Erase
una vez una masa de personas sometidas a los caprichos de unas pocas familias
que se creyó una nación. Entre las familias especiales fue designada una de ellas como “la más especial”
a la que se le denominó casa real. Todos estaban muy contentos, habían dado con
la fórmula para convertirse en una sociedad avanzada y moderna. Tras años de
oscuridad se había hecho la luz, desaparecieron las tribus y los clanes, todos
los esfuerzos se iban a encaminar a la consecución de una vida justa y digna
para todos los habitantes sin distinción de origen, sexo, raza o religión.
Sesudos
juristas se empeñaron en la tarea de articular una “Ley de leyes” que diera forma al modelo de convivencia. Durante
intensas jornadas debatieron en profundidad las propuestas de unos y otros, fueron
aparcados intereses personales en aras de un bien común, se desestimaron
propuestas por sectarias e injustas, incluyeron puntos protectores de las
peculiaridades de cada cual, se protegieron las minorías sin perder de vista el
deseo de las mayorías ¡Teníamos una Constitución! ¡Albricias, alborozos! ¡España convertida en
una Nación moderna! Y hasta con derechos de los ciudadanos.
Con el
paso de los años comenzaron a aflorar las trampas incluidas por los prohombres
constituyentes:
Todos
éramos iguales ante la ley excepto uno al que no le afectaba la ley por
irresponsabilidad otorgada.
La justicia
era igual para todos menos para los múltiples aforados que escapan de ella por
infinitos vericuetos (el más utilizado es el de la prescripción del delito).
España
pasó a ser aconfesional pero protectora de un minúsculo estado teocrático con
intereses en el suelo patrio. Leyes y acuerdos antero-posteriores contemplan la
obligación de sostener a los funcionarios de ese minúsculo Estado y se le
obsequia con propiedades en mor de su santidad de comportamiento. Ah! Y la
educación la dejamos en sus manos que son las que mejor soban a los niños.
Se universalizó
la sanidad y se crearon las listas de espera ¿para todos? ¡No! Dejaron una
puerta abierta para que los de siempre pudieran saltarse la cola y ponerse al
inicio de la fila. El copago sanitario vendría a rematar la discriminación.
El
trabajo pasó a ser un derecho y no una obligación. Claro que como derecho puede
ser conculcado y como obligación sigue siendo insorteable.
Fue abierta
la puerta a la participación política. Como paso imprescindible era necesaria
una ley de amnistía política que permitiera intervenir a los opositores; para
conseguirlo hubo que liberar a los presos disidentes. El portón que se abrió
resultó de tal tamaño que por él huyeron como ratas los responsables del
genocidio español provocado durante el
franquismo. Hoy día siguen siendo protegidos ante la intervención de tribunales
extranjeros que tratan de juzgar las acciones cometidas por tipos como Martin Villa,
Utrera Molina, Billy el Niño,…catalogadas como delitos contra la humanidad.
Todos
de acuerdo imprimieron las copias que firmó el sucesor del usurpador rebelde. Ratificada
en referéndum dirigido entró en vigor y nos convertimos en democracia, en
estado de derecho, en país moderno,…entramos en el primer mundo de manera
definitiva.
La
euforia de los logros obnubiló la visión de todos, los comportamientos
posteriores nos abrieron bruscamente los ojos.
Los partidos
se adueñaron del sistema, la separación de poderes resultó una quimera, el Jefe
del Estado simplificaba sus tropelías pidiendo perdón, la Conferencia Episcopal
utilizaba la asignación estatal para montar emisoras de radio (Cope) y cadenas
de televisión (13tv) con el fin de adoctrinar a sus fieles, la educación
universal se convirtió en concertada para sustituir a la pública, el
aforamiento para defender la actuación política se convirtió en escudo contra
el procesamiento por delitos comunes, los órganos de control judicial se
subastaron y vendieron a los mejores postores, la economía de mercado sustituyó
a la economía de Estado de derecho y la caridad suplantó a la justicia.
El último
paso se dio con la desarticulación de los mecanismos de control, unos por ser capi-disminuidos:
Intervención del Estado y Tribunal cuentas.
Otros
por ser apesebrados: Tribunal Constitucional y Gobernador del Banco de España.
Ante
este panorama me dan mucha envidia los indómitos islandeses. Con cuanta rapidez
expulsan a ministros, qué ligeros son para procesar a corruptos y qué diligentes para exigir responsabilidades y adoptar rápidas medidas de
reparación. ¡Quien fuera islandés! O de cualquier otra finca con un mínimo de
dignidad. ¡Qué pena de simulacro de Estado!
Hemos tardado años en darnos cuenta
que al Gobernador del Banco de España (MAFO) le afectaba alguna responsabilidad
en el despelote financiero de Cajas y Bancos. Seguramente habrá prescrito. Otro
simulacro de justicia.
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