desempeñado su tarea de “photo
cool” son unánimes. En este país se aplaude la inutilidad con la misma pasión
que se perdona la sinvergonzonería.
En
esta ocasión Rajoy no ha declinado en directo, ha hecho un cese en diferido y
ha dicho sí a la encomienda, pero un sí con matices; si no le aseguran el
resultado él no juega.
Al
igual que todos los ventajistas quiere tener las cartas marcadas antes de
empezar los envites y no nos engañemos, no es el temor a la derrota lo que le
asusta, es el pavor que le provoca el escuchar en directo que es un inútil, un
incapaz y un fraude. Ese es el motivo por el cual dilatará la comparecencia, se
esconderá en la ambigüedad y buscará auxilios extranjeros para acometer su
segunda legislatura.
En
los últimos tiempos se han dado pocas ocasiones tan propicias para llevar a
cabo una limpieza a fondo de la vida político-social de este experimento de
país.
A
poco que los líderes de las formaciones contrarias al PP tuvieran un mínimo de
visión de Estado se darían cuenta que ésta es el momento para empezar la
construcción de una nueva sociedad basada en la honradez, la justicia social,
la igualdad de oportunidades, la decencia y el decoro.
Seguramente
llegar a acuerdos globales de conformación de la sociedad es muy complicado,
pero obligar al partido promotor de la miseria nacional a regenerarse para
poder seguir siendo una alternativa lícita es muy sencillo, mucho. Solamente
hay que enviarle a los banquillos de la oposición, la pandilla de delincuentes
que han expoliado este país no se van a regenerar, es necesario expulsarles de
la vida política, a ellos y a sus valedores. La única manera de hacerlo es que
dejen de tocar las teclas del poder y que pasen la travesía del desierto
vagando por la oscuridad del anonimato.
Es
una generación manchada, vendida a intereses particulares, burladora de los
ciudadanos, una recua de busca vidas y charlatanes que han antepuesto los fines
de sus dueños por delante de la aspiraciones de sus votantes.
El
nudo lo pueden deshacer Pedro, Pablo y Albert, ¿Querrán?
Sinceramente:
No creo.
Pedro
Sánchez es un preso de su codiciosa imagen,
se siente un disminuido político ante la fortaleza del clan Felipista encarnado
en Susana Díaz, no dará el paso y su inmovilidad le llevará al anonimato
histórico, será un remedo de Zapatero. Ambos pudieron haber sido la solución y ladinamente cobardes no fueron más que un triste remiendo.
Albert
Rivera tiene en sus manos poner en marcha la arriesgada apuesta que han hecho
por él sus mentores del panorama económico nacional. Ahora bien; estos mecenas
no le van a dar nada a cambio de nada, ¿le van a permitir que defenestre sus
privilegios sin contrapartidas? Me acaba de dar un ataque de risa que casi me
impide continuar.
Podemos
es la tercera fuerza que se necesita para expulsar al PP de la Moncloa y
forzarle a abrir las ventanas, limpiar bajo las alfombras y recuperar la
decencia democrática si es que alguna
vez la ha tenido ¿Serán en Unidad Popular capaces de alcanzar sentido de Estado
y abandonar las escaramuzas con mindundis como Inda o Marhuenda? La falta
absoluta de responsables intermedios con un ápice de formación e ideología les
va a obligar a repensar el partido que quieren y necesitan. Mientras, los
esperanzados inscritos y simpatizantes desearán que el partido no acabe en
Pablo, Iñigo o Carolina y vaya más allá, un poquito más allá. Un partido que
camine al encuentro de personas capaces de plasmar sus
inquietudes y dar forma a sus anhelos.
Con
la confluencia puntual de estos tres actores bastaría para forzar una regeneración
profunda del PP, la desaparición de las familias corrompidas y corruptoras, la
devolución de la dignidad a las instituciones, la apertura de un proceso
constituyente, la búsqueda de la separación de poderes, la recuperación de la soberanía nacional en el
marco de los acuerdos internacionales y de la Unión Europea. Por otra
parte los partidos nacionalistas
tendrían el peso que se corresponde con su número de votos y que lógicamente
tienen que tener en clave de política
estatal pero no más.
¿Es
posible? Sí, ¿Realizable? Lo dudo. Para ello deberían de estar a la altura que
proclaman los líderes del PP y demás fuerzas. La economía del lenguaje lleva a
dejar las frases a medias, se pasó de hablar de medios de comunicación a “medios”
sin especificar de qué tipo. No se sabe si se refieren a los medios centros de un
equipo de fútbol, a los medios de una plaza de toros o a qué otra clase de
medios.
Con la
altura pasa igual, no nos aclaran si es altura de miras, a la altura de las
circunstancias o a la altura del betún que es donde creo que se van a colocar.
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