Corría
el año 1996, cuando el Partido Popular resultó vencedor en las elecciones al
Parlamento español, y su líder Jose María Aznar, alcanzó la Presidencia del
Gobierno.
Llegaba
Aznar a la presidencia tras unas últimas legislaturas del PSOE salpicadas por
numerosos casos de corrupción y uso irregular del poder. Estos escándalos,
convenientemente aderezados por los medios afines, fueron minando progresivamente
su credibilidad, y el año 96, la perdieron definitivamente.
Los problemas se amontonaban, y las medidas
para recuperar la confianza en la depauperada clase política, además de
necesarias, eran de extrema urgencia.
Resulta
por ello llamativo que una de las más tempranas decisiones que adopta el nuevo
ejecutivo fuera recuperar una ley por la cual, los Obispos de la Iglesia
Católica podrían actuar como fedatarios públicos, ampliándola para poder registrar
bienes de culto, iglesias, ermitas… que no estuvieran registrados.
En
esa caja de totum revolutum, han cabido toda clase de bienes inmuebles,
ermitas, capillas, casas parroquiales, fincas de labor, … y la Mezquita de
Córdoba.
Con
extraordinaria celeridad, los Obispos han procedido a registrar miles y miles
de propiedades a lo largo y ancho de la geografía nacional.
Por
otra parte, llama la atención que los colegios notariales hayan permitido, sin
levantar la voz, una intromisión tan manifiesta en sus atribuciones.
Asociaciones
ciudadanas han intentado parar semejante expolio, y sistemáticamente se han
encontrado con la resistencia de las autoridades, estatales y autonómicas, a
proporcionar datos que facilitaran la labor de detener las inmatriculaciones.
Con
el caso de la Mezquita de Córdoba los procesos de denuncia han conseguido algo
de notoriedad, bastante escasa por otra parte. En todos los demás casos se ha
aplicado el mismo modus operandi, silencio y secreto, y cuando nos demos cuenta
habrán esquilmado el Estado.
Los mismos
que desde los órganos de poder nos
repiten sin cesar la cantinela de la austeridad, hacen regalos millonarios a
quien menos lo necesita.
Los
dos grandes partidos políticos, eluden continuamente el debate sobre el
problema. Uno por ser su causante, y el otro porque practica la estrategia de
mirar hacia otro lado. Como siempre.
Mientras
tanto miles de inmuebles pasan a propiedad de la Iglesia Católica, y los
ciudadanos nos quedamos perplejos cuando nos enteramos que lo que antes era de
todos, ahora pertenece a una institución históricamente privilegiada.
Ante
esta situación caben muchas preguntas y reflexiones, pero hay algunas que no
dejan de rondarme por la cabeza:
¿Por
qué motivo recuperó y actualizó el
presidente Aznar una ley del más rancio franquismo? Y ¿por qué las prisas?
Desde luego, no era un clamor de la sociedad la dichosa ley.
Claro
que su sucesor en la Moncloa, Zapatero, ni la derogó, ni la cuestionó, ni
reparó en ella, quizás fuera que no se dio cuenta de la situación, al ser
abducido por el misticismo de Mª Teresa Fernández de la Vega.
Nada raro, tampoco se enteró de otras muchas
cosas que estaban sucediendo.
En
un estado, teóricamente aconfesional, es bastante llamativo, que las dos
principales fuerzas políticas actúen al dictado de la Iglesia Católica, favoreciendo
sus intereses, con menoscabo de los intereses de los ciudadanos.
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